domingo, 15 de julio de 2012

Preludio I: Ántimo(III)


-¿Dónde está?
-¡Buscadle! ¡Le quiero vivo! ¡Buscad a Ántimo!
-¡Padre, diácono, está en el confesionario! Y deberían verlo…

Nikola y el diácono se apresuraron desde lo alto del campanario a toda velocidad. Tras bajar por las inseguras escaleras y esquivar a unos cuantos feligreses, llegaron al confesionario.

-Dios mío… - Emitía de una forma tímida el diácono – Traed a los doctores, debemos mantenerle con vida.

Ántimo se encontraba apoyado en una de las paredes del confesionario, con la vista perdida en un punto inconcreto. Una de las muñecas estaba rajada intentando cortar las venas, síntoma de que había intentado suicidarse. Por la boca estaba expulsando una especie de espuma amarillenta, de la que brotaban algunos insectos desconocidos. Además, tenía las ropas rasgadas, y en el pecho tenía unas heridas con forma de números y letras:

21122012
Vosotros seréis los siguientes.

10 de febrero de 1830. Tesalónica.

-¿Ha despertado? – Preguntaba el diácono preocupado – Debemos sacarle todo lo que sepa.
-No creo que sea buena idea presionarle a estas alturas. Mencionó un capítulo bastante escabroso sobre su desaparición hace una semana.
-Si, pero no podemos juzgarle de paganismo viendo como está en este estado… Puede que se equivoque en algunos puntos del relato, pero está claro que alguien está yendo a por él… Además, desde que Ántimo ha sufrido este ataque, se han producido dos nuevas desapariciones.
-¿Podría ser que aquello se lo hiciera él mismo?
-¿Estás hablando de que quizá esté poseido?
-El humano es débil, y su carne más. Tal vez deberíamos practicarle un exorcismo.
-Nikola, - inquería el diácono – los exorcismos son aplicados en casos muy extremos. Antes de tomar una decisión, quiero oir de sus propios labios lo que ha ocurrido. Voy a entrar.

Nikola hizo una reverencia y se fue al claustro con unos feligreses, mientras el diácono observaba la puerta, y notaba como se transformaba poco a poco en una boca demoníaca. Una voz desde dentro le pedía entrar, entrar al mundo condenado, al mundo impuro, al mundo de las tinieblas. Tras un instante, el diácono reaccionó. Todo había vuelto a la realidad. Tras santiguarse, decidió entrar. Allí, tumbado en un colchón, se encontraba Ántimo, bastante debilitado. Al verle, se incorporó.

-Ántimo, soy el diácono Gregor, y he venido para entablar una conversación contigo.

Ántimo le miraba fijamente, de forma vaga, pero la vista por lo menos se concentraba en un punto, síntoma de mejoría.Ántimo bebió de una copa que se encontraba en un lateral, y cerró los ojos durante unos instantes.

-Gregor, mira cómo estoy. Supongo que Nikola le habrá mencionado la discución que tuvimos antes de mi ataque.
-Sí, me lo ha mencionado, si. Pero creo que te cortó. ¿Hay algo más que tenga que contar de aquel episodio? Yo no me voy a ir.
-Tengo que contar lo más novelesco del asunto. Cierre la puerta.
-No voy a cerrar la puerta, pero le aseguro que aquí no va a entrar nadie. Estamos sólos tú y yo.
-¿Qué hay de Dios?
-Tú mismo lo dijiste, ¿No? Los dos hemos adorado a un Dios falso… o eso es lo que tú dices.
-¿Se da cuenta de mi respeto hacia usted y del suyo hacia el mío?
-Tienes… Tiene razón. Puede comenzar. Si no le importa voy a tomar unas notas.
-Bien… quella gente me dijo que los seres humanos estaban condenados, y que sólo nosotros podríamos salvarnos, si hacíamos lo correcto. Esa gente decía que ya había estado en la Tierra antes, y que todas las construcciones colosales efectuadas habían sido por ellos. Dijeron que ellos nos dotaron de inteligencia, por un error tan humano como nosotros. Dijeron que no podían permitir que el ser humano se convirtiera en un ser con tanto poder como ellos.
-¿Le dijeron lo que teníamos que hacer?
-No… Tras ello, me guiaron por la nave, y vi algo espantoso. Vi a los individuos que hasta aquel día habían desaparecido. Estaban separados, una persona en cada sala. Todos se encontraban desnudos. En la primera sala vi a una mujer de aproximadamente 20 años tumbada en el suelo de la sala, intentando levantarse. Lo impactante de todo aquello es que estaba cubierta por sangre, y no dejaba de gritar que prefería la muerte a seguir así. Al verme me gritó que huyera lejos y salvara mi vida, y la mujer que me acompañaba la miró a los ojos… y tras unos instantes la cabeza de la chica ensangrentada explotó. Hice el ademán de huir pero esa mujer comenzó a correr por el techo como si de una araña se tratase y se abalanzó sobre mí, sujetándome con sus ocho brazos. Después me llevó a la 2º sala. Allí vi a un hombre de avanzada edad, cubierto por unas ropas rasgadas que no dejaban nada a la imaginación. Su piel tenía un tono morado, y de uno de los ojos brotaban gusanos. Efectivamente, estaba en un estado avanzado de putrefacción.

Gregor no se inmutaba. Simplemente cortaba su postura para secarse con un pañuelo de tela el sudor de su frente.

-Tras ello llegamos a una tercera sala, que estaba vacía. En una pared se encontraban unos dibujos muy extraños. Un mono con la cola enrollada era lo más destacado… eran figuras de palo, no había volumen ni ningún atisbo de intentar mostrar la cara. Simplemente se mostraba la silueta de las figuras. También había un ser humano con una cabeza muy grande, y un ave muy extraña. Por otro lado había un reguero de sangre  en la pared que conducía a una frase escrita en latín: Alea iacta est… Finalmente, un hombre con un yunque me golpeó en el pecho con el yunque y me lanzó fuera de la estructura. Yo casi no podía respirar, y comencé a arrastrarme con mucha dificultad hasta que me desmayé por el dolor. Recuerdo también que mientras estaba arriba me dieron una serie de números: 21122012. Podría ser algún tipo de código.
-Se ha fijado en su pecho supongo… son los mismos números.
-Vosotros seréis los siguientes… Estamos condenados. ¿Qué podríamos hacer?
-¿Está seguro de que lo que le dijeron es real, y no es muestra de su imaginación?
-Señor, a cada día que pasa se vuelve más real.
-¿Le dieron algún tipo de nombre?
-Sin nombre.

Gregor se levantó tras tomar las últimas notas, y se marchó sin despedirse de Ántimo. Tras la puerta se encontraba Nikola.

-¿Y bien, diácono?
-Prepárelo todo para el exorcismo. Lo efectuaremos mañana. Mande a alguien vigilar la sala las 24 horas del día. No podemos permitirnos una fuga.
-Bien, eso haré. Por cierto, con Ántimo se encontró un libro. Tras revisarlo detenidamente, encontré unos versos señalados en ese texto apócrifo. Mírelo.
-Esto nos indica que el arzobispo ya había perdido la fe antes de la famosa entrada a la estructura. Actúe con normalidad, y busque en otros textos apócrifos la existencia de los mismos versos. Dese prisa.

Dentro de la sala Ántimo miraba a la pared sin ninguna esperanza. Sabía que el diácono también le tomaba por loco, y eso le enfermaba. Tras unos momentos, pudo ver en el suelo un azulejo roto. Tras un mínimo esfuerzo, arrancó del suelo una parte y se rajó con ella el muslo. Tras unos momentos, con la sangre comenzó a escribir en la pared:

“Y ya no creo en nada,
Ni en esta soledad, ni en esta sensación
De vacío abandonada”.

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