domingo, 9 de diciembre de 2012

Sin Nombre. Capítulo 4.


Cierra los ojos un momento, después de leer las indicaciones que me gustaría que siguieras para sentir lo que yo siento escribiendo esto. Cierra los ojos. Imagina unos campos verdes, que se extiendan hacia más allá del horizonte en cualquier dirección a la que mires. Amapolas, rosas, margaritas abundando en el paraje. Imagina ese campo, ni una sola imperfección. Incorpórale ahora un lago, un pequeño estanque, con una orilla sobre la que tumbarte y estar con tu familia, amigos o pareja. Imagina ese mundo ideal. Los patos protegiendo a sus crías y navegando por el estanque en fila india, los cisnes sobrevolando el estanque cortejando a las hembras, algunos gatos trepando a la copa de los árboles. Incorpora si quieres algún otro elemento, unas montañas al fondo, alguna nube en el cielo, o que sea un atardecer. Podemos añadir también elementos de un picnic, bajo la sombra de un chopo. Quizá… podríamos añadir a esta utopía alguna de tus canciones favoritas de fondo, que relajen aún más si cabe el ambiente. Piensa en una canción que te guste y sea relajante. Incorpórala a ese marco de relajación y máximo disfrute. Nada que nos preocupe, ni gobiernos, ni deportes, ni crisis, ni miedo. Simplemente piensa en ello. Manten la imagen de ese paisaje ideal por unos 30 segundos. Y después abre los ojos.

Maravilloso, ¿Cierto? Cualquiera de nosotros daríamos cualquier cosa por estar allí, ¿Verdad? Ajeno a preocupaciones, a quehaceres, sólo tu disfrute será tu preocupación. Por favor, tras leer las nuevas indicaciones, cierra los ojos. Sigue un orden estricto. Imagina que a este mundo ideal Llega una tormenta. Un pequeño incidente que estropea el día más maravilloso de nuestras vidas. Imagina que esa tormenta haga caer truenos, y que uno de ellos fulmine el árbol bajo el que te refugiabas, y así en todos los árboles de alrededores, uno por uno, incendiando todo el bosque. Imagina que ese césped se vuelve seco de repente, sin ninguna explicación. Comienzas a correr huyendo del fuego, pero al fondo ves que esas montañas que divisabas comienzan a desmoronarse, y se provoca una avalancha. Comienza entonces a correr hacia el lago, y contempla como no queda ni un solo animal. Todos tus parientes, pareja o amigos se han ido, se han olvidado de ti. Estás sólo en un mundo que se desmorona por completo. El miedo se comienza a apoderar de ti, y comienzas a desconfiar de cualquier cosa de tu alrededor. Comienzas a correr sin rumbo aparente, huyendo del fuego y de la avalancha, de los truenos que intentan fulminarte, sabiendo que no puedes parar por ese riesgo. Contempla entonces como el nivel del agua del estanque comienza a subir alarmantemente, y comienzan a crearse una serie de pequeños riachuelos. Incorpora a esta amenaza el miedo a la inundación. Corres por intentar salvar tu vida, aún a sabiendas de que cualquier esfuerzo es inútil. Contempla cómo unos aviones a lo lejos descargan su contenido, como te echan hacia atrás por su velocidad varios metros, y cómo ese paisaje de lo más paradisíaco se ha convertido en un mundo devastado, lleno de fuego, rocas, agua contaminada y humo. El silencio se apodera de todo el espacio. Comienzas a levantarte y a caminar lentamente, con varias magulladuras. Llegas a lo que parece el fin, pero miras hacia abajo y contemplas una colina empinada por la que tendrás que bajar, y al fondo un poblado en llamas. Comienzas a bajar lentamente, y llegas al poblado.

La destrucción se ha apoderado del poblado, y al fondo ves una pila de cadáveres, entre los que comienzas a vislumbrar las caras de tus mejores amigos, de tus padres, de tus hermanos, de tu pareja, de tus mascotas si tienes. Lo has perdido todo. Nota como la angustia de haberlo perdido todo y estar en la más absoluta soledad se apodera de ti. Nota como los ojos comienzan a humedecerse, nota como comienza a entrecortarse tu respiración. Continúas vagando por ese paraje inóspito hasta que la muerte por inanición se apodere de ti.

Abre los ojos. Mira a tu alrededor. Sal de tu habitación y abraza a tus padres, o llámales al trabajo y diles cuánto les quieres y lo agradecido que estás por haberte traido a este maravilloso mundo. Todo lo que acabas de vivir ha sido una pesadilla, un mal trago. Pero no es imposible. Mira de nuevo a tu alrededor. Contempla todas tus posesiones. Al final eso no te servirá de nada. Por favor, reflexiona durante unos segundos en todo lo que has podido perder si esa suposición que he planteado fuera real.

Y os preguntaréis a qué viene esto. Es sencillo de explicar. Ahora mismo los seis protagonistas se encuentran encerrados en el búnker sin el más mínimo contacto con el exterior. No saben si su familia está viva, o muerta. Lo han perdido todo: posesiones materiales, familia, amigos… En un caos del cual no saben practicamente nada.
“Bucher no quitaba la mirada de Ramón, que le sonreía. Bucher bajaba el arma finalmente, y aceptaba las condiciones de Ramón. El otro militar cesó en la lucha, y comenzó a gritar a Bucher, ¡Pero este sin más contemplaciones le disparó en la garganta! ¡Y después disparó al militar que se hallaba en el suelo, disparado en un hombro, y le disparó en la tripa! Bucher entraba en el bunker, mientras Carlos y Ramón cogían las armas, y Verónica vigilaba a Bucher. Ramón metió las armas, cuando comenzó a ver una gran cantidad de aviones. Ramón se metió en el búnker e introdujo la clave en una de las puertas, y la cerró. ¡Después hizo lo propio con la otra, y sonó la explosión!
Un estruendo terrible, que hizo pasar la vida por delante. Ramón comenzó a recordar desde su tierna infancia, como sus padres no le hacían apenas caso por problemas de trabajo, como pasó su adolescencia hasta que conoció a Helena en su graduación, sus años en la universidad, sus primeros trabajos como profesor, sus viajes con su chica a Buenos Aires, su matrimonio con Helena, su luna de miel en París, su regalo del nostradamus… ahí se quedó pensando, mientras una voz le decía: piensas más en ese libro que en mí, ¿Qué tiene ese libro? Me arrepiento de haberlo comprado.
Ramón vio como el libro se abría, y comenzaba a señalar profecías cumplidas, comenzando por la llegada, ascenso y caida de Hitler, las torres gemelas, la 2º guerra mundial, la muerte de Juan Carlos I, el golpe de Estado… y se quedó con una estrofa:

Habrá una gran sequía y se producirá un gran hambre
mundial. Habrá tanta que el hombre se volverá antropófago. El comportamiento
del ser humano se asemejara al de los animales y lucharan por su presa,
compartida por varios devoradores a la vez. El tiempo de duración de la
vida humana quedara reducido casi igual al de los cerdos. Grandes enfermedades,
pestes y cataclismos torturaran la vida en la tierra. ”

La vida de los seis allí reunidos pasaba ante sus ojos, y veían como podía esfumarse sin hacer nada por evitarlo. Para ellos, el tiempo se había parado. Algo tan artificial como puede ser el tiempo, no servía de nada allí donde se encontraban, porque sólo podían desquiciarse viendo las horas pasar, sin poder salir de allí. Un montón de pensamientos pasaban por sus cabezas ahora mismo. El miedo se apoderaba de todos ellos. Ramón había conseguido salvarles in extremis, pero no sabían si el búnker aguantaría mucho tiempo. Ramón cayó contra el suelo con mucha violencia, debido a la explosión. En esa caida veía toda su vida pasar, y a lo único que atinaba era a cubrirse las manos con la cabeza. Ya es más de lo que haríamos muchos. Ese instinto de supervivencia fue lo que le volvía a salvar. Verónica y Claudia contemplaban a Ramón caer contra el suelo, y al sentir la explosión se agacharon protegiendo a la niña, que no paraba de gritar y de llorar. Carlos instantaneamente se colocó con ellas, intentando tapar la mayor parte de ellas, o, por lo menos, que no se llevaran la peor parte de un posible impacto. Coll Bucher, sentado en un sofá contemplaba a Carlos y a las chicas, y al sentir la explosión se tumbó en el sofá, esperando una onda expansiva.

Tras unos segundos, la honda expansiva llegaba a la zona, pero ellos no la notaron al estar bajo tierra, cubiertos, aunque de mala manera. Esos segundos esperando la honda expansiva fueron probablemente los más angustiosos de sus vidas. Es como el condenado a muerte que apura sus últimos minutos en la cárcel, recibiendo la extremaunción, como un perro al que acaban de deshauciar por problemas urinarios. El llanto se apoderaba de todos los presentes, salvo de Bucher, que se tapaba la cara con un cojín, y Ramón, que había perdido el conocimiento por el golpe. Al llegar la honda expansiva se quedaron en silencio y escucharon. Un estruendo tras otro, de las casas que se derrumbaban por la explosión. Todo el vecindario, todo el pueblo, y todas esas vidas habían sido destruidas.
Tras las explosiones reinó el silencio. Alguna biruta de tierra caía entre las paredes, pero nada importante. Todos se mantuvieron en la misma posición durante varios minutos, espeando algo, un derrumbe o una nueva explosión, pero no ocurrió nada. Nada, el silencio era lo único que reinaba en la zona. Los llantos, los gritos, los golpes, los disparos… habían cesado, sin contemplaciones. Mano dura excesiva para un pueblo que no lo merecía. Nadie hablaba, los sollozos cesaban poco a poco. Comenzaba a volver la calma allí. Col Bucher fue el primero en despertar de la conmoción. Se miró por todo el cuerpo, y al ver que no tenía ni un sólo rasguño se echó las manos a la cabeza, se sentó en el sofá y apoyó los codos en las rodillas, y comenzó a decir que todo esto era por su culpa. Carlos al oirle se abalanzó sobre él y le calló con dos puñetazos.
-Como vuelvas a asustar a la niña, te machaco. – Le decía Carlos. – Como traumatices aún más a la niña, te saco un pulmón a puñetazos. ¿Te ha quedado claro?
Bucher asentía y se quitaba a Carlos de encima, y se sentaba en el suelo alejado, mirando a Carlos de malas maneras. Resulta gracioso ver que aún en una situación así el ser humano es capaz de pensar en los más débiles, y en proteger su integridad mental, aquello a lo que muchos llamamos inocencia. Verónica y Claudia le tapaban los ojos a la niña, y miraban a Carlos con una mirada de agradecimiento, mientras las lágrimas no dejaban de caer de sus rostros. Carlos se acercaba a ellas, y con el dedo las quitaba parte de esas lágrimas, y se abrazaba a ellas. Lo que ocurría a continuación era indescriptible, algo realmente precioso, que dice mucho del comportamiento humano. La moral, la compostura de Carlos se desmoronaba. Abrazado a las tres chicas se sentía vulnerable. Ya no eran simples desconocidos, desde ese instante serían algo más. Carlos rompía a llorar, mientras las chicas no dejaban tampoco de llorar, y se intentaban consolar con frases del tipo “lo hemos conseguido, estamos vivos” y demás. Algo precioso de ver. Tras unos minutos Carlos se separaba de ellas y de rodillas las contemplaba a las tres, mientras ellas no le quitaban ojo. Unos ojos en los que no había esperanza, pero en los que había mucho más que eso: ansias de vivir. Ansias de salir adelante. Aunque fuera sin esperanzas, saldrían de allí. Ellos lo sabían.

-¿Y quién es esta preciosidad? – Preguntaba Carlos a la niña, mientras Verónica esbozaba una pequeña sonrisa.
-Di, soy la hermana de Vero, me llamo Laura. – Respondía Verónica emulando la voz de la niña. Carlos se reía, igual que Verónica, mantenían la mirada el uno hacia el otro por segundos, hasta que Claudia se preguntó por Ramón.
Carlos se levantó en el acto y comenzó a correr hacia la otra habitación. Y allí se hallaba Ramón, tumbado en el suelo, sin dar señales de vida. Carlos le volteó, y comenzó a aplicarle lo poco que sabía de primeros auxilios. Simplemente se limitaba a aplastar el torso de Ramón con las dos manos en el centro, sin conseguir ningún resultado satisfactorio. Verónica en ese momento comprobó si Ramón respiraba. Algo que resultó un alivio para todos, Ramón seguía con vida, aunque tenía dificultades para respirar por el polvo que había tragado. Un alivio para Carlos, dado que sólo Ramón sabía las claves a la hora de poder salir del búnker. Claudia llegaba a la habitación, y entre los dos le tumbaban en una cama. Le colocaban una sábana encima, y le dejaban descansando. Carlos y Claudia volvían a la otra habitación con el resto.
-Escuchad… Dado que entre nosotros no nos conocemos, y sólo tenemos en común a Ramón, lo mejor será que comencemos a conocernos, si es cierto que tendremos que pasar todo este tiempo en este lugar. – Decía Carlos, que ante la nula respuesta proseguía. – Bueno, yo me llamo Carlos Sánchez Goitisolo, y, hasta hace bien poquito dirigía mi propia empresa de ñapas. Ya sabéis, si necesitarais alguna ñapa en vuestras casas cuando salgamos de aquí no dudéis en llamarme, y os lo dejaré gratuito, os lo prometo. Por lo demás… tengo… tenía una mujer y una niña de cuatro años llamada Cristina… era preciosa… pero ahora… no tengo nada de ella, ni una sóla foto… sólo me quedan sus recuerdos… nunca me preocupé de conseguir una foto suya… y ahora está…
-Bueno, si necesitas tiempo, seguiré yo. – Respondió Verónica. – Yo soy verónica, y compartía piso con Claudia y dos compañeras más, y con mi hermana Laurita. Mis padres fallecieron en un accidente de coche hace dos años y desde entonces cuido de mi hermanita, ¿A que si? Me esfuerzo mucho para que pueda vivir tranquila, y sin miedo. Tengo 23 años, y hace poco salí de una relación larga.
-¿De Raúl hablas? – Dijo Claudia.
-Si, de Raúl. Será cretino… me dejó porque no quería cargar con la niña. Nadie le habría obligado, no sé si pretendía que malgastara mi juventud casándome con él, aún me quedan muchas cosas por vivir, a la vista está, sino, no estaríamos aqui. Esta es mi hermanita, Laurita. Tiene 5 añitos, y va al colegio, ¿A que si? Saca muy buenas notas, ¿Verdad? Y bueno… ahora estamos aquí… encerrados… sin saber nada del exterior…
-No te martirices ahora, Vero – le dijo Claudia – no tiene sentido. Ya habrá tiempo para desesperarse, ahora debemos mantener la calma. Voy a hablar yo. Yo me llamo Claudia, tengo 23 años también y estudiaba fisioterapia en la Universidad Complutense. Supongo que… ahora no… - Claudia soltaba una risa mezclada entre el sarcasmo y la situación de nerviosismo en la que se encontraba. – Bueno, realmente yo no he salido de ninguna relación larga, porque he vivido mucho tiempo sin esa necesidad de sentir nada hacia nadie. Quizás ahora me arrepienta viendo la situación…
-Claudia, - Verónica agarraba la mano de Claudia con dulzura. – No creo que hayas hecho mal tomando esa postura. Te has ahorrado muchos malos momentos, aunque entiendo cómo te sientes… - Ahora miraba a Carlos, que no apartaba el ojo de la niña. – Creo que con esto es suficiente, para empezar…
-Si, creo que si – Respondió Carlos, que volvía a mirar a los ojos de Verónica.

La habitación volvió a quedarse en silencio. Carlos no hacía más que mirar a Bucher al fondo de la habitación, deseando un momento de estar a solas con él y dejarle las cosas bien claras. Por otro lado, contemplaba la fisura en el búnker que había reparado no hace mucho, y miraba si el yeso tenía algún problema. Le alivió ver que superficialmente todo estaba en orden. En cualquier caso, se convenció a si mismo de que el tema de la fisura no debía salir de entre Ramón y él, para no asustar más a las chicas. Su máxima preocupación ahora era resolver muchas dudas de su cabeza. ¿Por qué hizo Bucher todo eso? ¿Cómo había llegado a esa situación? Las dudas corrían por su cabeza, e intentaba ordenarlas bajo un criterio, pero estaba muy nervioso por lo reciente de la explosión, y aparte, tenía miedo por un posible derrumbe. Se decía a si mismo que debía ser optimista, alegrar la cara, pero la explosión había sido muy reciente. Aún le pitaban los oidos por la explosión, sabía que esa noche nadie pegaría ojo, quizá la pequeña Laura, pero por agotamiento.

-Somos… somos muchas personas aquí, y no tenemos suficientes provisiones para estar aquí los cuarenta días que dure la radiación… por tanto, debemos alargar lo más posible los intervalos entre las comidas… - comentaba Carlos – obviamente la niña debería comer más que el resto, y Bucher y yo los que más tardaríamos en comer, dado que Verónica y Ramón están heridos, y Claudia debería mantenerse fuerte. Creo que es lo equitativo y lo justo… creo que una comida cada dos días sería lo conveniente para Bucher y para mí, Claudia con comer una vez al día bastaría, Ramón y Verónica dos diarias, y Laurita tres. Por otro lado tenemos… el problema del agua. No podemos beber agua potable, y por lo que pude contar anoche sólo disponemos de treinta litros en garrafas de agua mineral, por tanto tocamos a cinco litros en cuarenta días cada uno… ese es nuestro mayor problema… deberíamos alargar lo máximo posible nuestra próxima bebida, salvo la niña y Vero y Ramón que están heridos… Decidme si lo veis bien…

Claudia y Verónica asintieron pareciendo estar de acuerdo. Carlos clavaba su mirada en Bucher, que asentía debilmente. El silencio volvía a dominar la zona. A lo lejos se oían ligeramente algunos derrumbamientos, pero las voces, los disparos, los llantos… habían desaparecido. Nunca un silencio había sido tan angustioso. A todos les pitaban los oidos, lo que provocaba dolores de cabeza y jaquecas. Pero no les preocupaba aquello, en unos días se pasarían los efectos auditivos. Carlos no quitaba ojo al apaño que había hecho a la pared. Carlos comenzó a buscar con la mirada la radio que usaba Ramón, para ver si se podía sintonizar alguna cadena de radio. Laurita comenzaba a cabecear dando síntomas de que se iba a dormir, y Verónica la cogió en brazos y se la llevó a la otra habitación, y la acostó en la cama restante.
-Por otro lado está el tema de las camas… sólo hay dos, y somos seis… - decía Verónica.
-No hay problema, creo que una sería para Laura y Verónica, por si la niña tiene miedo, y la otra nos la turnaríamos, cuando Ramón se recupere del golpe. – Respondía Carlos, que parecía haber sufrido una de estas, y no dudaba. – Otro tema es el de los deshechos… siento decirlo así, pero aquí no hay baños, y sería muy arriesgado aún así usar uno. Por tanto, a parte de no haber duchas, el otro tema es que tendremos que hacerlo todo en bolsas. Es desagradable, pero no nos queda otra…
No, si tienes razón… - respondía Claudia. – si hay que hacerlo se hace, lo malo serán los olores y las posibles infecciones…
Volvió a reinar el silencio. Claudia esperaba una respuesta, que no llegó. Se tumbó en el suelo pensativa, mientras Bucher se quitaba el chaquetón del uniforme. Los chorretones de calor le recorrían su arrugada piel, pero su entereza era envidiable. Había sufrido un momento de flaqueza, pero se mantenía en calma. Verónica se sentó al lado de la cama de Laura, contemplándola. Carlos seguía sin quitar ojo a la grieta, y mientras Ramón continuaba inconsciente, sólo él sabía lo que pasaba por su cabeza. La tranquilidad reinaba en el búnker. Poco tiempo después fueron cayendo en el sueño todos menos Carlos, que se mantenía inmóvil en el lugar donde se sentó, sin mover ni un solo músculo, escuchando el silencio que venía del exterior. El silencio…

miércoles, 28 de noviembre de 2012

In Medias Res: Imitando a Chuck Palahniuk(parte final-epílogo)



Una trompeta, un piano, una guitarra acústica, y una batería que marca el ritmo. En este cuarto suena este cuarteto, que me hace estremecer la parte orgánica de mi ser de forma insospechada. Noto como bajo las placas metálicas los pelos de mi pecho se erizan. Noto como mi cara hace una sonrisa imprevista. Es pureza. Es mi alma. En el fondo, supongo que sigo siendo humano… por el momento.
McDaniels sigue sin aparecer, para dar la cara. Igor sigue aquí, pero ya no se acerca a susurrarme nada al oido. He conseguido que me tenga miedo, y me gusta. Y sin embargo, mi cuerpo se encuentra vacío, al no tener contacto con el exterior. Los doctores ya no me suministran sueros. Ya no sufro alucinaciones, ni tengo sueños. Las horas pasan, y no tengo nada por lo que vivir. Sólo me queda esperar, esperar mi momento, y cuando llegue, aprovecharlo.
Destruir a mi creador. Derribar sus nuevas torres de Babel, sus edificios acristalados, su insolencia a la máxima deidad. A mi. Pronto, muy pronto, me cobraré mi venganza. Y sus torres de Babel quedarán obsoletas, para crear mi gran arca, con el que viajaré a otros planetas, y con el que dominaré el universo. Pronto, muy pronto… Mi ejército de niños soldado, mi harem de mujeres menores de 30 años, mis consejeros extremistas que adoran cualquier tiempo antes que el actual… y mis esclavos, arios y albinos, sometidos por negreros negros, ironía dentro del sarcasmo de mi cerebro. Pronto la Tierra se volverá el ansiado Jardín del Edén. Sólo un hombre y una mujer, almas puras, se encargarán de repoblar el planeta con el gen del mañana, la mutación de mis investigadores. Un ADN que de el siguiente paso en la evolución humana, creación del primer Homo Superbius. Un mundo dominado por la soberbia y la competitividad es algo que me encantaría. Ejecución, acción, y dominación al débil. Puro capitalismo. Puro imperialismo. Joder, es algo que me encantaría ver acabado. Ver a los reptilianos, a los marcianos, a los eslabones perdidos del universo, esclavizados ante los Homo Superbius. Ante seres con cuatro piernas y cuatro brazos que dejan obsoletos al Vitrubio más optimista.

Si, pronto, pronto podré llevar a cabo mi plan de ejecución humano, mi plan de dominación universal, mi plan de evolución de la soberbia. Un mundo destinado a la autosatisfacción, al egoismo y a la autosuperación. Y lo peor es que no me preocupa.
Las luces se apagan de repente, y noto un frío extremo. Imaginen por un momento vuestro cuerpo desnudo sometido a una temperatura extrema, 40 º bajo cero, por ejemplo. Cierren los ojos y respiren hondo. Imaginen ese frío. Frío. Frío. Sientan como se entumece cada músculo de su putrefacto cuerpo consumista, y sientan como comienzan a perder extremidades debido a la congelación hasta que mueren. Por suerte, tengo placas metálicas que me cubren y me resguardan del frío tímidamente.
Veo al herrero en una esquina, iluminado por la luz que transmite la lámina de metal ardiente que golpea con su martillo, y las esquirlas que saltan del contacto de los aceros. Mi respiración provoca un vaho que se extiende por momentos como si se tratara de humo, por toda la habitación.
Quiero salir de aquí.
De repente, una incógnita enfrente mía, en la pared. Esa incónita se plasma en una cara, que se extiende hasta formar un cuerpo en la pared. La mujer incógnita. La zorra por la que he pasado todo este calvario. Estoy volviendo a mi génesis, y no se si agradecérselo o gritar por mi condenada alma. Y de repente, la nada.
Nada.
¿Qué opinas de los volcanes?
Ese herrero… me mira. Su rostro desprende un halo de luz, un halo de luz perfecto, al que me cuesta mirar. Me tapo los ojos, aún a riesgo de quedar indefenso, mientras Igor se acerca al herrero. Se arrastra, como el gusano que es. Tras esto, la luz se vuelve ténue, y quito las manos de mi cara. Igor se coloca a los pies del herrero, y mira hacia arriba, con los ojos acuosos. El herrero le mira impasible, y le levanta. Sólo dice cuatro palabras:
Dame tu fe, abrázame.
Y comprendo lo que esas cuatro palabras significan para mi. Es la pureza de mi ser. Mi último halo de humanidad. Mientras escuche esas palabras, sé que jamás caeré como un autómata más. Aún guardaré algo de voluntad, porque siempre seré eso, un humano. Un alma que sueña con las utopías, pero un humano al fin y al cabo. Ese herrero me ha devuelto la esperanza por la vida. La belleza en lo más insignificante se volverá ante mí, y me mirará con ternura y con amabilidad. Y volveré a creer en la raza humana.
Dame tu fe, abrázame.
Aquella mujer de ocho brazos… me observa. Sin apartar la vista de mí, se acerca al herrero, y le besa en el brazo en un gesto desinteresado de cariño. Un gesto de la máxima expresión de la pureza. El herrero se acerca a mí, sin soltar a Igor, y hace notar su cojera. Yo no me muevo. Me susurra al oido:
¿Crees en los volcanes? – Después pega a Igor a mi máscara metálica. – Dame tu fe, abrázame.
Desde la puerta se oyen golpes. Los agentes del FBI están intentando entrar. En ese momento, las luces de los rostros desaparecen, y muestran la máxima perfección. La definición de la belleza elevada al cubo. Una imagen que no podría describir ni el más audaz ser humano. Una perfección que nos haría ver esos rostros como algo feo, por nuestra incapacidad de comprenderlos. Un herrero, y una mujer de ocho brazos, que me miran. El yin y el yang. La furia del gesto del herrero, y el gesto maternal de la mujer. Vulcano, y Vishnu.

Vishnu se acerca, y me separa de Vulcano. Por fin, parece que va a explicarme todo esto, aunque sea una clase de teología.
-Desde el principio de tus sueños, hemos estado vigilándote. Eres una mente muy fuerte, capaz de aguantar situaciones extremas, y capaz de salvar a un amigo para castigar a otro. Has soñado cosas tan macabras que una mente humana acabaría loca sólo de mencionarlas. Pero siempre sacabas una conclusión: de las mujeres que esperaban el final de su ser dedujiste con gran acierto que el ser humano es capaz de cualquier cosa con tal de obtener su beneficio. Aquellas mujeres eran meras esclavas, tu enfoque iba destinado a aquellos hombres que esperaban su turno para miccionar. La máxima degradación del ser humano no es la liberación sexual, sino todo lo que lleva detrás: la destrucción de la familia, la doblegación de la mujer como un mero objeto sexual, y el ejemplo que daban a los jóvenes. Tu solución no era la acertada. La violencia no es la solución, y la muerte de esas personas a manos del toro simboliza tu misantropía. Los cocodrilos manchados con la sangre de su portador… criticando lo más podrido de su ser, su puro consumismo, el enfoque de su inconformismo a la posesión de los efectos materiales, en vez de la alimentación de su espíritu, o de su alma…
¿Cómo ha sabido todo lo que he soñado? Pero ha acertado de lleno.
-Los recortes en los periódicos eran interesantes. La gente mitiga su dolor mental provocando el físico. Siempre será así, porque el ser humano es una raza tan débil que no se atreve a afrontar sus miedos. Nosotros os creamos así.
Nosotros os creamos así.
Caos.
-Sabiamente salvaste a tu amigo en aquel juego de la muerte. Y dejaste al malvado en vida, porque sabes que la muerte es algo por lo que pasaréis todos, y que da el premio de la salvación. Preferiste condenar al que te hizo mal, y salvar al alma más pura que existió nunca. Y eso te honra.
Vulcano me mira con recelo, mientras Igor se mea encima por el miedo.
-Te tenían monitorizado. Con tus bases de datos, saben lo que has soñado y lo que has pensado en todo momento. Por eso plasmaron la masacre a Trípoli como un sueño, para monitorizar tus reacciones. Lo sé, porque yo se lo ordené. Y lo enfocaron en un sueño, porque tu primer sueño estaba estrechamente ligado con la destrucción de Trípoli. Los aviones que te rociaban Napalm, los aviones que soltaron la bomba. Y la muerte, acechando desde el acantilado, era una nube radiactiva en Trípoli. Tus amigos eran aquellos niños decapitados por la explosión. Y la mujer incógnita era aquella mujer a la que mataste antes de arrojar a aquel niño al pozo. Volviste a cometer los mismos errores, por tu soberbia, por aquello por lo que la raza humana estará condenada siempre. No eres diferente a los demás, simplemente sabes demasiado, porque tu primer sueño profetizaba Trípoli, aunque no lo supieras. Tu segundo sueño profetizó el golpe de Estado en España. Al condenar su cultura mezclando su emplazamiento con la depravación, dejaste claro que querías un cambio que estaba a punto de producirse. Tu toro ficticio, es el general que ha derrocado la democracia. Querías imponer tu criterio, y ahora España está condenada. Al resto de sueños te inducimos nosotros, para contemplar con detenimiento tus reacciones y tus acciones. Pero hay uno al que no. Y lo vas a retomar desde donde lo dejaste.
De su mano aparece una jeringuilla, y me inyecta el suero. Ahora sueño…

Abro los ojos.
Me encuentro besando un cuello, de forma tímida y desacompasada. En aquel centro comercial. En mi mano, aquella entrada para la película de Kate Hudson. En mi otra mano, la mano entrecruzada de mi alma gemela. Los pelos de su cuello erizados, esperando de nuevo el contacto de mis labios. Su respiración agitada por la intensidad del momento. La gente pasa desapercibida, mientras para nosotros se para el mundo. Ella me mira, mientras una lágrima cae de su pupila, y la recojo con mi dedo índice. La belleza en estado puro. Arrojo mi entrada al suelo, y enredo sensualmente mis dedos entre sus mechones castaños. Me encanta jugar con su pelo. La tranquilidad se instala de nuevo en mi ser, mientras ella me sonríe y sus carrillos se sonrojan. Me coge de la mano, me besa el torso de la mano, y extiende mi mano sobre su aniñada cara. Sus pecas desaparecen ante el sonrojamiento de su cara en contacto con mi piel, y noto como todo su cuerpo se estremece de nuevo, viendo como algunos pelillos rubios de su cuello vuelven a erizarse. Doy un sorbo a mi refresco, mientras contemplo su preciosa sonrisa, de la que me enamoré, y que jamás podré olvidar por muy autómata que me vuelva. Porque la amo. Y siempre lo haré.
Mis ojos dejan de enfocar, y me vuelvo al cuarto en el que se encuentra mi ser. Vishnu me mira sonriente, mientras Vulcano vuelve al trabajo con los metales, e Igor solloza en una esquina.
Tras ello, vuelvo al sueño, donde mi alma gemela desapareció. Estoy solo, en un edificio extraño.  Miro mis manos, ya no queda nada de ella. Me siento en un banco de piedra, enfrente de una puerta cerrada. A mi alrededor, un pasillo enorme, con ventanas. En un extremo, unas escaleras que dan al piso superior, y una cancela que da paso a una librería. Al otro lado, más bancos de piedra, y al fondo, una tarima de cedro que recubre la pared. La cantidad de corchos y de ventanas en las paredes no dejan ver los azulejos medio caidos debido al deterioro que ha sufrido el edificio. En una columna, una papelera asolada, y encima, un cartel que defiende el derecho a manifestación.
De repente, la puerta se abre. Sale gente que no conozco, que me es extraña, y que no me inspira confianza. Y de la nada, veo que sale Rodolfo. Sale con los ojos llorosos, y se abre paso entre sus compañeros. Tras él, casi corriendo, una mujer a la que no conozco, que le llama, sin obtener la respuesta de mi amigo. Voy tras ellos, adelanto a la muchacha, y llego a Rodolfo, que sale a la calle.
-Rodolfo, amigo mío… ¿Qué te ocurre? Creí haberte matado…
No obtengo respuesta. De hecho, ni me mira. Sólo se esfuerza en tapar su cara, y en secar sus lágrimas con su cara. La voz de Vishnu me dice:
-Rodolfo no puede oirte. No puedes hacer nada. Eres un mero visitante.
Rodolfo llora, se vuelve rojo de ira y golpea el retrovisor de un coche, arrancándolo de cuajo por la tansión del momento. Se arrodilla al lado del coche mutilado, y trata de tranquilizarse. La chica llega al lado de Rodolfo, con un gesto desencajado de incomprensión mezclado con miedo. Ella le toca el hombro derecho, y él aparta su mano rapidamente, mientras se incorpora. Las lágrimas cesan, y Rodolfo se seca lo poco que queda en sus mejillas. Ella deja esbozar una lágrima tímida de su globo ocular, y tartamudea al ver a su amigo tan extenuado por el autocontrol de su ira. Rodolfo se gira, y mira de lleno a su amiga.
-Rodolfo, ¿Qué ha pasado? ¿Qué te pasa?
Rodolfo no contesta. Sólo mira al suelo, y continúa con sus ejercicios de autocontrol. Las venas se notan en el torso de su mano, mezcla de la delgadez y del exceso de fuerzas aplicadas. Sus nudillos se vuelven rojos como el acero,a punto de expulsar el humo típico de la acería de Vulcano. Y se marchó, sin decir adiós. Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Rodolfo estaba destruido por dentro. No quedaba nada del ser puro al que salvé. Esto no hace más que darme la razón. La vida humana no es más que una condena por nuestros pecados anteriores. El amor es lo más bello que existe, pero es un sentimiento autodestructivo. Te otorga unas pocas felicidades a cambio de muchas desgracias. No es justo de ninguna manera recordar durante el triple de tiempo a una persona del que estuviste con ella. No es justo, y ninguna cabeza lo comprende. Si hay algo peor que el amor, eso es la nostalgia. Van juntas de la mano, y te consumen hasta llevarte al colapso corporal. No duermes, no comes. No vives, en definitiva. Mueres poco a poco mientras recuerdas los preciosos momentos que viviste junto a la persona amada, mientras la vida pasa ante tus ojos. Y mientras tú mueres por dentro, esa otra persona ya está con otro alguien. Con otro ser. Y tú mueres un poco más. Y te das cuenta de que todo pasa por algo. Acabas pensando que podrías acabar con todo. Toda tu concepción mental puede aliviarse a través del dolor corporal. Y ahora lo entiendo. Las guerras, el hambre, la muerte… El ser humano necesita de eso para evadirse de su propia existencia. Necesita la desgracia, necesita una historia que sea contada. Rodolfo veía sus posibilidades reducidas a cero, y decidió irse, marcharse, para olvidarse de ella. La mintió, la engañó, para alejarse de ella. Y eso sólo le trajo más dolor. Pero su cobardía no le permitirí infligirse dolor físico, por lo que recurrió a otros métodos. Y mientras moría poco a poco, nos sorprendía viendo como se levantaba con cada hostia que le daba la vida. Nos sorprendió con cada forma de levantarse, aún malherido. No se reponía de un golpe cuando le venía el siguiente, y acabó al borde de la autodestrucción mental. Sin olvidar pero completamente olvidado. Tumbado en su cama, arropado hasta el cuello, con ese miedo a salir a la calle, con ese miedo a que te vuelvan a herir, sollozando como un crío al que le quitan su juguete favorito. Por eso le maté. Por eso acabé con su vida, porque no se merecía ese calvario.
Vishnu me mira. Me comprende. Entiende mi razonamiento, y me mira con dulzura. Igor me mira, con las pupilas consumidas por el llanto, con sus ojos desorbitados por el esfuerzo, y con el cuerpo practicamente deshidratado por la pérdida de líquido. Vulcano lo mira, agarra su yunque, y se acerca a Igor. Tras observar detenidamente su cuerpo, reacciona.
-Requiescate in pace.
Y de repente, ¡Plof! El yunque comprime con el golpe la cavidad craneal del ruso. Un golpe tras otro, hasta que se reduce a añicos. Un ojo rueda por la habitación, mientras la lengua es aplastada por los restos de mandíbula. Por fin llegó el ansiado momento de Igor. Por fin podrá reunirse con su familia, con su querida familia. Por fin podrá pedir disculpas a su familia por la tortura a la que fue sometida, y por fin podrá ser feliz en lo que quiera que nos espere después de esto.
Vishnu llora, porque sabía que esto tenía que pasar. El final predestinado de todo ser humano. Lo peor, lo peor es que no me preocupa.
-Esto no acaba aquí. – Me dice Vishnu. – Aún te queda mucho camino por recorrer. Cierra los ojos.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
El punto 0.
El punto de partida.
Aquel despacho de hipnotizador. No puede ser, he vuelto al comienzo de todo este tortuoso camino.
Caos.
Salgo del despacho, asustado, sin que el hipnotizador se percate de mi ausencia. Bajo las escaleras, y salgo de aquel bloque de pisos. Al cruzar la puerta, no doy… a la calle. Es un local, un local de fiesta. El local de fiesta donde vi por última vez a mis amigos. En una televisión, aquella película de Kate Hudson que vi en el cine con mi alma gemela. En un lateral, una mujer tumbada, con un tubo adosado a su boca, y gente esperando su turno para la descarga. Como fondo suena Skrillex, y en un puestecito, una ristra de periódicos. Abro uno, y lo ojeo rapidamente. Gente que mitiga su dolor espiritual con el físico. Gente que mitiga su dolor mental causándole un dolor mayor a sus semejantes. Abusones víctimas de acoso sexual que destruyen el futuro de jóvenes que se tiran desde puentes a las autopistas. Gente que mitiga la pérdida de su amada en orgías sadomasoquistas, y que acaban con la cabeza esparcida por el suelo ajedrezado. El colmo de lo bizarro. El colmo de la desfachatez. Es el ser humano. En portada, Trípoli. Casualmente, un avión lanzó una bomba y destruyó aquella ciudad con tanta tradición. En una columna, una noticia breve: ha sido avistado en las ruinas de la ciudad un cyborg.
Supongo que ahora me llamarán así.
Y en contraportada, dos caras. Y un parte documental con los casos de cada cara. Rodolfo y Daniel. El periódico somete a votación quién debe morir.
Todos mis sueños y todas mis vivencias se vuelcan sobre mi última esperanza, una última esperanza que me está llevando al borde de la locura.
En el fondo, Igor. Igor ha sido crucificado, pero no tiene cabeza. En su lugar hay un felpudo que pone: bienvenido a casa, cosido a sus hombros. Sentados en un sofá, Vishnu y Vulcano, observándome. Mis amigos en un lateral comentando la historia de Daniel: con trece años se metió una zanahoria por el culo, y tuvo el valor de comérsela. Y al otro lado, la mujer incógnita. En esta ocasión, con el pelo azul. Cada vez que revivo el sueño tiene un peinado y un color diferente.
Tubos.
Los tubos desbordan, y asfixian a las esclavas. Una absoluta aberración de la liberación sexual atenuada por el caos que se cierne sobre mi ser.
Caos.
Las mujeres intentan huir arrastrándose, pero todo se sale de madre. La gente que esperaba su turno olvida los tubos y comienza a aprovechar el momento para su liberación, para su autosatisfacción. Ellas mueren. Y de la nada, se libera la vaquilla. Y yo, yo salgo de la sala. Mis amigos también, menos Rodolfo, que inevitablemente… muere.
Muere.
Un cuerno le ha atravesado el tórax ante mis ojos. Corro hacia la sala de nuevo, pero ya es tarde: Vishnu cierra desde dentro, y pierdo de vista a mi amigo. Al llegar al pomo de la puerta, la puerta desaparece, y se vuelve un muro de hormigón. Mi cara torna en llanto, y mi llanto contagia a mis amigos. Rodolfo se ha quedado dentro. Y Vulcano. Y Vishnu. Ni tan siquiera el cadáver manipulado de Igor se salvará. La oscuridad se cierne sobre mí. El bosque al que hemos salido, se torna cada vez más demoníaco y aterrador. David me toca el hombro, y me pide que me ponga de pie. De la nada, en mis manos, un cuchillo.
Su pulmón izquierdo, su hígado, su corazón, su ojo derecho, sus gemelos… Todos son víctimas de mis puñaladas. El resto correrá la misma suerte. Mi persecución por el bosque se torna fácil, es como si lo conociera desde siempre. Si… Ahora lo comprendo. Es producto de mi imaginación, de mis sentimientos no exteriorizados, y ahora los mataré a todos. Es el primer paso para la dominación del universo, destruir la alienación de mi propio ser, aquello a lo que me apego. Daniel muere. Y Samuel. Y Juan. Y Arturo. Todos. Por mis manos. Y ahora, sólo me queda apresar a la mujer incógnita, la puta que me ha metido en todo esto.
Noto como su respiración se vuelve agitada por momentos. Noto como mira hacia atrás, y se tropieza con la rama que yo he creado. Pero no quiero apresarla, porque acabaremos donde finalizó mi libertad. Los árboles cambian de forma. Los abedules, los chopos, los sauces, desaparecen, y se vuelven escenas de mi vida. El abandono de mis padres, la soledad de mi ser durante toda mi vida, la humillación de ver como todos tenían chica y curro menos yo… Mi locura. Mi enfermedad. La mujer incógnita está acorralada, y ahora va a pagar todo el daño que la sociedad me ha provocado. Como el matón víctima de abusos sexuales por su padrastro, como aquel joven enamoradizo que no pudo soportar la pérdida de su ex novia Paula, como aquella pareja que no encajaba en la sociedad, y decidieron hacer el amor por última vez mientras de las venas de sus muñecas emanaba la sangre del creador. Por fin llego a la mujer incógnita, y la tiro al suelo con violencia.
1, 2… hasta 6 puñaladas mortales por todo su cuerpo. Voy a asestar la séptima. Es mi momento, y me liberaré de todo este mal. Levanto el cuchillo por última vez, cuando de repente… La incógnita desaparece. Mi alma gemela. Acabo de matar a mi alma gemela. Aquella hermosa chica pecosa que me enamoró con su mirada que atraviesa. Con su sonrisa que te hace tartamudear. Con su pelo lleno de mechones pelirrojos ténues. Acabo de matar a lo que más he querido en toda mi vida. Acabo de matar a la ilusión más perfecta que una cabeza humana podía imaginar. No, no he matado a nadie. No he matado a nadie más… que a mí mismo.
Quién yace en el suelo es una joven hermosa. Es la pureza de mi ser. Es el antónimo de lo que soy. Yo soy un monstruo, soy un ser absolutamente irracional, que se mueve por impulsos y que destruye todo lo que hay a su alrededor. Acabo de matar la bodad que había en mí mismo, esa era la metáfora que Vishnu quería enseñarme. Todas estas calamidades y atrocidades en mis sueños eran para demostrarme que era yo quién moría en cada momento. Incluido en Trípoli, quería morir al quitarme la máscara. De forma involuntaria lo asocié a ello. Quería morir, y no me atrevía a dar el paso. Me da pena que se afine el valor en la batalla. Mi batalla interior. Y he perdido. Fui incapaz de ver la evidencia delante de mí.
Pero ahora, delante de mí, veo la mejor evidencia posible. Si, ahí está, el acantilado. El final del sueño que me ha llevado a todo esto. Me acerco y me asomo por él. Y ami lado, la muerte.
¡Y VERÉIS EL RESURGIR PODEROSO DEL GUERRERO, SIN MIEDO A LEYES NI A NOSTALGIAS! ¡Y LO VERÁS CAER UNA Y MIL VECES, Y LEVANTARSE DE NUEVO CON LA PURA BANDERA DE SU RAZA!
Ahora afrontaré la misión más importante de mi vida. Acabar conmigo mismo. La muerte me mira, con sus ojos saltones, provocativa, paciente. En mis manos, aún el cuchillo. En mi cabeza, Disturbed. Y en mi corazón, la nada.
Nada.
Ahora puedo dar el salto. Ahora no necesito que la muerte me de el empujón. Me tiro, y caigo. Las rocas afiladas me atraviesan, y sobre mí, ningún avión. Ya no hay napalm. Ya no hay estrellas fugaces. Sólo la muerte, que me sonríe, y espera, como un ave de carroña. Mientras toso grande, y sufro convulsiones, veo en el horizonte, como la hermosura que se aleja de mi ser, dos mundos. Dos mundo que se acercan, y que chocan. Una explosión final, que destruye ambos mundos, y que con la onda expansiva me desintegra, pero tengo el tiempo suficiente para cerrar los ojos.

Abro los ojos.
Vishnu no aparta la vista de mí. Sé que ella ha provocado mi sueño. Sé que ella me está torturando. Sé que…
-Yo no he provocado nada. Han sido tu sinceridad y tus sentimientos los que provocaron ese sueño.
Genial, ese es el futuro que quiero. Y lo peor es que no… No, si me preocupa. Ya no distingo el dolor del placer, pero ahí parecía tenerlo tan claro…
-Aún puedes salvar tu alma.
-Dime cómo.
-Tan sólo dos sueños más. Cierra los ojos.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Rodolfo no contesta. Sólo mira al suelo, y continúa con sus ejercicios de autocontrol. Las venas se notan en el torso de su mano, mezcla de la delgadez y del exceso de fuerzas aplicadas. Sus nudillos se vuelven rojos como el acero, a punto de expulsar el humo típico de la acería de Vulcano. Pero en esta ocasión, Rodolfo no se marcha. Rodolfo no dice adiós. Rodolfo afronta sus miedos, y vuelve a demostrarme porqué confío tanto en él.
-Rodolfo, no quiero que estés enfadado conmigo. Eres una persona muy importante en mi vida, y no quiero perderte…
-Rocío, no me des más esperanzas. Sé que todo son mentiras. Simplemente, hazme un favor. Ayúdame a olvidarte. Dame el valor que a mí me falta.
-No lo entiendo.
-No necesito que lo entiendas. Simplemente quiero que te alejes de mí. Sabes que jamás volveré a este lugar, y, aunque en mi cabeza siga pensando en todos vosotros, debes ayudarme a alejarme de ti.
-Pero tú eres mi amigo, y no quiero perderte. Es muy egoista obligarme a decirte adiós, cuando no quiero.
-Vemos las cosas de diferente manera, y nunca me entenderás. Para ti soy un egoista, y yo veo esto como una de las cosas más duras que haré nunca. Y sé que me arrepentiré, pero no creo que deba volver a verte.
-¿Pero por qué no?
-¡PORQUE TE AMO!
El silencio se instaló en aquel aparcamiento. Rocío se quedaba quieta, como la estatua más bonita que puedas imaginar. Rodolfo no esperaba una respuesta. Rodolfo ya no esperaba nada.
-Y sé que por tu parte no es igual.
Rodolfo echaba una última mirada a Rocío, y se daba la vuelta, conteniendo las lágrimas, y se alejaba, apesadumbrado, derrotado, fracasado.
Una mano.
Una mano, que se entrecruza con otra. Una mano, que espera la respuesta de otra. La llamada del amor.
-Tú no te vas a ningún lado sin mí, porque yo también te amo.
Rodolfo se daba la vuelta, y veía de nuevo a Rocío, sonrojada y sonriente. Y llegaba. Por fin llegaba. El beso perfecto. Unos labios, en contacto con otros labios. La belleza de un mundo que se para, la belleza de un mundo que comprende por fin para lo que fue creado. El beso perfecto. Ella agarra el cuello de él, y él posa sus manos en la cintura de ella. Y se dejan llevar. No se separan. Llebaban tanto tiempo esperando esto, tanto tiempo… Que no quieren que acabe. Y nunca acabará, porque este es el final perfecto al cuento de hadas. El final perfecto, mi final perfecto. Dos almas puras en perfecta simbiosis. El beso perfecto para la pareja perfecta. Supongo… que este es el final que todos queríamos para esta historia. En un película, después de todas las atrocidades plasmadas, ver este final sería el mayor timo de la historia del cine. Pero mi cabeza funciona así, qué le voy a hacer. Al final seré un romántico, como aquel loco amigo mío que publicaba historias en un blog que nadie leía, que escribía poemas de desamor y que tenía tiempo para dedicarse a la filosofía de su propio ser. Al final, resulta que soy un romántico.
Y lo peor es que no me preocupa, porque he sido testigo del beso perfecto. Del final perfecto. Y ahora, por fin, y sin miedo. Cierro los ojos.

EPÍLOGO

Abro los ojos.
Me encuentro en un bosque, solo. Una llovizna moja mi cara, mi cuerpo, sin prótesis metálicas. Una lluvia fina, pero continua. Una lluvia de esas que enamoran. Y una niebla que me impide ver delante de mí. Una canción que me suena. Amy Lee canta, y es un hombre el que la acompaña. Quizás sea… Broken, de Seether. Me acerco al sonido, que suena cada vez más fuerte. Más fuerte, más fuerte, cada vez más. Y enfrente mía, un lobo. Un lobo, que mueve la boca como si fuera él quién canta. Sus ojos amarillos me aterran, pero a la vez me dan la tranquilidad que necesito. Lo amo. El lobo corre, y lo sigo a ciegas, sin saber a donde me lleva. No necesito saber nada más de él, porque sé que ese lobo es, en definitiva, la reencarnación de mi bondad. La bondad que me aterraba mostrar. La pureza de mi alma.
Dos puertas.
Delante de mí, dos puertas. Y al lado, dos mujeres, una flanqueando cada puerta, con una incógnita en su cara. Una incógnita en su cara, otra vez. Miro a ambas chicas, sonriente, sin saber a quién debo escoger. El lobo me mira, y continúa su marcha, hasta llegar a una tercera puerta. En esa tercera puerta no hay nadie, sólo está el lobo. Miro a ambas chicas, y tomo la decisión correcta.
Tomo la decisión que me recompensará el resto de mi vida.
Decidí vivir a gusto conmigo mío, y atravesé la puerta junto al lobo de mi bondad, donde me esperaba Vishnu, preparada para decirme: “dame tu fe, abrázame”.



…….


……….


Entro en parada cardiorrespiratoria.

viernes, 23 de noviembre de 2012

In medias res: Imitando a Chuck Palahniuk(parte VI)

Ya no duermo.
Desde que vi aquella ciudad masacrada, desde que vi a todos esos cadáveres, desde que vi toda aquella destrucción provocada por el ser humano… ya no duermo. Me están sometiendo a terapia de choque, para expulsar toda la contaminación que entró a mi organismo al quitarme la máscara metálica. No estoy seguro de lo que me hacen, pero sé que nadie se atreve a tocar mi cara sin guantes. Estoy enfermo. Ya lo estaba, pero las enfermedades mentales se aceptan hasta cierto punto. Un ser humano puede masacrar toda una universidad con una escopeta recortada, pero al declarar enagenación mental, será la penita del jurado, y sólo irá a un manicomio. Un ser humano puede secuestrar un autobús lleno de niños y estrellarlo a una sinagoga, que sus vecinos se limitarán a decir: “no nos lo esperábamos, era un buen chico, siempre saludaba”…
Es curioso, ya hablo de seres humanos. Ya no me considero uno de ellos. Gracias a ellos, ahora soy un ente superior. Han creado a la mayor máquina de destrucción jamás vista por el hombre, y será esa máquina la que acabe con todos ellos. Los esclavizaré, y dominaré la raza humana. Ya no sueño. Y cuando tenga a todas esas masas de carne a mi merced, los exterminaré como hacen ellos cuando pisan a las hormigas. Sólo dejaré vivir a los más aptos, a los cuales convertiré en mis propias hormigas obreras. Tendré a los mejores doctores y especializados en ADN, y les obligaré a mutar seres humanos para crear seres perfectos como yo. Les obligaré a experimentar con sus propios familiares. Y al que se niegue, le destruiré el cráneo con mi propia mano.
Las cobayas serán mujeres, niños, pero jamás hombres. Los niños son volubles, y podré cambiar su voluntad a mi antojo. Podré convertirles en los soldados más preparados del mañana. Podré enfrentarles entre ellos para mi propio divertimento,  podré obligarles a atacar a sus propios padres. Con las mujeres no será diferente, simplemente necesitarán algo en qué creer. Así que inventaré la leyenda de un grupo de resistencia, y así tendrán a sus héroes. Sus falsos héroes. Como sus falsos dioses. En cuanto a los hombres, sus destinos serán muy diferentes. Crearé con sus mujeres especímenes de cuatro brazos y cuatro piernas, y ellos serán el gran aporte. Y les obligaré a mirar cómo mutamos a sus esposas e hijos, y les obligaré a mirar como el contacto de sangres no compatibles lleva al colapso a su querida esposa.
La Tierra podrá vivir perfectamente sin seres humanos, pero no podrá vivir sin hormigas. Un día la Madre Naturaleza se sublevará a la creación más inútil de la superficie. Yo seré simplemente el portavoz. Simplemente usaré como pretexto esta excusa. Pronto, muy pronto, podré volver a respirar aire puro. Pronto podré pasear por los viñedos de la Toscana, con una ardilla en mi hombro, y con un ciervo lamiéndome la prótesis metálica que tengo como mano. Crearé un edén, y después… lo esclavizaré.

Llevo sin ver al agente McDaniels semanas. Desde que estalló el Golpe de Estado en España, no he recibido noticias de él. Igor se mantiene alejado de mí. Sólo se acerca por las noches para susurrarme al oido: “Dame tu fe, abrázame”. Maldito ruso maníaco, pronto tendrás tu merecido: una preciosa y ardiente viga de metal incrustada en tu ojete. Me voy a cobrar tu sangre, por intentar comerme, maldito bastardo.
El lugar donde me tienen aislado es diferente al de la última vez. Es una sala acolchada, e insonorizada. Sólo se acercan a mí para suministrarme lo que ellos llaman curas, pero que sólo hacen retorcerme por dentro de dolor… o de placer. La persona a la que más veo es a Igor, lo cual es bastante triste teniendo en cuenta que será mi primera víctima. Sin embargo, aún sin tener sentimientos, aún sin necesitarlos, me encuentro… vacío. Quizá todo lo que creo pensar es una alucinación de mis bases de datos para doblegarme y convertirme en un autómata. Quizá todos mis sueños son alucinaciones creadas por ellos para prepararme para lo peor. No lo sé. Lo único que sé, es que ahí viene el doctor que me suministra el suero. Ahora sueño…

Abro los ojos.
Me encuentro en una sala a oscuras, sentado, con una sensación de tranquilidad instaurada en todo mi ser. A mi alrededor, la nada.
Nada.
Una pantalla se enciende delante de mí, y veo dos caras muy conocidas. ¡Son mis amigos Rodolfo y Daniel! ¡Qué alegría verles! Rodolfo, pelo castaño, ojos marrones, de compostura fuerte, una de las mejores personas que conocí jamás. Daniel, rubio, ojos azules, en un estado casi famélico, una persona que pasó por mi vida sin dejar huella. Bajo sus fotos, un informe de sus situaciones:

Rodolfo, enamoradizo empedernido, busca una chica que le haga feliz. Propenso a sufrir rupturas de corazón. Propenso a creer rapidamente en las 2º oportunidades. Propenso a la broma fácil y resultona. Propenso a la lectura y escritura caótica. Propenso a confiar en quién no debe.

David, ególatra alocado, busca un amigo que le encuentre una chica. Propenso a no apreciar lo que tiene. Propenso a ahogarse en un vaso de agua cuando la situación se pone adversa. Propenso a las bromas faltonas y de mal gusto. Propenso a la analfabetización de su ser. Propenso a confiar en quién no debe.

Una pregunta en la pantalla: ¿Quién merece vivir? Y ante mí, un pulsador con una R inscrita, y un pulsador con una D. Recapacitaré.
Rodolfo estuvo ahí siempre que lo necesité. Me escuchó, me aguantó y me aconsejó. Nunca puso una mala cara y, aunque se pasaba con sus bromas, rapidamente pedía disculpas. Daniel se desentendía de todo lo que pasaba a su alrededor, y engrandecía su dolor por encima del de los demás.
El ser humano se victimiza. Se autoconvence de que es la mayor víctima del universo. Ya pueden haberte despedido, dejado, o simplemente haberte hecho daño en un dedo con el pico de una mesa, porque nuestro daño siempre será mayor que el de los demás. Da igual que tu vecino tenga una enfermedad terminal, porque a ti se te ha acabado el tomate para los macarrones, y, obviamente, eso es mucho más importante que prestarle el hombro a tu vecino. Siempre usamos nuestras desgracias como una historia. La historia de nuestras vidas, la historia de nosotros mismos. Y nuestra historia debe ser mejor que la de nadie. Hubo un maestro que dijo: “hay historias que consumes, las haces grandes, las utilizas a tu antojo. Pero hay otras historias que te acaban consumiendo a ti”. La historia de nuestras vidas. La historia de nosotros mismos. Y ahora puedo consumir una de estas dos historias.
Rodolfo sufrió el desengaño del amor. No hubo rencor por su parte, sólo el típico en estos casos. Se esforzó por olvidar, y se esforzó por volver a sonreir. Se esforzó por no volver a ser el que era antes, y nos dio a todos una lección de cómo se deben hacer las cosas. Aún con todo lo que pasó, guarda mucho cariño a la persona que le hirió, y siempre se lo guardará. Tiene una cabeza envidiable, por su capacidad de razonamiento, y de síntesis, y de deducción. Por ello, consciente de que muchas cosas de las que hizo estuvieron mal, se arrepiente, y pide perdón. No se merece lo que le ha pasado.
Daniel sin embargo, se merece todas y cada una de las desgracias que le rodean. Yo le conseguí lo que más quiso. Ni tan siquiera lo hizo él. Yo le lancé a los brazos de aquella chica, y no me lo agradeció. No me da ninguna pena. Al igual que no me da pena el hecho de que se encierre en su cuarto a llorar. Jamás me he sentido tan vivo como en el momento que me dijo que no le vería más. Espero que llore lo que no ha llorado nunca, porque a mí no me va a joder. No le debo nada a ese desagradecido, y a mi me debe su momentánea felicidad.
Visto lo visto, debo decidir a quién debo matar. Y mi decisión está clara. Pese a lo que pueda parecer, mi elección de cara a la morgue es Rodolfo. ¿Sorprendidos? No deberíais. Un alma tan pura jamás debería sufrir el tipo de cosas que ha sufrido él. Un alma tan pura como él debe ser feliz, y Dios sabe que el ser humano es incapaz de ser feliz. Un alma tan pura me estará esperando en el cielo con los brazos abiertos, para ver el fin de los días. No, Daniel se merece caer en este mundo asolado por la avaricia y el rencor al prójimo. Por tanto, el que debe morir, será Rodolfo.
Pulso el que tiene una R, y Rodolfo, como por arte de magia, arde. Arde ante mis ojos. Aparto la vista para no mostrarme débil, mientras Daniel me agradece lo gran amigo que soy, sin saber que le he condenado.
Cierro los ojos.

Abro los ojos.
Igor me mira de forma interesada. Me levanto y le arrincono en una esquina de la habitación, y le agarro del cuello. Podría matarle en este preciso instante, acabar con su efímera existencia, y devolverle con su familia asesinada por los rusos. Pero… no lo haré. Ahora lo he comprendido. La muerte es un premio. La muerte es el premio para todos aquellos que no se merecen una vida tan insustancial como la terrenal. La muerte es lo mejor que te puede pasar. Pasar de ser una sustancia orgánica con defectos, a ser un ser omnipresente y perfecto. La muerte no es el final, sólo una transición. Es el regalo por todas las penurias que hemos de vivir. Igor no merece ver a su familia aún, así que le mantendré con vida… de momento.
Aparto la mirada de Igor y veo en otra esquina un yelmo. Un yelmo, y un hombre dado la vuelta. Es cojo, medio calvo y de complexión fuerte. Golpea con fiereza una lámina de metal colocada encima, y parece ausente a todo lo que le rodea. Me acerco a él con precaución, y al tocarle el hombro, dice: “¿Qué opinas de los volcanes? Dame tu fe, abrázame”.
El herrero desaparece.
Entro en parada cardiorespiratoria.