lunes, 10 de septiembre de 2012

Preludio II: Long Beach(parte III)


Jeremy se encontraba delante de John y Lilly, frío como un tempano. Las gotas de sudor parecían solidificarse al recorrer cada centímetro de su piel. Su mirada, perdida, no presagiaba nada bueno, al igual que sus temblorosas manos. Su barba de tres días y sus rasgadas ropas daban una idea poco esperanzadora de lo que le había pasado.

-Jeremy… ¿Dónde has estado? Quería contactar contigo pero…
-¿Por qué ha venido Lilly? ¡Dijimos que no se lo contaríamos a nadie!
-Lo sé, pero entiéndelo…
-No entiendo nada. John, desde que estás con ella has dejado a toda la panda de lado. Yo no quería creerlo, eres mi mejor amigo, pero tenían razón…
-¡Mira quién habla! Un chaval que en vez de buscarse chica o salir con sus amigos como las personas normales, decide inventarse conspiraciones sobre un puto trozo de piedra. ¡Estás enfermo! Y yo me voy.

John emprendió el viaje de vuelta agarrando fuerte la mano de Lilly, que se soltó de forma rápida. John la miró sorprendidísimo, pero Lilly se acercó a su oido y le pidió que le dejara con Jeremy, que lo haría entrar en razón. John lo vio bien, y se fue más relajado.

-Jeremy… tienes a John muy preocupado… ¿Qué ha pasado?
-Supongo que tu chico te lo habrá contado todo… Cuando descubrimos esta puerta, vimos al anciano loco, que nos dijo que si abríamos esta puerta nos ocurrirían cosas terribles. John estuvo a punto de golpearle, pero le detuve a tiempo… Al día siguiente volví para hablar con el anciano, y entré en esa casa de ahí…
-pero esa casa lleva abandonada años…
-No, ahí vive Samuel, el anciano. Comencé a buscarle, y di con un cuarto subterráneo. Allí estaba, viendo la tele. Al saludarle, me tiró un zapato y me dijo que me largara, pero bajé sin miedo dispuesto a preguntarle todo sobre la puerta. Me dijo que hoy vendría, y que viniera con mi amigo, y lo explicaría todo, a condición… a condición de que una vez dicho nos olvidáramos para siempre de la puerta.
-Pero… ¿Y lo de tu facebook?¿Por qué todas esas amenazas?
-Si, bueno… Me metí en un lío… Comencé a desarrollar una teoría en la que relacionaba todo lo que hay en la puerta, los símbolos, los glifos, los números… y tras pensarlo detenidamente, me di cuenta de que esa puerta nos quería decir algo. No sé el qué, pero algo nos quería decir. Pero en todos los foros conspiranoicos me tomaban por un loco, así que decidí… decidí ir más allá. ¿Has oido hablar de la web profunda?
-No…
-En resumidas cuentas, los resultados que nosotros vemos por internet suponen tan sólo el 10% de lo que hay en internet. Realmente hay mucho más, pero no se puede entrar tan facilmente. En la web profunda hay todo tipo de actividades delictivas, pero también archivos de Estado, y sabía que ahí podría encontrar algo. Así que conseguí entrar, con mucho miedo y con mucho cuidado. Cuando me quise dar cuenta, había visto cosas realmente horribles, pero había llegado a donde quería llegar. Un foro en el cual leerían mi teoría sin juzgarme. Y expuse esa teoría. Esa gente me creyó, o eso pensé.
-¿Y qué pasó?
-Un hacker desveló mi localización. Muchas personas han invadido mi facebook y mi twitter insultándome y amenazándome, pero no les tengo miedo. La mayoría de las amenazas son de paises del este, y tienen un inglés muy tosco. Lilly, yo voy a ir más allá, y voy a descubrir qué demonios hay detrás de esa puerta. Pero debes irte.
-No pienso dejarte sólo. ¿Y si es peligroso?
-¿Aún lo dudas? ¡Claro que lo es! Pero tú no tienes porqué pagar por mi error. Vamos a hacer una cosa. Esta noche llamaré a John si no pasa nada, y mañana os contaré lo que he visto. Si no llamo a John, haced una cosa: venid mañana, y buscad por Samuel. Él os lo explicará todo. Ahora vete. ¡Vamos!

Lilly miró a los ojos a Jeremy. Estaba muy cansado, y no se creía ni él que no estaba preocupado por las amenazas. Aún así, aceptó a marcharse. Mientras Lilly se marchaba arrastrando la arena, Jeremy dio un hondo suspiro, y dirigía su mirada de nuevo a la puerta. Tan grande como siempre, tan esbelta, tan hermosa. El cielo comenzaba a nublarse, y las primeras gotas caían sobre el pelo sucio de Jeremy, que se relajaba en contacto con la lluvia. Por fin tendría la oportunidad de sembrar una semilla en aquellos campos de cabezas vacías que le rodeaban. Pero aún debía esperar. Finalmente, llegó Samuel, apoyado en un bastón que estaba a punto de romperse en mil pedazos. Vestía tal como Jeremy le recordaba.

-Chico, tienes muy mal aspecto.
-No he dormido desde hace días. Estoy un poco nervioso.
-Bien, acabemos con todo esto. Un momento, he oido un ruido.

Por la única entrada al acantinado comenzaban a pasar hombres trajeados, de manera muy rápida, y armados con pistolas 9mm. Lanchas llegaban a la orilla y se bajaban hombres armados con metralletas y subfusiles. Los hombres rodearon a Jeremy, que al girarse, vio como Samuel había desaparecido literalmente. Todo había ocurrido muy rapidamente. Aquel anciano no habría podido escapar sólo. Finalmente, uno de los hombres trajeados, que parecía ser el líder, procedió a hablar.

-Saludos, Jeremy. Soy el agente McDaniels del FBI. Has descubierto un secreto que llevábamos años guardando para el gobierno de EEUU, y ahora lo has desvelado. No contento con desvelarlo, has cometido un delito aún mayor: entrar en la web profunda, y tratar de desvelar secretos de Estado. Por todo esto, debes saber que quedas detenido por conspiración contra el gobierno de EEUU.
-Un momento, ¿Cómo sabes todo eso? ¡Deberíais encargaros de cosas más importantes!
-Esposadle.

Varios agentes se abalanzaron de forma indiscriminada contra Jeremy, tirándole al suelo. Jeremy se intentaba revolver sin demasiado éxito, hasta que finalmente sucumbió. McDaniels se acercó a Jeremy y con la mano le levantó la cabeza para que le mirara a los ojos. Jeremy le escupió, y McDaniels pacientemente se limpió el esputo con un pañuelo que sacó de su bolsillo.

-Jeremy, debes saber varias cosas. Esta puerta es insignificante. No tiene ningún tipo de valor para el gobierno de EEUU.
-Entonces, ¿Por qué ocultais el portal?
-No es un portal. Son una serie de dibujos colocados al azar y sin ningún tipo de significado.
-Mientes. Son códigos para tratar de contactar con extraterrestres. ¡Admítelo!
-Está bien. Te diré lo que quieres oir. Esta puerta fue descubierta en 1912. El campesino que la encontró no sabía qué era, así que lo dejó estar. Pero desde su granja vio en varias ocasiones luces de colores desconocidos y oyó unos sonidos aterradores. Te imaginas lo que se desencadenó con esos sonidos…
-La 1º Guerra Mundial…
-No consiguieron dar explicación al fenómeno, pero supusieron que simplemente fue coincidencia. Pero Samuel estuvo presente cuando se abrió de nuevo la puerta, en 1933.
-La 2º Guerra Mundial…
-Samuel había estado dentro de lo que quiera que sea eso. Perdió la cabeza. Quizá debimos matarle, pero sabe perfectamente cómo abrir esa puerta, por lo que sabíamos que nos sería de utilidad. Ahora está a punto de morir por no saber ocultarla. Pero sé que no volverá a pasar. ¿Verdad, Samuel?

Samuel salía de entre los agentes, con los ojos llorosos.

-¡Rata!
-Jeremy, no quise traicionarte. Pero se me encomendó la tarea de ocultar la puerta a todo el planeta, y no podía dejar que un niño tirara todo el trabajo de una vida por la borda. Lo siento mucho.
-Samuel, ¿Podrías decirnos cuántas veces se ha abierto la puerta desde 1933?
-Ninguna.
-Y eso es gracias a ti, Samuel. Sabes abrir la puerta y aún así has sabido guardar el secreto a tu presidente.
-Me prometisteis muchas cosas, McDaniels, tú y tus predecesores, y no he recibido nada.
-Y nada obtendrás – inquirió el agente trajeado.- Sólo obtendrás la muerte por vejez. Ya no nos eres útil.
-Tan sólo prométeme que al chico no le haréis nada.
-No puedo prometerte eso.

Samuel levantó la cabeza rapidamente para mirar a McDaniels. Toda la vergüenza que sentía por la traición desaparecía, y se convertía en ira. McDaniels esbozaba una sonrisa desafiante. Aquel hombre de mediana edad sabía que tenía la situación totalmente controlada, o eso creía. Samuel se abalanzó sobre McDaniels, con inusitada rapidez, y comenzó a rodear con sus manos el cuello del agente. Al momento muchos más agentes apartaron a Samuel del agente, y uno de ellos le disparó en el cuello con su metralleta. McDaniels se levantó rapidamente y apartó a todos.

-¿Quién demonios le ha disparado?
-Yo, señor.
-¡Imbécil, le queremos con vida!
-Eh, le he defendido.
-Habría podido con él. Y ahora serás tú el que pague esto.

Un disparo a bocajarro a la cabeza del otro agente trajeado. Una simple pistola acababa con la vida de un agente que dio su vida a EEUU. Lo efímera que puede llegar a ser la vida en ocasiones. Lo fácil que es cambiar las cosas en cuestión de segundos. Esperar que cosas que no quieres que pasen, pasen, y cosas que deseas con toda tu alma no ocurran jamás. McDaniels esbozaba otra sonrisa mientras el cadáver de su compañero se posaba sobre la arena, y Jeremy gritaba y lloraba de miedo.

-Cargad al muchacho en una de las lanchas, ahora tenemos una vacante, ja, ja, ja. Y quemad la casa del anciano. No sobrevivirá mucho aquí sin atención médica. Se acabaron nuestros problemas. Ah, tirad el cadáver de Allen al mar.

En cuestión de minutos todos los agentes se habían embarcado en las barcas. El cadáver del agente era lanzado al mar a media distancia de la orilla, y Samuel observaba cómo su casa ardía, impasible a la lluvia. Samuel lo había perdido todo… Otra vez.

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