miércoles, 28 de noviembre de 2012

In Medias Res: Imitando a Chuck Palahniuk(parte final-epílogo)



Una trompeta, un piano, una guitarra acústica, y una batería que marca el ritmo. En este cuarto suena este cuarteto, que me hace estremecer la parte orgánica de mi ser de forma insospechada. Noto como bajo las placas metálicas los pelos de mi pecho se erizan. Noto como mi cara hace una sonrisa imprevista. Es pureza. Es mi alma. En el fondo, supongo que sigo siendo humano… por el momento.
McDaniels sigue sin aparecer, para dar la cara. Igor sigue aquí, pero ya no se acerca a susurrarme nada al oido. He conseguido que me tenga miedo, y me gusta. Y sin embargo, mi cuerpo se encuentra vacío, al no tener contacto con el exterior. Los doctores ya no me suministran sueros. Ya no sufro alucinaciones, ni tengo sueños. Las horas pasan, y no tengo nada por lo que vivir. Sólo me queda esperar, esperar mi momento, y cuando llegue, aprovecharlo.
Destruir a mi creador. Derribar sus nuevas torres de Babel, sus edificios acristalados, su insolencia a la máxima deidad. A mi. Pronto, muy pronto, me cobraré mi venganza. Y sus torres de Babel quedarán obsoletas, para crear mi gran arca, con el que viajaré a otros planetas, y con el que dominaré el universo. Pronto, muy pronto… Mi ejército de niños soldado, mi harem de mujeres menores de 30 años, mis consejeros extremistas que adoran cualquier tiempo antes que el actual… y mis esclavos, arios y albinos, sometidos por negreros negros, ironía dentro del sarcasmo de mi cerebro. Pronto la Tierra se volverá el ansiado Jardín del Edén. Sólo un hombre y una mujer, almas puras, se encargarán de repoblar el planeta con el gen del mañana, la mutación de mis investigadores. Un ADN que de el siguiente paso en la evolución humana, creación del primer Homo Superbius. Un mundo dominado por la soberbia y la competitividad es algo que me encantaría. Ejecución, acción, y dominación al débil. Puro capitalismo. Puro imperialismo. Joder, es algo que me encantaría ver acabado. Ver a los reptilianos, a los marcianos, a los eslabones perdidos del universo, esclavizados ante los Homo Superbius. Ante seres con cuatro piernas y cuatro brazos que dejan obsoletos al Vitrubio más optimista.

Si, pronto, pronto podré llevar a cabo mi plan de ejecución humano, mi plan de dominación universal, mi plan de evolución de la soberbia. Un mundo destinado a la autosatisfacción, al egoismo y a la autosuperación. Y lo peor es que no me preocupa.
Las luces se apagan de repente, y noto un frío extremo. Imaginen por un momento vuestro cuerpo desnudo sometido a una temperatura extrema, 40 º bajo cero, por ejemplo. Cierren los ojos y respiren hondo. Imaginen ese frío. Frío. Frío. Sientan como se entumece cada músculo de su putrefacto cuerpo consumista, y sientan como comienzan a perder extremidades debido a la congelación hasta que mueren. Por suerte, tengo placas metálicas que me cubren y me resguardan del frío tímidamente.
Veo al herrero en una esquina, iluminado por la luz que transmite la lámina de metal ardiente que golpea con su martillo, y las esquirlas que saltan del contacto de los aceros. Mi respiración provoca un vaho que se extiende por momentos como si se tratara de humo, por toda la habitación.
Quiero salir de aquí.
De repente, una incógnita enfrente mía, en la pared. Esa incónita se plasma en una cara, que se extiende hasta formar un cuerpo en la pared. La mujer incógnita. La zorra por la que he pasado todo este calvario. Estoy volviendo a mi génesis, y no se si agradecérselo o gritar por mi condenada alma. Y de repente, la nada.
Nada.
¿Qué opinas de los volcanes?
Ese herrero… me mira. Su rostro desprende un halo de luz, un halo de luz perfecto, al que me cuesta mirar. Me tapo los ojos, aún a riesgo de quedar indefenso, mientras Igor se acerca al herrero. Se arrastra, como el gusano que es. Tras esto, la luz se vuelve ténue, y quito las manos de mi cara. Igor se coloca a los pies del herrero, y mira hacia arriba, con los ojos acuosos. El herrero le mira impasible, y le levanta. Sólo dice cuatro palabras:
Dame tu fe, abrázame.
Y comprendo lo que esas cuatro palabras significan para mi. Es la pureza de mi ser. Mi último halo de humanidad. Mientras escuche esas palabras, sé que jamás caeré como un autómata más. Aún guardaré algo de voluntad, porque siempre seré eso, un humano. Un alma que sueña con las utopías, pero un humano al fin y al cabo. Ese herrero me ha devuelto la esperanza por la vida. La belleza en lo más insignificante se volverá ante mí, y me mirará con ternura y con amabilidad. Y volveré a creer en la raza humana.
Dame tu fe, abrázame.
Aquella mujer de ocho brazos… me observa. Sin apartar la vista de mí, se acerca al herrero, y le besa en el brazo en un gesto desinteresado de cariño. Un gesto de la máxima expresión de la pureza. El herrero se acerca a mí, sin soltar a Igor, y hace notar su cojera. Yo no me muevo. Me susurra al oido:
¿Crees en los volcanes? – Después pega a Igor a mi máscara metálica. – Dame tu fe, abrázame.
Desde la puerta se oyen golpes. Los agentes del FBI están intentando entrar. En ese momento, las luces de los rostros desaparecen, y muestran la máxima perfección. La definición de la belleza elevada al cubo. Una imagen que no podría describir ni el más audaz ser humano. Una perfección que nos haría ver esos rostros como algo feo, por nuestra incapacidad de comprenderlos. Un herrero, y una mujer de ocho brazos, que me miran. El yin y el yang. La furia del gesto del herrero, y el gesto maternal de la mujer. Vulcano, y Vishnu.

Vishnu se acerca, y me separa de Vulcano. Por fin, parece que va a explicarme todo esto, aunque sea una clase de teología.
-Desde el principio de tus sueños, hemos estado vigilándote. Eres una mente muy fuerte, capaz de aguantar situaciones extremas, y capaz de salvar a un amigo para castigar a otro. Has soñado cosas tan macabras que una mente humana acabaría loca sólo de mencionarlas. Pero siempre sacabas una conclusión: de las mujeres que esperaban el final de su ser dedujiste con gran acierto que el ser humano es capaz de cualquier cosa con tal de obtener su beneficio. Aquellas mujeres eran meras esclavas, tu enfoque iba destinado a aquellos hombres que esperaban su turno para miccionar. La máxima degradación del ser humano no es la liberación sexual, sino todo lo que lleva detrás: la destrucción de la familia, la doblegación de la mujer como un mero objeto sexual, y el ejemplo que daban a los jóvenes. Tu solución no era la acertada. La violencia no es la solución, y la muerte de esas personas a manos del toro simboliza tu misantropía. Los cocodrilos manchados con la sangre de su portador… criticando lo más podrido de su ser, su puro consumismo, el enfoque de su inconformismo a la posesión de los efectos materiales, en vez de la alimentación de su espíritu, o de su alma…
¿Cómo ha sabido todo lo que he soñado? Pero ha acertado de lleno.
-Los recortes en los periódicos eran interesantes. La gente mitiga su dolor mental provocando el físico. Siempre será así, porque el ser humano es una raza tan débil que no se atreve a afrontar sus miedos. Nosotros os creamos así.
Nosotros os creamos así.
Caos.
-Sabiamente salvaste a tu amigo en aquel juego de la muerte. Y dejaste al malvado en vida, porque sabes que la muerte es algo por lo que pasaréis todos, y que da el premio de la salvación. Preferiste condenar al que te hizo mal, y salvar al alma más pura que existió nunca. Y eso te honra.
Vulcano me mira con recelo, mientras Igor se mea encima por el miedo.
-Te tenían monitorizado. Con tus bases de datos, saben lo que has soñado y lo que has pensado en todo momento. Por eso plasmaron la masacre a Trípoli como un sueño, para monitorizar tus reacciones. Lo sé, porque yo se lo ordené. Y lo enfocaron en un sueño, porque tu primer sueño estaba estrechamente ligado con la destrucción de Trípoli. Los aviones que te rociaban Napalm, los aviones que soltaron la bomba. Y la muerte, acechando desde el acantilado, era una nube radiactiva en Trípoli. Tus amigos eran aquellos niños decapitados por la explosión. Y la mujer incógnita era aquella mujer a la que mataste antes de arrojar a aquel niño al pozo. Volviste a cometer los mismos errores, por tu soberbia, por aquello por lo que la raza humana estará condenada siempre. No eres diferente a los demás, simplemente sabes demasiado, porque tu primer sueño profetizaba Trípoli, aunque no lo supieras. Tu segundo sueño profetizó el golpe de Estado en España. Al condenar su cultura mezclando su emplazamiento con la depravación, dejaste claro que querías un cambio que estaba a punto de producirse. Tu toro ficticio, es el general que ha derrocado la democracia. Querías imponer tu criterio, y ahora España está condenada. Al resto de sueños te inducimos nosotros, para contemplar con detenimiento tus reacciones y tus acciones. Pero hay uno al que no. Y lo vas a retomar desde donde lo dejaste.
De su mano aparece una jeringuilla, y me inyecta el suero. Ahora sueño…

Abro los ojos.
Me encuentro besando un cuello, de forma tímida y desacompasada. En aquel centro comercial. En mi mano, aquella entrada para la película de Kate Hudson. En mi otra mano, la mano entrecruzada de mi alma gemela. Los pelos de su cuello erizados, esperando de nuevo el contacto de mis labios. Su respiración agitada por la intensidad del momento. La gente pasa desapercibida, mientras para nosotros se para el mundo. Ella me mira, mientras una lágrima cae de su pupila, y la recojo con mi dedo índice. La belleza en estado puro. Arrojo mi entrada al suelo, y enredo sensualmente mis dedos entre sus mechones castaños. Me encanta jugar con su pelo. La tranquilidad se instala de nuevo en mi ser, mientras ella me sonríe y sus carrillos se sonrojan. Me coge de la mano, me besa el torso de la mano, y extiende mi mano sobre su aniñada cara. Sus pecas desaparecen ante el sonrojamiento de su cara en contacto con mi piel, y noto como todo su cuerpo se estremece de nuevo, viendo como algunos pelillos rubios de su cuello vuelven a erizarse. Doy un sorbo a mi refresco, mientras contemplo su preciosa sonrisa, de la que me enamoré, y que jamás podré olvidar por muy autómata que me vuelva. Porque la amo. Y siempre lo haré.
Mis ojos dejan de enfocar, y me vuelvo al cuarto en el que se encuentra mi ser. Vishnu me mira sonriente, mientras Vulcano vuelve al trabajo con los metales, e Igor solloza en una esquina.
Tras ello, vuelvo al sueño, donde mi alma gemela desapareció. Estoy solo, en un edificio extraño.  Miro mis manos, ya no queda nada de ella. Me siento en un banco de piedra, enfrente de una puerta cerrada. A mi alrededor, un pasillo enorme, con ventanas. En un extremo, unas escaleras que dan al piso superior, y una cancela que da paso a una librería. Al otro lado, más bancos de piedra, y al fondo, una tarima de cedro que recubre la pared. La cantidad de corchos y de ventanas en las paredes no dejan ver los azulejos medio caidos debido al deterioro que ha sufrido el edificio. En una columna, una papelera asolada, y encima, un cartel que defiende el derecho a manifestación.
De repente, la puerta se abre. Sale gente que no conozco, que me es extraña, y que no me inspira confianza. Y de la nada, veo que sale Rodolfo. Sale con los ojos llorosos, y se abre paso entre sus compañeros. Tras él, casi corriendo, una mujer a la que no conozco, que le llama, sin obtener la respuesta de mi amigo. Voy tras ellos, adelanto a la muchacha, y llego a Rodolfo, que sale a la calle.
-Rodolfo, amigo mío… ¿Qué te ocurre? Creí haberte matado…
No obtengo respuesta. De hecho, ni me mira. Sólo se esfuerza en tapar su cara, y en secar sus lágrimas con su cara. La voz de Vishnu me dice:
-Rodolfo no puede oirte. No puedes hacer nada. Eres un mero visitante.
Rodolfo llora, se vuelve rojo de ira y golpea el retrovisor de un coche, arrancándolo de cuajo por la tansión del momento. Se arrodilla al lado del coche mutilado, y trata de tranquilizarse. La chica llega al lado de Rodolfo, con un gesto desencajado de incomprensión mezclado con miedo. Ella le toca el hombro derecho, y él aparta su mano rapidamente, mientras se incorpora. Las lágrimas cesan, y Rodolfo se seca lo poco que queda en sus mejillas. Ella deja esbozar una lágrima tímida de su globo ocular, y tartamudea al ver a su amigo tan extenuado por el autocontrol de su ira. Rodolfo se gira, y mira de lleno a su amiga.
-Rodolfo, ¿Qué ha pasado? ¿Qué te pasa?
Rodolfo no contesta. Sólo mira al suelo, y continúa con sus ejercicios de autocontrol. Las venas se notan en el torso de su mano, mezcla de la delgadez y del exceso de fuerzas aplicadas. Sus nudillos se vuelven rojos como el acero,a punto de expulsar el humo típico de la acería de Vulcano. Y se marchó, sin decir adiós. Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Rodolfo estaba destruido por dentro. No quedaba nada del ser puro al que salvé. Esto no hace más que darme la razón. La vida humana no es más que una condena por nuestros pecados anteriores. El amor es lo más bello que existe, pero es un sentimiento autodestructivo. Te otorga unas pocas felicidades a cambio de muchas desgracias. No es justo de ninguna manera recordar durante el triple de tiempo a una persona del que estuviste con ella. No es justo, y ninguna cabeza lo comprende. Si hay algo peor que el amor, eso es la nostalgia. Van juntas de la mano, y te consumen hasta llevarte al colapso corporal. No duermes, no comes. No vives, en definitiva. Mueres poco a poco mientras recuerdas los preciosos momentos que viviste junto a la persona amada, mientras la vida pasa ante tus ojos. Y mientras tú mueres por dentro, esa otra persona ya está con otro alguien. Con otro ser. Y tú mueres un poco más. Y te das cuenta de que todo pasa por algo. Acabas pensando que podrías acabar con todo. Toda tu concepción mental puede aliviarse a través del dolor corporal. Y ahora lo entiendo. Las guerras, el hambre, la muerte… El ser humano necesita de eso para evadirse de su propia existencia. Necesita la desgracia, necesita una historia que sea contada. Rodolfo veía sus posibilidades reducidas a cero, y decidió irse, marcharse, para olvidarse de ella. La mintió, la engañó, para alejarse de ella. Y eso sólo le trajo más dolor. Pero su cobardía no le permitirí infligirse dolor físico, por lo que recurrió a otros métodos. Y mientras moría poco a poco, nos sorprendía viendo como se levantaba con cada hostia que le daba la vida. Nos sorprendió con cada forma de levantarse, aún malherido. No se reponía de un golpe cuando le venía el siguiente, y acabó al borde de la autodestrucción mental. Sin olvidar pero completamente olvidado. Tumbado en su cama, arropado hasta el cuello, con ese miedo a salir a la calle, con ese miedo a que te vuelvan a herir, sollozando como un crío al que le quitan su juguete favorito. Por eso le maté. Por eso acabé con su vida, porque no se merecía ese calvario.
Vishnu me mira. Me comprende. Entiende mi razonamiento, y me mira con dulzura. Igor me mira, con las pupilas consumidas por el llanto, con sus ojos desorbitados por el esfuerzo, y con el cuerpo practicamente deshidratado por la pérdida de líquido. Vulcano lo mira, agarra su yunque, y se acerca a Igor. Tras observar detenidamente su cuerpo, reacciona.
-Requiescate in pace.
Y de repente, ¡Plof! El yunque comprime con el golpe la cavidad craneal del ruso. Un golpe tras otro, hasta que se reduce a añicos. Un ojo rueda por la habitación, mientras la lengua es aplastada por los restos de mandíbula. Por fin llegó el ansiado momento de Igor. Por fin podrá reunirse con su familia, con su querida familia. Por fin podrá pedir disculpas a su familia por la tortura a la que fue sometida, y por fin podrá ser feliz en lo que quiera que nos espere después de esto.
Vishnu llora, porque sabía que esto tenía que pasar. El final predestinado de todo ser humano. Lo peor, lo peor es que no me preocupa.
-Esto no acaba aquí. – Me dice Vishnu. – Aún te queda mucho camino por recorrer. Cierra los ojos.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
El punto 0.
El punto de partida.
Aquel despacho de hipnotizador. No puede ser, he vuelto al comienzo de todo este tortuoso camino.
Caos.
Salgo del despacho, asustado, sin que el hipnotizador se percate de mi ausencia. Bajo las escaleras, y salgo de aquel bloque de pisos. Al cruzar la puerta, no doy… a la calle. Es un local, un local de fiesta. El local de fiesta donde vi por última vez a mis amigos. En una televisión, aquella película de Kate Hudson que vi en el cine con mi alma gemela. En un lateral, una mujer tumbada, con un tubo adosado a su boca, y gente esperando su turno para la descarga. Como fondo suena Skrillex, y en un puestecito, una ristra de periódicos. Abro uno, y lo ojeo rapidamente. Gente que mitiga su dolor espiritual con el físico. Gente que mitiga su dolor mental causándole un dolor mayor a sus semejantes. Abusones víctimas de acoso sexual que destruyen el futuro de jóvenes que se tiran desde puentes a las autopistas. Gente que mitiga la pérdida de su amada en orgías sadomasoquistas, y que acaban con la cabeza esparcida por el suelo ajedrezado. El colmo de lo bizarro. El colmo de la desfachatez. Es el ser humano. En portada, Trípoli. Casualmente, un avión lanzó una bomba y destruyó aquella ciudad con tanta tradición. En una columna, una noticia breve: ha sido avistado en las ruinas de la ciudad un cyborg.
Supongo que ahora me llamarán así.
Y en contraportada, dos caras. Y un parte documental con los casos de cada cara. Rodolfo y Daniel. El periódico somete a votación quién debe morir.
Todos mis sueños y todas mis vivencias se vuelcan sobre mi última esperanza, una última esperanza que me está llevando al borde de la locura.
En el fondo, Igor. Igor ha sido crucificado, pero no tiene cabeza. En su lugar hay un felpudo que pone: bienvenido a casa, cosido a sus hombros. Sentados en un sofá, Vishnu y Vulcano, observándome. Mis amigos en un lateral comentando la historia de Daniel: con trece años se metió una zanahoria por el culo, y tuvo el valor de comérsela. Y al otro lado, la mujer incógnita. En esta ocasión, con el pelo azul. Cada vez que revivo el sueño tiene un peinado y un color diferente.
Tubos.
Los tubos desbordan, y asfixian a las esclavas. Una absoluta aberración de la liberación sexual atenuada por el caos que se cierne sobre mi ser.
Caos.
Las mujeres intentan huir arrastrándose, pero todo se sale de madre. La gente que esperaba su turno olvida los tubos y comienza a aprovechar el momento para su liberación, para su autosatisfacción. Ellas mueren. Y de la nada, se libera la vaquilla. Y yo, yo salgo de la sala. Mis amigos también, menos Rodolfo, que inevitablemente… muere.
Muere.
Un cuerno le ha atravesado el tórax ante mis ojos. Corro hacia la sala de nuevo, pero ya es tarde: Vishnu cierra desde dentro, y pierdo de vista a mi amigo. Al llegar al pomo de la puerta, la puerta desaparece, y se vuelve un muro de hormigón. Mi cara torna en llanto, y mi llanto contagia a mis amigos. Rodolfo se ha quedado dentro. Y Vulcano. Y Vishnu. Ni tan siquiera el cadáver manipulado de Igor se salvará. La oscuridad se cierne sobre mí. El bosque al que hemos salido, se torna cada vez más demoníaco y aterrador. David me toca el hombro, y me pide que me ponga de pie. De la nada, en mis manos, un cuchillo.
Su pulmón izquierdo, su hígado, su corazón, su ojo derecho, sus gemelos… Todos son víctimas de mis puñaladas. El resto correrá la misma suerte. Mi persecución por el bosque se torna fácil, es como si lo conociera desde siempre. Si… Ahora lo comprendo. Es producto de mi imaginación, de mis sentimientos no exteriorizados, y ahora los mataré a todos. Es el primer paso para la dominación del universo, destruir la alienación de mi propio ser, aquello a lo que me apego. Daniel muere. Y Samuel. Y Juan. Y Arturo. Todos. Por mis manos. Y ahora, sólo me queda apresar a la mujer incógnita, la puta que me ha metido en todo esto.
Noto como su respiración se vuelve agitada por momentos. Noto como mira hacia atrás, y se tropieza con la rama que yo he creado. Pero no quiero apresarla, porque acabaremos donde finalizó mi libertad. Los árboles cambian de forma. Los abedules, los chopos, los sauces, desaparecen, y se vuelven escenas de mi vida. El abandono de mis padres, la soledad de mi ser durante toda mi vida, la humillación de ver como todos tenían chica y curro menos yo… Mi locura. Mi enfermedad. La mujer incógnita está acorralada, y ahora va a pagar todo el daño que la sociedad me ha provocado. Como el matón víctima de abusos sexuales por su padrastro, como aquel joven enamoradizo que no pudo soportar la pérdida de su ex novia Paula, como aquella pareja que no encajaba en la sociedad, y decidieron hacer el amor por última vez mientras de las venas de sus muñecas emanaba la sangre del creador. Por fin llego a la mujer incógnita, y la tiro al suelo con violencia.
1, 2… hasta 6 puñaladas mortales por todo su cuerpo. Voy a asestar la séptima. Es mi momento, y me liberaré de todo este mal. Levanto el cuchillo por última vez, cuando de repente… La incógnita desaparece. Mi alma gemela. Acabo de matar a mi alma gemela. Aquella hermosa chica pecosa que me enamoró con su mirada que atraviesa. Con su sonrisa que te hace tartamudear. Con su pelo lleno de mechones pelirrojos ténues. Acabo de matar a lo que más he querido en toda mi vida. Acabo de matar a la ilusión más perfecta que una cabeza humana podía imaginar. No, no he matado a nadie. No he matado a nadie más… que a mí mismo.
Quién yace en el suelo es una joven hermosa. Es la pureza de mi ser. Es el antónimo de lo que soy. Yo soy un monstruo, soy un ser absolutamente irracional, que se mueve por impulsos y que destruye todo lo que hay a su alrededor. Acabo de matar la bodad que había en mí mismo, esa era la metáfora que Vishnu quería enseñarme. Todas estas calamidades y atrocidades en mis sueños eran para demostrarme que era yo quién moría en cada momento. Incluido en Trípoli, quería morir al quitarme la máscara. De forma involuntaria lo asocié a ello. Quería morir, y no me atrevía a dar el paso. Me da pena que se afine el valor en la batalla. Mi batalla interior. Y he perdido. Fui incapaz de ver la evidencia delante de mí.
Pero ahora, delante de mí, veo la mejor evidencia posible. Si, ahí está, el acantilado. El final del sueño que me ha llevado a todo esto. Me acerco y me asomo por él. Y ami lado, la muerte.
¡Y VERÉIS EL RESURGIR PODEROSO DEL GUERRERO, SIN MIEDO A LEYES NI A NOSTALGIAS! ¡Y LO VERÁS CAER UNA Y MIL VECES, Y LEVANTARSE DE NUEVO CON LA PURA BANDERA DE SU RAZA!
Ahora afrontaré la misión más importante de mi vida. Acabar conmigo mismo. La muerte me mira, con sus ojos saltones, provocativa, paciente. En mis manos, aún el cuchillo. En mi cabeza, Disturbed. Y en mi corazón, la nada.
Nada.
Ahora puedo dar el salto. Ahora no necesito que la muerte me de el empujón. Me tiro, y caigo. Las rocas afiladas me atraviesan, y sobre mí, ningún avión. Ya no hay napalm. Ya no hay estrellas fugaces. Sólo la muerte, que me sonríe, y espera, como un ave de carroña. Mientras toso grande, y sufro convulsiones, veo en el horizonte, como la hermosura que se aleja de mi ser, dos mundos. Dos mundo que se acercan, y que chocan. Una explosión final, que destruye ambos mundos, y que con la onda expansiva me desintegra, pero tengo el tiempo suficiente para cerrar los ojos.

Abro los ojos.
Vishnu no aparta la vista de mí. Sé que ella ha provocado mi sueño. Sé que ella me está torturando. Sé que…
-Yo no he provocado nada. Han sido tu sinceridad y tus sentimientos los que provocaron ese sueño.
Genial, ese es el futuro que quiero. Y lo peor es que no… No, si me preocupa. Ya no distingo el dolor del placer, pero ahí parecía tenerlo tan claro…
-Aún puedes salvar tu alma.
-Dime cómo.
-Tan sólo dos sueños más. Cierra los ojos.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Rodolfo no contesta. Sólo mira al suelo, y continúa con sus ejercicios de autocontrol. Las venas se notan en el torso de su mano, mezcla de la delgadez y del exceso de fuerzas aplicadas. Sus nudillos se vuelven rojos como el acero, a punto de expulsar el humo típico de la acería de Vulcano. Pero en esta ocasión, Rodolfo no se marcha. Rodolfo no dice adiós. Rodolfo afronta sus miedos, y vuelve a demostrarme porqué confío tanto en él.
-Rodolfo, no quiero que estés enfadado conmigo. Eres una persona muy importante en mi vida, y no quiero perderte…
-Rocío, no me des más esperanzas. Sé que todo son mentiras. Simplemente, hazme un favor. Ayúdame a olvidarte. Dame el valor que a mí me falta.
-No lo entiendo.
-No necesito que lo entiendas. Simplemente quiero que te alejes de mí. Sabes que jamás volveré a este lugar, y, aunque en mi cabeza siga pensando en todos vosotros, debes ayudarme a alejarme de ti.
-Pero tú eres mi amigo, y no quiero perderte. Es muy egoista obligarme a decirte adiós, cuando no quiero.
-Vemos las cosas de diferente manera, y nunca me entenderás. Para ti soy un egoista, y yo veo esto como una de las cosas más duras que haré nunca. Y sé que me arrepentiré, pero no creo que deba volver a verte.
-¿Pero por qué no?
-¡PORQUE TE AMO!
El silencio se instaló en aquel aparcamiento. Rocío se quedaba quieta, como la estatua más bonita que puedas imaginar. Rodolfo no esperaba una respuesta. Rodolfo ya no esperaba nada.
-Y sé que por tu parte no es igual.
Rodolfo echaba una última mirada a Rocío, y se daba la vuelta, conteniendo las lágrimas, y se alejaba, apesadumbrado, derrotado, fracasado.
Una mano.
Una mano, que se entrecruza con otra. Una mano, que espera la respuesta de otra. La llamada del amor.
-Tú no te vas a ningún lado sin mí, porque yo también te amo.
Rodolfo se daba la vuelta, y veía de nuevo a Rocío, sonrojada y sonriente. Y llegaba. Por fin llegaba. El beso perfecto. Unos labios, en contacto con otros labios. La belleza de un mundo que se para, la belleza de un mundo que comprende por fin para lo que fue creado. El beso perfecto. Ella agarra el cuello de él, y él posa sus manos en la cintura de ella. Y se dejan llevar. No se separan. Llebaban tanto tiempo esperando esto, tanto tiempo… Que no quieren que acabe. Y nunca acabará, porque este es el final perfecto al cuento de hadas. El final perfecto, mi final perfecto. Dos almas puras en perfecta simbiosis. El beso perfecto para la pareja perfecta. Supongo… que este es el final que todos queríamos para esta historia. En un película, después de todas las atrocidades plasmadas, ver este final sería el mayor timo de la historia del cine. Pero mi cabeza funciona así, qué le voy a hacer. Al final seré un romántico, como aquel loco amigo mío que publicaba historias en un blog que nadie leía, que escribía poemas de desamor y que tenía tiempo para dedicarse a la filosofía de su propio ser. Al final, resulta que soy un romántico.
Y lo peor es que no me preocupa, porque he sido testigo del beso perfecto. Del final perfecto. Y ahora, por fin, y sin miedo. Cierro los ojos.

EPÍLOGO

Abro los ojos.
Me encuentro en un bosque, solo. Una llovizna moja mi cara, mi cuerpo, sin prótesis metálicas. Una lluvia fina, pero continua. Una lluvia de esas que enamoran. Y una niebla que me impide ver delante de mí. Una canción que me suena. Amy Lee canta, y es un hombre el que la acompaña. Quizás sea… Broken, de Seether. Me acerco al sonido, que suena cada vez más fuerte. Más fuerte, más fuerte, cada vez más. Y enfrente mía, un lobo. Un lobo, que mueve la boca como si fuera él quién canta. Sus ojos amarillos me aterran, pero a la vez me dan la tranquilidad que necesito. Lo amo. El lobo corre, y lo sigo a ciegas, sin saber a donde me lleva. No necesito saber nada más de él, porque sé que ese lobo es, en definitiva, la reencarnación de mi bondad. La bondad que me aterraba mostrar. La pureza de mi alma.
Dos puertas.
Delante de mí, dos puertas. Y al lado, dos mujeres, una flanqueando cada puerta, con una incógnita en su cara. Una incógnita en su cara, otra vez. Miro a ambas chicas, sonriente, sin saber a quién debo escoger. El lobo me mira, y continúa su marcha, hasta llegar a una tercera puerta. En esa tercera puerta no hay nadie, sólo está el lobo. Miro a ambas chicas, y tomo la decisión correcta.
Tomo la decisión que me recompensará el resto de mi vida.
Decidí vivir a gusto conmigo mío, y atravesé la puerta junto al lobo de mi bondad, donde me esperaba Vishnu, preparada para decirme: “dame tu fe, abrázame”.



…….


……….


Entro en parada cardiorrespiratoria.

viernes, 23 de noviembre de 2012

In medias res: Imitando a Chuck Palahniuk(parte VI)

Ya no duermo.
Desde que vi aquella ciudad masacrada, desde que vi a todos esos cadáveres, desde que vi toda aquella destrucción provocada por el ser humano… ya no duermo. Me están sometiendo a terapia de choque, para expulsar toda la contaminación que entró a mi organismo al quitarme la máscara metálica. No estoy seguro de lo que me hacen, pero sé que nadie se atreve a tocar mi cara sin guantes. Estoy enfermo. Ya lo estaba, pero las enfermedades mentales se aceptan hasta cierto punto. Un ser humano puede masacrar toda una universidad con una escopeta recortada, pero al declarar enagenación mental, será la penita del jurado, y sólo irá a un manicomio. Un ser humano puede secuestrar un autobús lleno de niños y estrellarlo a una sinagoga, que sus vecinos se limitarán a decir: “no nos lo esperábamos, era un buen chico, siempre saludaba”…
Es curioso, ya hablo de seres humanos. Ya no me considero uno de ellos. Gracias a ellos, ahora soy un ente superior. Han creado a la mayor máquina de destrucción jamás vista por el hombre, y será esa máquina la que acabe con todos ellos. Los esclavizaré, y dominaré la raza humana. Ya no sueño. Y cuando tenga a todas esas masas de carne a mi merced, los exterminaré como hacen ellos cuando pisan a las hormigas. Sólo dejaré vivir a los más aptos, a los cuales convertiré en mis propias hormigas obreras. Tendré a los mejores doctores y especializados en ADN, y les obligaré a mutar seres humanos para crear seres perfectos como yo. Les obligaré a experimentar con sus propios familiares. Y al que se niegue, le destruiré el cráneo con mi propia mano.
Las cobayas serán mujeres, niños, pero jamás hombres. Los niños son volubles, y podré cambiar su voluntad a mi antojo. Podré convertirles en los soldados más preparados del mañana. Podré enfrentarles entre ellos para mi propio divertimento,  podré obligarles a atacar a sus propios padres. Con las mujeres no será diferente, simplemente necesitarán algo en qué creer. Así que inventaré la leyenda de un grupo de resistencia, y así tendrán a sus héroes. Sus falsos héroes. Como sus falsos dioses. En cuanto a los hombres, sus destinos serán muy diferentes. Crearé con sus mujeres especímenes de cuatro brazos y cuatro piernas, y ellos serán el gran aporte. Y les obligaré a mirar cómo mutamos a sus esposas e hijos, y les obligaré a mirar como el contacto de sangres no compatibles lleva al colapso a su querida esposa.
La Tierra podrá vivir perfectamente sin seres humanos, pero no podrá vivir sin hormigas. Un día la Madre Naturaleza se sublevará a la creación más inútil de la superficie. Yo seré simplemente el portavoz. Simplemente usaré como pretexto esta excusa. Pronto, muy pronto, podré volver a respirar aire puro. Pronto podré pasear por los viñedos de la Toscana, con una ardilla en mi hombro, y con un ciervo lamiéndome la prótesis metálica que tengo como mano. Crearé un edén, y después… lo esclavizaré.

Llevo sin ver al agente McDaniels semanas. Desde que estalló el Golpe de Estado en España, no he recibido noticias de él. Igor se mantiene alejado de mí. Sólo se acerca por las noches para susurrarme al oido: “Dame tu fe, abrázame”. Maldito ruso maníaco, pronto tendrás tu merecido: una preciosa y ardiente viga de metal incrustada en tu ojete. Me voy a cobrar tu sangre, por intentar comerme, maldito bastardo.
El lugar donde me tienen aislado es diferente al de la última vez. Es una sala acolchada, e insonorizada. Sólo se acercan a mí para suministrarme lo que ellos llaman curas, pero que sólo hacen retorcerme por dentro de dolor… o de placer. La persona a la que más veo es a Igor, lo cual es bastante triste teniendo en cuenta que será mi primera víctima. Sin embargo, aún sin tener sentimientos, aún sin necesitarlos, me encuentro… vacío. Quizá todo lo que creo pensar es una alucinación de mis bases de datos para doblegarme y convertirme en un autómata. Quizá todos mis sueños son alucinaciones creadas por ellos para prepararme para lo peor. No lo sé. Lo único que sé, es que ahí viene el doctor que me suministra el suero. Ahora sueño…

Abro los ojos.
Me encuentro en una sala a oscuras, sentado, con una sensación de tranquilidad instaurada en todo mi ser. A mi alrededor, la nada.
Nada.
Una pantalla se enciende delante de mí, y veo dos caras muy conocidas. ¡Son mis amigos Rodolfo y Daniel! ¡Qué alegría verles! Rodolfo, pelo castaño, ojos marrones, de compostura fuerte, una de las mejores personas que conocí jamás. Daniel, rubio, ojos azules, en un estado casi famélico, una persona que pasó por mi vida sin dejar huella. Bajo sus fotos, un informe de sus situaciones:

Rodolfo, enamoradizo empedernido, busca una chica que le haga feliz. Propenso a sufrir rupturas de corazón. Propenso a creer rapidamente en las 2º oportunidades. Propenso a la broma fácil y resultona. Propenso a la lectura y escritura caótica. Propenso a confiar en quién no debe.

David, ególatra alocado, busca un amigo que le encuentre una chica. Propenso a no apreciar lo que tiene. Propenso a ahogarse en un vaso de agua cuando la situación se pone adversa. Propenso a las bromas faltonas y de mal gusto. Propenso a la analfabetización de su ser. Propenso a confiar en quién no debe.

Una pregunta en la pantalla: ¿Quién merece vivir? Y ante mí, un pulsador con una R inscrita, y un pulsador con una D. Recapacitaré.
Rodolfo estuvo ahí siempre que lo necesité. Me escuchó, me aguantó y me aconsejó. Nunca puso una mala cara y, aunque se pasaba con sus bromas, rapidamente pedía disculpas. Daniel se desentendía de todo lo que pasaba a su alrededor, y engrandecía su dolor por encima del de los demás.
El ser humano se victimiza. Se autoconvence de que es la mayor víctima del universo. Ya pueden haberte despedido, dejado, o simplemente haberte hecho daño en un dedo con el pico de una mesa, porque nuestro daño siempre será mayor que el de los demás. Da igual que tu vecino tenga una enfermedad terminal, porque a ti se te ha acabado el tomate para los macarrones, y, obviamente, eso es mucho más importante que prestarle el hombro a tu vecino. Siempre usamos nuestras desgracias como una historia. La historia de nuestras vidas, la historia de nosotros mismos. Y nuestra historia debe ser mejor que la de nadie. Hubo un maestro que dijo: “hay historias que consumes, las haces grandes, las utilizas a tu antojo. Pero hay otras historias que te acaban consumiendo a ti”. La historia de nuestras vidas. La historia de nosotros mismos. Y ahora puedo consumir una de estas dos historias.
Rodolfo sufrió el desengaño del amor. No hubo rencor por su parte, sólo el típico en estos casos. Se esforzó por olvidar, y se esforzó por volver a sonreir. Se esforzó por no volver a ser el que era antes, y nos dio a todos una lección de cómo se deben hacer las cosas. Aún con todo lo que pasó, guarda mucho cariño a la persona que le hirió, y siempre se lo guardará. Tiene una cabeza envidiable, por su capacidad de razonamiento, y de síntesis, y de deducción. Por ello, consciente de que muchas cosas de las que hizo estuvieron mal, se arrepiente, y pide perdón. No se merece lo que le ha pasado.
Daniel sin embargo, se merece todas y cada una de las desgracias que le rodean. Yo le conseguí lo que más quiso. Ni tan siquiera lo hizo él. Yo le lancé a los brazos de aquella chica, y no me lo agradeció. No me da ninguna pena. Al igual que no me da pena el hecho de que se encierre en su cuarto a llorar. Jamás me he sentido tan vivo como en el momento que me dijo que no le vería más. Espero que llore lo que no ha llorado nunca, porque a mí no me va a joder. No le debo nada a ese desagradecido, y a mi me debe su momentánea felicidad.
Visto lo visto, debo decidir a quién debo matar. Y mi decisión está clara. Pese a lo que pueda parecer, mi elección de cara a la morgue es Rodolfo. ¿Sorprendidos? No deberíais. Un alma tan pura jamás debería sufrir el tipo de cosas que ha sufrido él. Un alma tan pura como él debe ser feliz, y Dios sabe que el ser humano es incapaz de ser feliz. Un alma tan pura me estará esperando en el cielo con los brazos abiertos, para ver el fin de los días. No, Daniel se merece caer en este mundo asolado por la avaricia y el rencor al prójimo. Por tanto, el que debe morir, será Rodolfo.
Pulso el que tiene una R, y Rodolfo, como por arte de magia, arde. Arde ante mis ojos. Aparto la vista para no mostrarme débil, mientras Daniel me agradece lo gran amigo que soy, sin saber que le he condenado.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Igor me mira de forma interesada. Me levanto y le arrincono en una esquina de la habitación, y le agarro del cuello. Podría matarle en este preciso instante, acabar con su efímera existencia, y devolverle con su familia asesinada por los rusos. Pero… no lo haré. Ahora lo he comprendido. La muerte es un premio. La muerte es el premio para todos aquellos que no se merecen una vida tan insustancial como la terrenal. La muerte es lo mejor que te puede pasar. Pasar de ser una sustancia orgánica con defectos, a ser un ser omnipresente y perfecto. La muerte no es el final, sólo una transición. Es el regalo por todas las penurias que hemos de vivir. Igor no merece ver a su familia aún, así que le mantendré con vida… de momento.
Aparto la mirada de Igor y veo en otra esquina un yelmo. Un yelmo, y un hombre dado la vuelta. Es cojo, medio calvo y de complexión fuerte. Golpea con fiereza una lámina de metal colocada encima, y parece ausente a todo lo que le rodea. Me acerco a él con precaución, y al tocarle el hombro, dice: “¿Qué opinas de los volcanes? Dame tu fe, abrázame”.
El herrero desaparece.
Entro en parada cardiorespiratoria.

lunes, 19 de noviembre de 2012

In Medias Res: Imitando a Chuck Palahniuk(parte V)



Una voz dulce y melodiosa resuena en mi cabeza. Una voz que me susurra: ven, bésame. Una voz que me pide desatarme de todo esto que me consume poco a poco. Estos grilletes en forma de prótesis de metal. A mi alrededor ya no hay tubos.
Han pasado 7 meses desde mi último sueño. Desde entonces, no he vuelto a tener pesadillas. Sólo me he concentrado en mi adiestramiento. Supuse que cuanto antes empezara antes me soltarían. Me equivoqué.
De mis piernas se disparan balas, cañones y gas. El caos que provoco en la sala de tiro es tal que el agente McDaniels me felicita a cada cañonazo acertado en diana. Ni siquiera Igor se atreve a acercarse. Supongo que al recubrirme de forma semicompleta por metal ya no me encuentra atractivo. Ya no sueño.
Y lo peor es que no me preocupa.
Miro a mi alrededor y ya no veo caras de miedo. Veo gente que me felicita por mi trabajo, por mi recuperación tan rápida a las torturas a las que me han sometido. Dicen ser mis amigos. Dicen ser mi familia. No. Mi familia me maltrataba, me humillaba, pero no iba bateada. Mi familia me ignoraba. Aquí no puedo dar un paso sin que dos científicos tomen notas. Es frustrante todo esto.
Ya no necesito dormir. Como el ser perfecto que soy, estoy por encima de las necesidades mundanas humanas. Así que ya sé lo que haré: voy a dejar que piensen que soy su arma, para que cuando menos lo esperen, en pleno combate me vuelva contra ellos y así me convertiré en el emperador mundial. Soy la máquina de matar definitiva. Soy el ser perfecto. Pronto, me convertiré en el Dios de la muerte.

La última placa de metal, la que cubrirá mi cara. Se nota ligera, por suerte. McDaniels dijo que me había convertido en la mayor creación del FBI: un cyborg autosuficiente sin sentimientos. No contaron con que yo también tengo mis aspiraciones. Algún día las máquinas acabaremos con esas masas flácidas de carne. La propia tecnología que ellos crearon, se volverá en su contra, y les esclavizará. Si, mi momento álgido será cuando le meta a Igor por el culo un asta de bandera. Nadie probará mi sangre. Nunca más.
Como máquina que soy, respondo a impulsos de bases de datos. En ocasiones no puedo controlar esos impulsos, y me lleva a recuerdos del pasado. Pero no tengo constancia de haberlos vivido. Quizá… Quizá sean fragmentos introducidos por mis modeladores para provocarme mayor dolor… o placer… Pero así supongo que pretenden mi total control y doblegación. Ilusos…
Viene un hombre bateado con un suero. Ese imbécil piensa que aún puede inyectarlo. Me sonríe, pero más amplia es mi sonrisa. A pesar de reirme a carcajadas, ese hijo de puta consigue vaciar la jeringuilla, por un lugar que no conozco. Ahora sueño…

Abro los ojos.
Encuentro mi cuerpo recubierto de metal caminando por el desierto. No parece costarme mover tal cantidad de peso, por lo que continúo subiendo y bajando dunas. Un escorpión me mira, y con su aguijón me amenaza. Sin más contemplación le piso, y le hundo en la arena. Aprieto fuerte, mientras en mi cabeza suenan los gruñidos del animal. Mi cabeza es la que imagina esos ruidos. O quizá es mi base de datos. Al levantar el pie, veo al animal. No se mueve, porque está muerto de miedo. Le agarro con una mano, mientras el animal suelta sus últimos gritos de agonía frente a su muerte inminente. ¡Plof! Aplastado con mis manos. Mi cara esboza una sonrisa que nadie verá. Mi máscara metálica me da más calor del esperado, pero no me preocupa. Después de todo este sufrimiento, no voy a renunciar por un poco de calor.
Mi marcha prosigue sin que me de cuenta, y me quedo a las afueras de una ciudad. Cierro los ojos, y al abrirlos, me dejo caer al suelo. Me espera una máxima relajación, sólo interrumpida por el vuelo de unos aviones. Sobrevuelan el lugar donde me encuentro, y continúan su marcha hasta la ciudad. Al incorporarme, visualizo como uno de ellos suelta algo de su interior. Los otros dos se dispersan en diferentes direcciones, mientras el primero emprende su vuelta. Me pongo de pie, y tras un instante… Una explosión.
Caos.
Una nube de polvo me tapa la vista. Por suerte, dura lo suficiente poco como para que no me sienta amenazado. Trato de limpiar el polvo de mi visera, pero es inútil. Por tanto, me quito la máscara metálica y dejo mi rostro al descubierto. Soplo la zona ocular con fuerza, hasta que consigo que parte del polvo desaparezca. Pero toda mi coraza está manchada de la misma forma. Me coloco la placa y prosigo mi marcha hacia la nube de polvo.
Y de repente, la nada.
Nada.

La nube de polvo comienza a disiparse, y deja ver lo que ese avión ha provocado. Muerte. Destrucción. Caos. En la única pared que se mantiene en pie de una mezquita pone: Trípoli. Dentro de lo poco que queda de la mezquita, veo como un mihrab se ha venido encima de la cabeza de varios feligreses. Un bonito final. Esos feligreses no podrán despreciar su vida por unas cuantas vírgenes. Mi marcha prosigue, ahora en un colegio. Arranco la puerta con un manotazo y comienzo a caminar por los pasillos ensangrentados. Un montón de cuerpos inertes rodean mi estancia en los pasillos. Rostros arrancados del cráneo. Brazos incrustados en las cabezas de otros compañeros. Y al fondo, un chico y una chica, de 10 años aproximadamente, cogidos de la mano. Cogidos de la mano, pero sin cabeza. No pudieron taparse la cabeza ante la explosión. Prefirieron morir ante lo que ellos creían que era amor. Niños muertos a mi alrededor.
Caos.
La ventana a la que miran los cadáveres de los niños da a un patio interior, al que paso sin demasiada dificultad. Desde una cornisa veo caer a una maestra con un niño en brazos, empotrando sus piernas contra el suelo, con el consiguiente estallido de gritos. Me acerco con parsimonia y decisión, y me poso a su lado. Me habla en un idioma que no entiendo. Aparto al niño de sus brazos, que llora desconsolado. Agarro a la maestra del cráneo y la levanto en el aire a pulso con una sola mano. Si pudiera ver mi cara en este instante, sería de placer. O de dolor… pero no importa. Aprieto su cráneo con fuerza, hasta que estalla en mil pedazos. Mi mano acaba de reventar un cráneo. El niño no correrá la misma suerte. Me acerciono de que en el centro del patio hay un pozo, o eso parece. El niño llora mientras grita en un idioma que desconozco, y lo agarro del cuello. Lo acerco al pozo, y lo tiro dentro. No me alejo hasta que oigo sus huesos resquebrajarse con el fondo. Y prosigo mi marcha.
El punto 0.
Aquí debió caer la bomba. No hay nada. No hay nada en kilómetros a la redonda. Ha sido una explosión muy potente, porque lo único que visualizo es polvo. Eso, y un importante socabón. Aquí no hay nada que ver, así que emprenderé mi vuelta, rodeando los escombros por otro lado.

Entro en un hospital.
Todas las camillas han recibido los cuerpos de sus ocupantes y los han hecho suyos. De la potencia de la explosión, el calor ha sido tan brutal que los cuerpos se han fundido a las camillas. Muchos de ellos siguen vivos, y gritan de dolor. Otros no están vivos ya. Pero todos arrastran consigo malformaciones y pérdida de piel. Entro en un quirófano, donde me espera la crudeza de la guerra.
Una mujer, con la parte superior del torso fundido a la camilla. Su cara es una prolongación de la camilla. Un doctor, de rodillas sobre la camilla, con media cabeza desaparecida. Un brazo cuelga de un hilo muy fino de músculo. El ojo que aún queda en su cara cuelga del nervio óptico. Su torso tiene una hendidura hecha con un bisturí, en un intento claro de suicidio. Más abajo… Su pene. Sus genitales en contacto con los de la paciente se han fundido en uno. El calor desprendido de la explosión, añadido al calor de sus cuerpos provocó la unión en un solo ser. La boca del doctor esboza una muestra de terror. En la pared, enfrentada al doctor, un espejo. Al parecer, a los dos pervertidos les gustaba el jueguecito de los espejos. Es gracioso, sobre todo para la siguiente mujer que se tumbara allí. Se tragaría el sudor de ambos, sus fluidos… y probablemente usarían en ella materiales sin esterilizar, usados para los macabros juegos sexuales del doctor.
Prosigo mi marcha, saliendo del hospital e incorporándome a la calle. Estructuras de coches calcinados. Cuerpos incrustados en paredes, con tanta fuerza que ahora son inseparables. Edificios que se derrumban tras de mí, aprisionando a cualquier superviviente. Delante de mí veo un anciano arrastrarse hacia mí. No tiene piernas. Se han debido desintegrar. Al llegar a mis pies, suelta una vomitona, y muere. Una vomitona… verde, viscosa y maloliente. Me alejo rapiamente, perturbado por todo lo que he presenciado, y cierro los ojos.

Abro los ojos.
Estoy conectado a un respiradero. McDaniels me suelta una reprimenda. No debí quitarme la máscara metálica, porque ahora tengo en mi interior radiación nuclear. Una bomba H3Z, dice. Por suerte, dice, tienen una cura, que sólo aplicarán a sus soldados, en esta guerra que acaba de comenzar. ¡Aquello no era un sueño! Y lo peor es que no me preocupa. McDaniels dice que me mantendrán en observación unas semanas, y después volveré a la acción. Pregunto por qué Libia.
-Digamos que querían alejarse de nuestros intereses. Gadafi nos daba el petróleo tirado de precio, y no podíamos permitir de nuevo que un grupo extremista islámico se hiciera con nuestros pozos. Es una prueba de nuestra opulencia. Dicho de otra manera, el capitalismo es un invento en el que siempre hay opresores y oprimidos. Nuestro presupuesto en armamento se ha disparado de una forma que sería impensable permitirnos perder la hegemonía mundial. Y necesitamos petróleo.
A mi pregunta de por qué tantas muertes de inocentes, me responden:
-Dejaron de ser inocentes desde que tiraron abajo el gobierno de nuestro títere. Nadie escapa a nuestro poder. No me dan ninguna pena.
A mí tampoco.
Y lo peor es que no me preocupa.
-Pronto podremos comenzar nuestra ofensiva contra Egipto y Yemen.
Una llamada.
La llamada del fin. Y la cara de McDaniels desfigurándose por momentos.
-Nº8, me temo que vas a salir al terreno antes de tiempo… Un golpe de Estado en España.