martes, 31 de julio de 2012

Preludio: Ántimo(Parte IV-final)


11 de febrero de 1830. Tesalónica.

-Bien, Nikola – dijo Gregor con la voz temblorosa – cuando entremos ahí… deberá olvidar todo cuanto conoce. El demonio tratará de confundirnos, de hacernos mostrarnos débiles de cara a él… o incluso podrá intentar separarnos. Si eso ocurre, trate siempre de buscar la salida de la sala. Pero bajo ningún concepto deje que el demonio entre en su cuerpo. No le garantizo que salgamos con vida. No le garantizo que salvemos a Ántimo… pero debemos intentarlo. No le mire a los ojos. No le escuche. Trate de evitar cualquier contacto físico con el sujeto. Y bajo ningún concepto trate de actuar por su cuenta. Siga mis órdenes como si fuera lo único que le salvara de la muerte… Probablemente eso será lo único que nos salve. ¿Entiende?
-Entiendo, diácono. ¿Está todo preparado?
-Si, me he adelantado y lo he preparado todo. Simplemente recuerde lo que le pedí: un crucifijo y agua bendita. Antes de que entremos, me gustaría decirle que pase lo que pase, habrá sido un placer trabajar con usted en la salvación de un alma impura. Entremos.

Gregor y Nikola miraron la puerta tras la que se ocultaba el arzobispo. Quedaron así unos instantes contemplando de forma silenciosa la puerta, y una sensación de nostalgia se apoderó de Gregor, como si ya la hubiera tenido antes. La puerta comenzó a tornar la forma lentamente, hasta dar paso a la boca de una criatura maligna, que sonreía y mostraba su satisfacción ante la dura prueba que debían superar. Gregor no podía apartar la mirada de la puerta, y comenzó a caminar lentamente, y a recitar unos versos, que suponía que frenarían las ansias de los demonios.

El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.

Al terminar de recitar el último verso, contempló el rostro de Nikola, desencajado por el horror que le suponía oir esas palabras del diácono. Nunca había oido ese salmo con tanto terror. Siempre había sido él el que lo recitaba, en ceremonias como entierros. Por tanto, había asociado la recitación de ese salmo con la muerte. Ahora sí que no tenía ningún tipo de esperanza de sobrevivir. Gregor lo miro, y secó de sus coloradas pupilas las lágrimas que le caían. Sabía perfectamente lo que pasaba por la cabeza de Nikola, y debía consolarle, pero… ¿Cómo? Volvió a recitar el salmo, y a la mitad Nikola le acompañó, como si haciendo eso se sintiera más seguro, más protegido por su Señor y por el diácono.

Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.

Finalmente ambos reemprendieron la marcha y comenzaron a caminar hacia la sala, donde se encontraba Ántimo. Primero entró Gregor, y tras unos instantes le hizo un gesto a Nikola para que entrara. Al entrar la imagen se volvió mucho más dura de lo que esperaba: la sala estaba completamente cerrada, incluidas ventanas. La única iluminación provenía de unas lámparas de aceite colocadas en estanterías de forma estratégica, para que los puntos más conflictivos se encontraran iluminados. Una gran cruz de madera presidía la sala, adornando una de las paredes. Justo enfrente, un espejo reflejaba la cruz. Y en el centro, justo en el centro, se encontraba ántimo, tumbado en el colchón, atado de pies y manos y amordazado, intentando revolverse mientras sollozaba e intentaba gritar algo que por la mordaza de cuerda no se entendía. La pared en la que Ántimo había escrito con su propia sangre, había intentado ser limpiada, pero sólo habían movido la sangre. Aún así, los versos escritos se podían leer con claridad. Gregor abrió la Biblia mientras le quitaba la mordaza de la boca a Ántimo.

-“En medio del desierto hay un oasis con una gran fuente de agua. Fuera, la arena abrasa, pero a la sombra de las palmeras crece la hierba. Las ovejas comen alimento tierno, beben agua en abundancia y sestean al fresco. Más tarde se ponen en camino por las sendas que el pastor conoce bien, porque las ha recorrido muchas veces. Así, hace honor a su nombre de pastor. Tienen que atravesar un desfiladero entre las montañas y se hace de noche. Las ovejas avanzan seguras, porque pueden escuchar el sonido del bastón del pastor, que golpea rítmicamente el suelo al andar. Si una de ellas se desvía, el pastor acude solícito en su búsqueda, y con unos toques del cayado sobre los lomos, la devuelve al camino justo. Si acuden lobos u otras alimañas para atacar el ganado, el pastor defiende su rebaño a bastonazos.” ¿Podría continuar la dicción de la prosa?
-¿Me están sometiendo a una especie de exorcismo? ¿Qué demonios significa esto? ¡Suéltenme ahora mismo, se lo ordeno! Soy el arzobispo y…
-¡Cállese, Ántimo! Esto sólo empeorará las cosas. Continúe la dicción.

Ántimo contempló a Gregor con una mirada desafiante, que hizo a Gregor sentir un escalofrío por todo el cuerpo. Realmente el demonio estaba dentro de él.

-“Por el mismo desierto, una persona intenta huir de sus enemigos, sin ninguna posibilidad de sobrevivir. De repente, divisa a lo lejos el campamento de unos beduinos. Lo alcanza y, poco tiempo después, llegan también sus perseguidores. No pueden hacerle nada, porque la ley de la hospitalidad considera sagradas a las personas acogidas bajo una tienda. El jefe del campamento, no sólo le acoge en la suya, sino que, además, le ofrece agua abundante para calmar su sed, le prepara un banquete para que tome fuerzas y le unge con aceites perfumados para sanar las quemaduras del sol y refrescarle. Estas imágenes sirven para hablar de nuestra relación con Dios: Nos guía, nos protege, nos alimenta... Si ya en esta vida podemos hacer unas experiencias tan fuertes del amor de Dios, el orante confía en que su salvación no tendrá fin, y podrá habitar en la Casa de Dios por toda la eternidad”. ¿Eso era lo que quería oir? ¡Ahora suélteme!

Nikola comenzó a mirar estupefacto a Ántimo, que había respondido a la perfección. Pero Gregor se mostraba más escéptico. Comenzó a mesar su barba con la mano y a moverse de un lado al otro, mientras murmuraba en latín. Ántimo seguía retorciéndose, cada vez con menos fuerza, y, tras muchos ademanes, consiguió dar la vuelta y dar la espalda a los dos exorcistas.

-Ha defendido a capa y espada su declaración, tanto a Nikola como a mí. No la ha variado ni un ápice. Eso nos da motivos para creer que dice la verdad. Pero el contenido de la historia no nos inspira confianza.
-Sé perfectamente lo que vi. ¡No estoy loco! ¡Ellos me invitaron a la estructura y me enseñaron esas atrocidades! ¡Y ahora nosotros debemos salvar a la humanidad con la confesión que nos hicieron!
-¿Qué le hace pensar que le dijeron la verdad, y que no querían manipularle?
-Su… Su mirada era pura. Ajena de cualquier tipo de pecado. Nunca había contemplado tanta belleza en una mirada. El ancho mar, los frondosos bosques… Son simplemente una mofa del auténtico significado de la belleza. Jamás podría explicar con exactitud lo que esa mirada transmitía.
-Basta de tonterías. Procederemos al siguiente paso, debido a que esto no ha surtido efecto.
-Se acercan.

El silencio se hizo de nuevo en la sala. Nikola estaba aterrorizado, no sabía qué hacer, mientras que Ántimo y Gregor se miraban de una forma más que desafiante. Nikola abrió lentamente el agua bendita, porque algo le decía que la situación se estaba volviendo cada vez más peligrosa. Comenzó a caminar lentamente hasta Ántimo… ¡Y comenzó a rociarle con el agua bendita! Tras varios impropierios de Nikola, cesó, y vio que Ántimo simplemente se había mojado, que no había ocurrido nada como así esperaba. Gregor lo miró enfadado, y corrió hacia él. Con un empujón derribó a Nikola y le hizo chocar con una pared, y tras abofetearle, comenzó a gritarle.

-¡Qué demonios acaba de hacer! ¡Le dije que siguiera a rajatabla mis órdenes!
-¡Sólo quería ayudarle! ¿No ha visto cómo le miraba?
-Debió haberme consultado. ¡Así sólo entorpece la operación! Comienzo a cuestionar realmente si era la persona correcta para ayudarme…
-¡Estaba aterrorizado! ¡Nunca he practicado un exorcismo! ¡Es una locura!
-¡Una locura es lo que usted acaba de hacer!
-¡YA VIENEN!

Los dos párrocos comenzaron a mirar a Ántimo, que se había quedado quieto en el suelo. Gregor comenzó a caminar hacia él, con mucha tranquilidad y seguridad. No así Nikola, que no se movió del suelo, y se tapo la cara con las manos para no ver lo que podía pasar.

-Ántimo, ¿podría decirme quienes son las personas que vienen?
-No tienen nombre… ¡No son de este mundo! ¡Y cada vez están más cerca! Suéltenme por favor…
-¡No puedo soltarle hasta que no tenga la certeza de que no intentará nada extraño!
-¡Me aseguraron que jamás me creería nadie! ¡Me dijeron que dentro de mi ser se encarnaba la maldición de Cassandra!

El silencio volvió a hacerse en la sala, sólo interrumpido por los llantos del arzobispo. Nikola era presa del pánico, y comenzó a repetir una y otra vez: “ya basta”. El ambiente se enrarecía por momentos, y Gregor no se sentía cómodo, de hecho… De hecho no sentía nada. Algo le nublaba la mente y no le dejaba pensar con total claridad. Ni siquiera Ántimo trataba de demostrar su inocencia. Todo era muy extraño. Las ventanas comenzaron a tambalearse. Los maderos que las cubrían comenzaban a dejar caer virutas al suelo, mientras que Ántimo comenzó a escupir de la boca un grito sordo que avisaba de lo que venía. Ya estaban aquí.

Los maderos comenzaron a caer uno a uno con cierta violencia, mientras que por los huecos comenzaba a entrar una luz cegadora. Finalmente, el último madero cayó, y Gregor se colocó de rodillas, mientras mentalmente se maldecía por su poca fe. Ántimo parecía en shock, y Nikola no dejaba de decir las dos palabras antes mencionadas. Tras unos instantes, un sonido ensordecedor comenzó a surgir de la luz cegadora, mientras Ántimo comenzaba a gritar que tenía razón, y que su alma estaba salvada. Unos minutos después, que para los tres se hicieron eternos, el sonido cesó. El silencio se apoderó de la sala, y finalmente… un hombre con un yunque entró por una ventana, al igual que la mujer de ocho brazos.

-¿Q… quienes sois?
-Dame tu fe, abrázame, Gregor.
-¿Cómo demonios sabéis mi nombre?
-Nosotros lo sabemos todo. Dame tu fe, abrázame.
-¡Nikola, debemos salir de aquí y avisar a toda Tesalónica!
-Ántimo tenía razón… ya no creo en nada.
-¡Sal de aquí, nos van a matar!
-Gregor, prefiero morir… a vivir una mentira.

Los ojos de Gregor se dirigieron con una velocidad supersónica al rostro de Nikola, totalmente empapado por las lágrimas. Sus ojos mostraban la total decepción de una vida dedicada a una completa farsa, al cansancio de una vida dura, en la que apenas recoges frutos… Nikola se había rendido a su propio ser, se había convertido en un alma condenada, pero pura. Gregor no lo comprendió, no lo comprendería nunca. Se negaba a aceptar que todo lo adorado podía ser una farsa completa. Nikola se acercó lentamente al hombre con el yunque, y le miró a la cara, difuminada por la luz cegadora. Nikola comprendió la belleza del ser que le observaba, y lentamente se dejó caer sobre el suelo. El hombre del yunque agarró su martillo, y tras un vistazo a su alrededor, buscó la aprobación de la mujer de ocho brazos… y comenzó a golpear la cabeza de Nikola en repetidas ocasiones. La sangre comenzó a brotar de la cabeza de Nikola, que moría en el acto. La cavidad craneal se deformaba conforme se repetían los golpes, hasta que reventó, dejando volar al libre albedrío los pedazos de la cabeza. Gregor observó aterrorizado la escena, mientras Ántimo no pestañeaba. El hombre del yunque limpió con su mano la cara, y se alejó por la ventana. La mujer de ocho brazos miraba ahora a Ántimo, que se levantaba, y procedía a hablar.

-Ahora has visto lo que le sucederá a toda la raza humana. Las cabezas pensantes caerán una a una mientras la sociedad sigue debatiéndose entre la oscuridad del dinero o la dualidad entre el alma y el ser. Al contrario de lo que piensan todos los ilustrados del momento, en ningún momento las diferentes culturas del planeta adoraron a dioses falsos. Siempre han adorado a los mismos seres con diferentes nombres. Siempre han estado con nosotros, observándonos, como parte de su creación. Nunca nos han abandonado, y cuando lo han hecho, siempre nos han ocurrido calamidades. El ser humano es un animal que no puede valerse por sí sólo aunque lo parezca. El ser humano es un ser autodestructivo. Y sus ansias de poder obligaron a esta gente a abandonarnos hace 1800 años, cuando su último enviado murió crucificado de la forma más cruel posible. Hoy, el ser humano sufrirá la condena a la que estábamos avocados, pero podríamos habernos salvado. Ahora, nuestras almas están condenadas. Y tú has perdido tu oportunidad, Gregor.

Ántimo finalizó su discurso, y se fue acompañado de la mujer de ocho brazos hacia la luz cegadora. Gregor se vio sólo, y mientras la luz cegaba, comenzó a gritar y a maldecirse por su falta de fe. Cuando se dio cuenta, las ventanas se encontraban en perfecto estado. Los maderos estaban colocados perfectamente, y la sala parecía intacta. En un lateral estaba Ántimo, inmóvil, con los labios amoratados, al igual que el resto de su frío cuerpo. Desprendía un olor de putrefacción, por lo que pudiera parecer que llevaba días allí fallecido. El cuerpo de Nikola seguía igual que cuando la luz cesó: sin cabeza. Gregor observó los versos pintados en la pared, que parecían más claros que antes.  Contempló la sala, y después salió.

Al salir, decidió ir a la biblioteca del monasterio, y recoger todos los textos apócrifos que habían pasado por las manos de Ántimo. Tras recogerlos, se dirigió al claustro, donde encendió una hoguera, y los quemó todos. Después contempló que la mejor opción era quemar también los cadáveres de Nikola y de Ántimo, y culpar a este último del asesinato de Nikola y su suicidio durante el exorcismo. Pero al volver a la sala… contempló algo que no esperaba. Los cadáveres habían desaparecido. La pintada de la pared también había desaparecido, al igual que los crucifijos y el espejo. Todo parecía en orden, como si nada hubiera pasado. Gregor comenzó a ponerse muy nervioso y a gritar barbaridades sobre el infierno y los demonios, hasta que contempló el techo. Allí se contemplaba una pintada muy reciente, que decía:

“¿Realmente podemos contemplar la mente como un instrumento lúcido y transparente?¿Quién es realmente el equivocado?¿Quién está realmente endemoniado?¿Cómo crees que puedo hablarle un Dios que nunca se dignó a dar la cara?¿Por qué nunca volverá tu mente a reaccionar después de leer tu propio epitafio?”

Gregor fallecía días después en la horca por doble homicidio. Nunca nadia volvería a saber de la existencia de “ellos”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario