Jeremy se encontraba delante de John y Lilly, frío como un
tempano. Las gotas de sudor parecían solidificarse al recorrer cada centímetro
de su piel. Su mirada, perdida, no presagiaba nada bueno, al igual que sus
temblorosas manos. Su barba de tres días y sus rasgadas ropas daban una idea
poco esperanzadora de lo que le había pasado.
-Jeremy… ¿Dónde has estado? Quería contactar contigo pero…
-¿Por qué ha venido Lilly? ¡Dijimos que no se lo contaríamos
a nadie!
-Lo sé, pero entiéndelo…
-No entiendo nada. John, desde que estás con ella has dejado
a toda la panda de lado. Yo no quería creerlo, eres mi mejor amigo, pero tenían
razón…
-¡Mira quién habla! Un chaval que en vez de buscarse chica o
salir con sus amigos como las personas normales, decide inventarse
conspiraciones sobre un puto trozo de piedra. ¡Estás enfermo! Y yo me voy.
John emprendió el viaje de vuelta agarrando fuerte la mano
de Lilly, que se soltó de forma rápida. John la miró sorprendidísimo, pero
Lilly se acercó a su oido y le pidió que le dejara con Jeremy, que lo haría
entrar en razón. John lo vio bien, y se fue más relajado.
-Jeremy… tienes a John muy preocupado… ¿Qué ha pasado?
-Supongo que tu chico te lo habrá contado todo… Cuando
descubrimos esta puerta, vimos al anciano loco, que nos dijo que si abríamos
esta puerta nos ocurrirían cosas terribles. John estuvo a punto de golpearle,
pero le detuve a tiempo… Al día siguiente volví para hablar con el anciano, y
entré en esa casa de ahí…
-pero esa casa lleva abandonada años…
-No, ahí vive Samuel, el anciano. Comencé a buscarle, y di
con un cuarto subterráneo. Allí estaba, viendo la tele. Al saludarle, me tiró
un zapato y me dijo que me largara, pero bajé sin miedo dispuesto a preguntarle
todo sobre la puerta. Me dijo que hoy vendría, y que viniera con mi amigo, y lo
explicaría todo, a condición… a condición de que una vez dicho nos olvidáramos
para siempre de la puerta.
-Pero… ¿Y lo de tu facebook?¿Por qué todas esas amenazas?
-Si, bueno… Me metí en un lío… Comencé a desarrollar una
teoría en la que relacionaba todo lo que hay en la puerta, los símbolos, los
glifos, los números… y tras pensarlo detenidamente, me di cuenta de que esa
puerta nos quería decir algo. No sé el qué, pero algo nos quería decir. Pero en
todos los foros conspiranoicos me tomaban por un loco, así que decidí… decidí
ir más allá. ¿Has oido hablar de la web profunda?
-No…
-En resumidas cuentas, los resultados que nosotros vemos por
internet suponen tan sólo el 10% de lo que hay en internet. Realmente hay mucho
más, pero no se puede entrar tan facilmente. En la web profunda hay todo tipo
de actividades delictivas, pero también archivos de Estado, y sabía que ahí
podría encontrar algo. Así que conseguí entrar, con mucho miedo y con mucho
cuidado. Cuando me quise dar cuenta, había visto cosas realmente horribles,
pero había llegado a donde quería llegar. Un foro en el cual leerían mi teoría
sin juzgarme. Y expuse esa teoría. Esa gente me creyó, o eso pensé.
-¿Y qué pasó?
-Un hacker desveló mi localización. Muchas personas han
invadido mi facebook y mi twitter insultándome y amenazándome, pero no les
tengo miedo. La mayoría de las amenazas son de paises del este, y tienen un
inglés muy tosco. Lilly, yo voy a ir más allá, y voy a descubrir qué demonios
hay detrás de esa puerta. Pero debes irte.
-No pienso dejarte sólo. ¿Y si es peligroso?
-¿Aún lo dudas? ¡Claro que lo es! Pero tú no tienes porqué
pagar por mi error. Vamos a hacer una cosa. Esta noche llamaré a John si no
pasa nada, y mañana os contaré lo que he visto. Si no llamo a John, haced una
cosa: venid mañana, y buscad por Samuel. Él os lo explicará todo. Ahora vete.
¡Vamos!
Lilly miró a los ojos a Jeremy. Estaba muy cansado, y no se
creía ni él que no estaba preocupado por las amenazas. Aún así, aceptó a
marcharse. Mientras Lilly se marchaba arrastrando la arena, Jeremy dio un hondo
suspiro, y dirigía su mirada de nuevo a la puerta. Tan grande como siempre, tan
esbelta, tan hermosa. El cielo comenzaba a nublarse, y las primeras gotas caían
sobre el pelo sucio de Jeremy, que se relajaba en contacto con la lluvia. Por
fin tendría la oportunidad de sembrar una semilla en aquellos campos de cabezas
vacías que le rodeaban. Pero aún debía esperar. Finalmente, llegó Samuel,
apoyado en un bastón que estaba a punto de romperse en mil pedazos. Vestía tal
como Jeremy le recordaba.
-Chico, tienes muy mal aspecto.
-No he dormido desde hace días. Estoy un poco nervioso.
-Bien, acabemos con todo esto. Un momento, he oido un ruido.
Por la única entrada al acantinado comenzaban a pasar
hombres trajeados, de manera muy rápida, y armados con pistolas 9mm. Lanchas
llegaban a la orilla y se bajaban hombres armados con metralletas y subfusiles.
Los hombres rodearon a Jeremy, que al girarse, vio como Samuel había
desaparecido literalmente. Todo había ocurrido muy rapidamente. Aquel anciano
no habría podido escapar sólo. Finalmente, uno de los hombres trajeados, que
parecía ser el líder, procedió a hablar.
-Saludos, Jeremy. Soy el agente McDaniels del FBI. Has
descubierto un secreto que llevábamos años guardando para el gobierno de EEUU,
y ahora lo has desvelado. No contento con desvelarlo, has cometido un delito
aún mayor: entrar en la web profunda, y tratar de desvelar secretos de Estado.
Por todo esto, debes saber que quedas detenido por conspiración contra el
gobierno de EEUU.
-Un momento, ¿Cómo sabes todo eso? ¡Deberíais encargaros de
cosas más importantes!
-Esposadle.
Varios agentes se abalanzaron de forma indiscriminada contra
Jeremy, tirándole al suelo. Jeremy se intentaba revolver sin demasiado éxito,
hasta que finalmente sucumbió. McDaniels se acercó a Jeremy y con la mano le
levantó la cabeza para que le mirara a los ojos. Jeremy le escupió, y McDaniels
pacientemente se limpió el esputo con un pañuelo que sacó de su bolsillo.
-Jeremy, debes saber varias cosas. Esta puerta es
insignificante. No tiene ningún tipo de valor para el gobierno de EEUU.
-Entonces, ¿Por qué ocultais el portal?
-No es un portal. Son una serie de dibujos colocados al azar
y sin ningún tipo de significado.
-Mientes. Son códigos para tratar de contactar con
extraterrestres. ¡Admítelo!
-Está bien. Te diré lo que quieres oir. Esta puerta fue
descubierta en 1912. El campesino que la encontró no sabía qué era, así que lo
dejó estar. Pero desde su granja vio en varias ocasiones luces de colores
desconocidos y oyó unos sonidos aterradores. Te imaginas lo que se desencadenó
con esos sonidos…
-La 1º Guerra Mundial…
-No consiguieron dar explicación al fenómeno, pero
supusieron que simplemente fue coincidencia. Pero Samuel estuvo presente cuando
se abrió de nuevo la puerta, en 1933.
-La 2º Guerra Mundial…
-Samuel había estado dentro de lo que quiera que sea eso. Perdió
la cabeza. Quizá debimos matarle, pero sabe perfectamente cómo abrir esa
puerta, por lo que sabíamos que nos sería de utilidad. Ahora está a punto de
morir por no saber ocultarla. Pero sé que no volverá a pasar. ¿Verdad, Samuel?
Samuel salía de entre los agentes, con los ojos llorosos.
-¡Rata!
-Jeremy, no quise traicionarte. Pero se me encomendó la
tarea de ocultar la puerta a todo el planeta, y no podía dejar que un niño
tirara todo el trabajo de una vida por la borda. Lo siento mucho.
-Samuel, ¿Podrías decirnos cuántas veces se ha abierto la
puerta desde 1933?
-Ninguna.
-Y eso es gracias a ti, Samuel. Sabes abrir la puerta y aún
así has sabido guardar el secreto a tu presidente.
-Me prometisteis muchas cosas, McDaniels, tú y tus
predecesores, y no he recibido nada.
-Y nada obtendrás – inquirió el agente trajeado.- Sólo
obtendrás la muerte por vejez. Ya no nos eres útil.
-Tan sólo prométeme que al chico no le haréis nada.
-No puedo prometerte eso.
Samuel levantó la cabeza rapidamente para mirar a McDaniels.
Toda la vergüenza que sentía por la traición desaparecía, y se convertía en
ira. McDaniels esbozaba una sonrisa desafiante. Aquel hombre de mediana edad
sabía que tenía la situación totalmente controlada, o eso creía. Samuel se
abalanzó sobre McDaniels, con inusitada rapidez, y comenzó a rodear con sus
manos el cuello del agente. Al momento muchos más agentes apartaron a Samuel
del agente, y uno de ellos le disparó en el cuello con su metralleta. McDaniels
se levantó rapidamente y apartó a todos.
-¿Quién demonios le ha disparado?
-Yo, señor.
-¡Imbécil, le queremos con vida!
-Eh, le he defendido.
-Habría podido con él. Y ahora serás tú el que pague esto.
Un disparo a bocajarro a la cabeza del otro agente trajeado.
Una simple pistola acababa con la vida de un agente que dio su vida a EEUU. Lo
efímera que puede llegar a ser la vida en ocasiones. Lo fácil que es cambiar
las cosas en cuestión de segundos. Esperar que cosas que no quieres que pasen,
pasen, y cosas que deseas con toda tu alma no ocurran jamás. McDaniels esbozaba
otra sonrisa mientras el cadáver de su compañero se posaba sobre la arena, y
Jeremy gritaba y lloraba de miedo.
-Cargad al muchacho en una de las lanchas, ahora tenemos una
vacante, ja, ja, ja. Y quemad la casa del anciano. No sobrevivirá mucho aquí
sin atención médica. Se acabaron nuestros problemas. Ah, tirad el cadáver de
Allen al mar.
En cuestión de minutos todos los agentes se habían embarcado
en las barcas. El cadáver del agente era lanzado al mar a media distancia de la
orilla, y Samuel observaba cómo su casa ardía, impasible a la lluvia. Samuel lo
había perdido todo… Otra vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario