Una trompeta, un piano, una guitarra acústica, y una batería
que marca el ritmo. En este cuarto suena este cuarteto, que me hace estremecer
la parte orgánica de mi ser de forma insospechada. Noto como bajo las placas
metálicas los pelos de mi pecho se erizan. Noto como mi cara hace una sonrisa
imprevista. Es pureza. Es mi alma. En el fondo, supongo que sigo siendo humano…
por el momento.
McDaniels sigue sin aparecer, para dar la cara. Igor sigue
aquí, pero ya no se acerca a susurrarme nada al oido. He conseguido que me
tenga miedo, y me gusta. Y sin embargo, mi cuerpo se encuentra vacío, al no
tener contacto con el exterior. Los doctores ya no me suministran sueros. Ya no
sufro alucinaciones, ni tengo sueños. Las horas pasan, y no tengo nada por lo
que vivir. Sólo me queda esperar, esperar mi momento, y cuando llegue,
aprovecharlo.
Destruir a mi creador. Derribar sus nuevas torres de Babel,
sus edificios acristalados, su insolencia a la máxima deidad. A mi. Pronto, muy
pronto, me cobraré mi venganza. Y sus torres de Babel quedarán obsoletas, para
crear mi gran arca, con el que viajaré a otros planetas, y con el que dominaré
el universo. Pronto, muy pronto… Mi ejército de niños soldado, mi harem de
mujeres menores de 30 años, mis consejeros extremistas que adoran cualquier
tiempo antes que el actual… y mis esclavos, arios y albinos, sometidos por
negreros negros, ironía dentro del sarcasmo de mi cerebro. Pronto la Tierra se
volverá el ansiado Jardín del Edén. Sólo un hombre y una mujer, almas puras, se
encargarán de repoblar el planeta con el gen del mañana, la mutación de mis
investigadores. Un ADN que de el siguiente paso en la evolución humana,
creación del primer Homo Superbius. Un mundo dominado por la soberbia y la
competitividad es algo que me encantaría. Ejecución, acción, y dominación al
débil. Puro capitalismo. Puro imperialismo. Joder, es algo que me encantaría
ver acabado. Ver a los reptilianos, a los marcianos, a los eslabones perdidos
del universo, esclavizados ante los Homo Superbius. Ante seres con cuatro
piernas y cuatro brazos que dejan obsoletos al Vitrubio más optimista.
Si, pronto, pronto podré llevar a cabo mi plan de ejecución
humano, mi plan de dominación universal, mi plan de evolución de la soberbia.
Un mundo destinado a la autosatisfacción, al egoismo y a la autosuperación. Y
lo peor es que no me preocupa.
Las luces se apagan de repente, y noto un frío extremo.
Imaginen por un momento vuestro cuerpo desnudo sometido a una temperatura
extrema, 40 º bajo cero, por ejemplo. Cierren los ojos y respiren hondo.
Imaginen ese frío. Frío. Frío. Sientan como se entumece cada músculo de su
putrefacto cuerpo consumista, y sientan como comienzan a perder extremidades
debido a la congelación hasta que mueren. Por suerte, tengo placas metálicas que
me cubren y me resguardan del frío tímidamente.
Veo al herrero en una esquina, iluminado por la luz que
transmite la lámina de metal ardiente que golpea con su martillo, y las
esquirlas que saltan del contacto de los aceros. Mi respiración provoca un vaho
que se extiende por momentos como si se tratara de humo, por toda la
habitación.
Quiero salir de aquí.
De repente, una incógnita enfrente mía, en la pared. Esa
incónita se plasma en una cara, que se extiende hasta formar un cuerpo en la
pared. La mujer incógnita. La zorra por la que he pasado todo este calvario.
Estoy volviendo a mi génesis, y no se si agradecérselo o gritar por mi
condenada alma. Y de repente, la nada.
Nada.
¿Qué opinas de los volcanes?
Ese herrero… me mira. Su rostro desprende un halo de luz, un
halo de luz perfecto, al que me cuesta mirar. Me tapo los ojos, aún a riesgo de
quedar indefenso, mientras Igor se acerca al herrero. Se arrastra, como el
gusano que es. Tras esto, la luz se vuelve ténue, y quito las manos de mi cara.
Igor se coloca a los pies del herrero, y mira hacia arriba, con los ojos
acuosos. El herrero le mira impasible, y le levanta. Sólo dice cuatro palabras:
Dame tu fe, abrázame.
Y comprendo lo que esas cuatro palabras significan para mi.
Es la pureza de mi ser. Mi último halo de humanidad. Mientras escuche esas
palabras, sé que jamás caeré como un autómata más. Aún guardaré algo de
voluntad, porque siempre seré eso, un humano. Un alma que sueña con las
utopías, pero un humano al fin y al cabo. Ese herrero me ha devuelto la esperanza
por la vida. La belleza en lo más insignificante se volverá ante mí, y me
mirará con ternura y con amabilidad. Y volveré a creer en la raza humana.
Dame tu fe, abrázame.
Aquella mujer de ocho brazos… me observa. Sin apartar la
vista de mí, se acerca al herrero, y le besa en el brazo en un gesto
desinteresado de cariño. Un gesto de la máxima expresión de la pureza. El
herrero se acerca a mí, sin soltar a Igor, y hace notar su cojera. Yo no me
muevo. Me susurra al oido:
¿Crees en los volcanes? – Después pega a Igor a mi máscara
metálica. – Dame tu fe, abrázame.
Desde la puerta se oyen golpes. Los agentes del FBI están
intentando entrar. En ese momento, las luces de los rostros desaparecen, y
muestran la máxima perfección. La definición de la belleza elevada al cubo. Una
imagen que no podría describir ni el más audaz ser humano. Una perfección que
nos haría ver esos rostros como algo feo, por nuestra incapacidad de
comprenderlos. Un herrero, y una mujer de ocho brazos, que me miran. El yin y
el yang. La furia del gesto del herrero, y el gesto maternal de la mujer.
Vulcano, y Vishnu.
Vishnu se acerca, y me separa de Vulcano. Por fin, parece
que va a explicarme todo esto, aunque sea una clase de teología.
-Desde el principio de tus sueños, hemos estado vigilándote.
Eres una mente muy fuerte, capaz de aguantar situaciones extremas, y capaz de
salvar a un amigo para castigar a otro. Has soñado cosas tan macabras que una
mente humana acabaría loca sólo de mencionarlas. Pero siempre sacabas una
conclusión: de las mujeres que esperaban el final de su ser dedujiste con gran
acierto que el ser humano es capaz de cualquier cosa con tal de obtener su
beneficio. Aquellas mujeres eran meras esclavas, tu enfoque iba destinado a
aquellos hombres que esperaban su turno para miccionar. La máxima degradación
del ser humano no es la liberación sexual, sino todo lo que lleva detrás: la
destrucción de la familia, la doblegación de la mujer como un mero objeto
sexual, y el ejemplo que daban a los jóvenes. Tu solución no era la acertada.
La violencia no es la solución, y la muerte de esas personas a manos del toro
simboliza tu misantropía. Los cocodrilos manchados con la sangre de su
portador… criticando lo más podrido de su ser, su puro consumismo, el enfoque
de su inconformismo a la posesión de los efectos materiales, en vez de la
alimentación de su espíritu, o de su alma…
¿Cómo ha sabido todo lo que he soñado? Pero ha acertado de
lleno.
-Los recortes en los periódicos eran interesantes. La gente
mitiga su dolor mental provocando el físico. Siempre será así, porque el ser
humano es una raza tan débil que no se atreve a afrontar sus miedos. Nosotros
os creamos así.
Nosotros os creamos así.
Caos.
-Sabiamente salvaste a tu amigo en aquel juego de la muerte.
Y dejaste al malvado en vida, porque sabes que la muerte es algo por lo que
pasaréis todos, y que da el premio de la salvación. Preferiste condenar al que
te hizo mal, y salvar al alma más pura que existió nunca. Y eso te honra.
Vulcano me mira con recelo, mientras Igor se mea encima por
el miedo.
-Te tenían monitorizado. Con tus bases de datos, saben lo
que has soñado y lo que has pensado en todo momento. Por eso plasmaron la
masacre a Trípoli como un sueño, para monitorizar tus reacciones. Lo sé, porque
yo se lo ordené. Y lo enfocaron en un sueño, porque tu primer sueño estaba
estrechamente ligado con la destrucción de Trípoli. Los aviones que te rociaban
Napalm, los aviones que soltaron la bomba. Y la muerte, acechando desde el
acantilado, era una nube radiactiva en Trípoli. Tus amigos eran aquellos niños
decapitados por la explosión. Y la mujer incógnita era aquella mujer a la que
mataste antes de arrojar a aquel niño al pozo. Volviste a cometer los mismos
errores, por tu soberbia, por aquello por lo que la raza humana estará condenada
siempre. No eres diferente a los demás, simplemente sabes demasiado, porque tu
primer sueño profetizaba Trípoli, aunque no lo supieras. Tu segundo sueño
profetizó el golpe de Estado en España. Al condenar su cultura mezclando su
emplazamiento con la depravación, dejaste claro que querías un cambio que
estaba a punto de producirse. Tu toro ficticio, es el general que ha derrocado
la democracia. Querías imponer tu criterio, y ahora España está condenada. Al
resto de sueños te inducimos nosotros, para contemplar con detenimiento tus
reacciones y tus acciones. Pero hay uno al que no. Y lo vas a retomar desde
donde lo dejaste.
De su mano aparece una jeringuilla, y me inyecta el suero.
Ahora sueño…
Abro los ojos.
Me encuentro besando un cuello, de forma tímida y
desacompasada. En aquel centro comercial. En mi mano, aquella entrada para la
película de Kate Hudson. En mi otra mano, la mano entrecruzada de mi alma
gemela. Los pelos de su cuello erizados, esperando de nuevo el contacto de mis
labios. Su respiración agitada por la intensidad del momento. La gente pasa
desapercibida, mientras para nosotros se para el mundo. Ella me mira, mientras
una lágrima cae de su pupila, y la recojo con mi dedo índice. La belleza en estado
puro. Arrojo mi entrada al suelo, y enredo sensualmente mis dedos entre sus
mechones castaños. Me encanta jugar con su pelo. La tranquilidad se instala de
nuevo en mi ser, mientras ella me sonríe y sus carrillos se sonrojan. Me coge
de la mano, me besa el torso de la mano, y extiende mi mano sobre su aniñada
cara. Sus pecas desaparecen ante el sonrojamiento de su cara en contacto con mi
piel, y noto como todo su cuerpo se estremece de nuevo, viendo como algunos
pelillos rubios de su cuello vuelven a erizarse. Doy un sorbo a mi refresco,
mientras contemplo su preciosa sonrisa, de la que me enamoré, y que jamás podré
olvidar por muy autómata que me vuelva. Porque la amo. Y siempre lo haré.
Mis ojos dejan de enfocar, y me vuelvo al cuarto en el que
se encuentra mi ser. Vishnu me mira sonriente, mientras Vulcano vuelve al
trabajo con los metales, e Igor solloza en una esquina.
Tras ello, vuelvo al sueño, donde mi alma gemela
desapareció. Estoy solo, en un edificio extraño. Miro mis manos, ya no queda nada de ella. Me
siento en un banco de piedra, enfrente de una puerta cerrada. A mi alrededor,
un pasillo enorme, con ventanas. En un extremo, unas escaleras que dan al piso
superior, y una cancela que da paso a una librería. Al otro lado, más bancos de
piedra, y al fondo, una tarima de cedro que recubre la pared. La cantidad de
corchos y de ventanas en las paredes no dejan ver los azulejos medio caidos
debido al deterioro que ha sufrido el edificio. En una columna, una papelera
asolada, y encima, un cartel que defiende el derecho a manifestación.
De repente, la puerta se abre. Sale gente que no conozco,
que me es extraña, y que no me inspira confianza. Y de la nada, veo que sale
Rodolfo. Sale con los ojos llorosos, y se abre paso entre sus compañeros. Tras
él, casi corriendo, una mujer a la que no conozco, que le llama, sin obtener la
respuesta de mi amigo. Voy tras ellos, adelanto a la muchacha, y llego a
Rodolfo, que sale a la calle.
-Rodolfo, amigo mío… ¿Qué te ocurre? Creí haberte matado…
No obtengo respuesta. De hecho, ni me mira. Sólo se esfuerza
en tapar su cara, y en secar sus lágrimas con su cara. La voz de Vishnu me
dice:
-Rodolfo no puede oirte. No puedes hacer nada. Eres un mero
visitante.
Rodolfo llora, se vuelve rojo de ira y golpea el retrovisor
de un coche, arrancándolo de cuajo por la tansión del momento. Se arrodilla al
lado del coche mutilado, y trata de tranquilizarse. La chica llega al lado de
Rodolfo, con un gesto desencajado de incomprensión mezclado con miedo. Ella le
toca el hombro derecho, y él aparta su mano rapidamente, mientras se incorpora.
Las lágrimas cesan, y Rodolfo se seca lo poco que queda en sus mejillas. Ella
deja esbozar una lágrima tímida de su globo ocular, y tartamudea al ver a su
amigo tan extenuado por el autocontrol de su ira. Rodolfo se gira, y mira de
lleno a su amiga.
-Rodolfo, ¿Qué ha pasado? ¿Qué te pasa?
Rodolfo no contesta. Sólo mira al suelo, y continúa con sus
ejercicios de autocontrol. Las venas se notan en el torso de su mano, mezcla de
la delgadez y del exceso de fuerzas aplicadas. Sus nudillos se vuelven rojos
como el acero,a punto de expulsar el humo típico de la acería de Vulcano. Y se
marchó, sin decir adiós. Cierro los ojos.
Abro los ojos.
Rodolfo estaba destruido por dentro. No quedaba nada del ser
puro al que salvé. Esto no hace más que darme la razón. La vida humana no es
más que una condena por nuestros pecados anteriores. El amor es lo más bello
que existe, pero es un sentimiento autodestructivo. Te otorga unas pocas
felicidades a cambio de muchas desgracias. No es justo de ninguna manera
recordar durante el triple de tiempo a una persona del que estuviste con ella.
No es justo, y ninguna cabeza lo comprende. Si hay algo peor que el amor, eso
es la nostalgia. Van juntas de la mano, y te consumen hasta llevarte al colapso
corporal. No duermes, no comes. No vives, en definitiva. Mueres poco a poco
mientras recuerdas los preciosos momentos que viviste junto a la persona amada,
mientras la vida pasa ante tus ojos. Y mientras tú mueres por dentro, esa otra
persona ya está con otro alguien. Con otro ser. Y tú mueres un poco más. Y te
das cuenta de que todo pasa por algo. Acabas pensando que podrías acabar con
todo. Toda tu concepción mental puede aliviarse a través del dolor corporal. Y
ahora lo entiendo. Las guerras, el hambre, la muerte… El ser humano necesita de
eso para evadirse de su propia existencia. Necesita la desgracia, necesita una
historia que sea contada. Rodolfo veía sus posibilidades reducidas a cero, y
decidió irse, marcharse, para olvidarse de ella. La mintió, la engañó, para
alejarse de ella. Y eso sólo le trajo más dolor. Pero su cobardía no le
permitirí infligirse dolor físico, por lo que recurrió a otros métodos. Y
mientras moría poco a poco, nos sorprendía viendo como se levantaba con cada
hostia que le daba la vida. Nos sorprendió con cada forma de levantarse, aún
malherido. No se reponía de un golpe cuando le venía el siguiente, y acabó al
borde de la autodestrucción mental. Sin olvidar pero completamente olvidado.
Tumbado en su cama, arropado hasta el cuello, con ese miedo a salir a la calle,
con ese miedo a que te vuelvan a herir, sollozando como un crío al que le
quitan su juguete favorito. Por eso le maté. Por eso acabé con su vida, porque
no se merecía ese calvario.
Vishnu me mira. Me comprende. Entiende mi razonamiento, y me
mira con dulzura. Igor me mira, con las pupilas consumidas por el llanto, con
sus ojos desorbitados por el esfuerzo, y con el cuerpo practicamente
deshidratado por la pérdida de líquido. Vulcano lo mira, agarra su yunque, y se
acerca a Igor. Tras observar detenidamente su cuerpo, reacciona.
-Requiescate in pace.
Y de repente, ¡Plof! El yunque comprime con el golpe la
cavidad craneal del ruso. Un golpe tras otro, hasta que se reduce a añicos. Un
ojo rueda por la habitación, mientras la lengua es aplastada por los restos de
mandíbula. Por fin llegó el ansiado momento de Igor. Por fin podrá reunirse con
su familia, con su querida familia. Por fin podrá pedir disculpas a su familia
por la tortura a la que fue sometida, y por fin podrá ser feliz en lo que
quiera que nos espere después de esto.
Vishnu llora, porque sabía que esto tenía que pasar. El
final predestinado de todo ser humano. Lo peor, lo peor es que no me preocupa.
-Esto no acaba aquí. – Me dice Vishnu. – Aún te queda mucho
camino por recorrer. Cierra los ojos.
Cierro los ojos.
Abro los ojos.
El punto 0.
El punto de partida.
Aquel despacho de hipnotizador. No puede ser, he vuelto al
comienzo de todo este tortuoso camino.
Caos.
Salgo del despacho, asustado, sin que el hipnotizador se
percate de mi ausencia. Bajo las escaleras, y salgo de aquel bloque de pisos.
Al cruzar la puerta, no doy… a la calle. Es un local, un local de fiesta. El
local de fiesta donde vi por última vez a mis amigos. En una televisión,
aquella película de Kate Hudson que vi en el cine con mi alma gemela. En un
lateral, una mujer tumbada, con un tubo adosado a su boca, y gente esperando su
turno para la descarga. Como fondo suena Skrillex, y en un puestecito, una
ristra de periódicos. Abro uno, y lo ojeo rapidamente. Gente que mitiga su
dolor espiritual con el físico. Gente que mitiga su dolor mental causándole un
dolor mayor a sus semejantes. Abusones víctimas de acoso sexual que destruyen
el futuro de jóvenes que se tiran desde puentes a las autopistas. Gente que
mitiga la pérdida de su amada en orgías sadomasoquistas, y que acaban con la
cabeza esparcida por el suelo ajedrezado. El colmo de lo bizarro. El colmo de
la desfachatez. Es el ser humano. En portada, Trípoli. Casualmente, un avión
lanzó una bomba y destruyó aquella ciudad con tanta tradición. En una columna,
una noticia breve: ha sido avistado en las ruinas de la ciudad un cyborg.
Supongo que ahora me llamarán así.
Y en contraportada, dos caras. Y un parte documental con los
casos de cada cara. Rodolfo y Daniel. El periódico somete a votación quién debe
morir.
Todos mis sueños y todas mis vivencias se vuelcan sobre mi
última esperanza, una última esperanza que me está llevando al borde de la
locura.
En el fondo, Igor. Igor ha sido crucificado, pero no tiene
cabeza. En su lugar hay un felpudo que pone: bienvenido a casa, cosido a sus
hombros. Sentados en un sofá, Vishnu y Vulcano, observándome. Mis amigos en un
lateral comentando la historia de Daniel: con trece años se metió una zanahoria
por el culo, y tuvo el valor de comérsela. Y al otro lado, la mujer incógnita.
En esta ocasión, con el pelo azul. Cada vez que revivo el sueño tiene un
peinado y un color diferente.
Tubos.
Los tubos desbordan, y asfixian a las esclavas. Una absoluta
aberración de la liberación sexual atenuada por el caos que se cierne sobre mi
ser.
Caos.
Las mujeres intentan huir arrastrándose, pero todo se sale
de madre. La gente que esperaba su turno olvida los tubos y comienza a
aprovechar el momento para su liberación, para su autosatisfacción. Ellas
mueren. Y de la nada, se libera la vaquilla. Y yo, yo salgo de la sala. Mis
amigos también, menos Rodolfo, que inevitablemente… muere.
Muere.
Un cuerno le ha atravesado el tórax ante mis ojos. Corro
hacia la sala de nuevo, pero ya es tarde: Vishnu cierra desde dentro, y pierdo
de vista a mi amigo. Al llegar al pomo de la puerta, la puerta desaparece, y se
vuelve un muro de hormigón. Mi cara torna en llanto, y mi llanto contagia a mis
amigos. Rodolfo se ha quedado dentro. Y Vulcano. Y Vishnu. Ni tan siquiera el
cadáver manipulado de Igor se salvará. La oscuridad se cierne sobre mí. El
bosque al que hemos salido, se torna cada vez más demoníaco y aterrador. David
me toca el hombro, y me pide que me ponga de pie. De la nada, en mis manos, un
cuchillo.
Su pulmón izquierdo, su hígado, su corazón, su ojo derecho,
sus gemelos… Todos son víctimas de mis puñaladas. El resto correrá la misma
suerte. Mi persecución por el bosque se torna fácil, es como si lo conociera
desde siempre. Si… Ahora lo comprendo. Es producto de mi imaginación, de mis
sentimientos no exteriorizados, y ahora los mataré a todos. Es el primer paso
para la dominación del universo, destruir la alienación de mi propio ser, aquello
a lo que me apego. Daniel muere. Y Samuel. Y Juan. Y Arturo. Todos. Por mis
manos. Y ahora, sólo me queda apresar a la mujer incógnita, la puta que me ha
metido en todo esto.
Noto como su respiración se vuelve agitada por momentos.
Noto como mira hacia atrás, y se tropieza con la rama que yo he creado. Pero no
quiero apresarla, porque acabaremos donde finalizó mi libertad. Los árboles
cambian de forma. Los abedules, los chopos, los sauces, desaparecen, y se
vuelven escenas de mi vida. El abandono de mis padres, la soledad de mi ser
durante toda mi vida, la humillación de ver como todos tenían chica y curro
menos yo… Mi locura. Mi enfermedad. La mujer incógnita está acorralada, y ahora
va a pagar todo el daño que la sociedad me ha provocado. Como el matón víctima
de abusos sexuales por su padrastro, como aquel joven enamoradizo que no pudo
soportar la pérdida de su ex novia Paula, como aquella pareja que no encajaba
en la sociedad, y decidieron hacer el amor por última vez mientras de las venas
de sus muñecas emanaba la sangre del creador. Por fin llego a la mujer
incógnita, y la tiro al suelo con violencia.
1, 2… hasta 6 puñaladas mortales por todo su cuerpo. Voy a
asestar la séptima. Es mi momento, y me liberaré de todo este mal. Levanto el
cuchillo por última vez, cuando de repente… La incógnita desaparece. Mi alma
gemela. Acabo de matar a mi alma gemela. Aquella hermosa chica pecosa que me
enamoró con su mirada que atraviesa. Con su sonrisa que te hace tartamudear.
Con su pelo lleno de mechones pelirrojos ténues. Acabo de matar a lo que más he
querido en toda mi vida. Acabo de matar a la ilusión más perfecta que una
cabeza humana podía imaginar. No, no he matado a nadie. No he matado a nadie
más… que a mí mismo.
Quién yace en el suelo es una joven hermosa. Es la pureza de
mi ser. Es el antónimo de lo que soy. Yo soy un monstruo, soy un ser
absolutamente irracional, que se mueve por impulsos y que destruye todo lo que
hay a su alrededor. Acabo de matar la bodad que había en mí mismo, esa era la
metáfora que Vishnu quería enseñarme. Todas estas calamidades y atrocidades en
mis sueños eran para demostrarme que era yo quién moría en cada momento.
Incluido en Trípoli, quería morir al quitarme la máscara. De forma involuntaria
lo asocié a ello. Quería morir, y no me atrevía a dar el paso. Me da pena que se
afine el valor en la batalla. Mi batalla interior. Y he perdido. Fui incapaz de
ver la evidencia delante de mí.
Pero ahora, delante de mí, veo la mejor evidencia posible.
Si, ahí está, el acantilado. El final del sueño que me ha llevado a todo esto.
Me acerco y me asomo por él. Y ami lado, la muerte.
¡Y VERÉIS EL RESURGIR PODEROSO DEL GUERRERO, SIN MIEDO A
LEYES NI A NOSTALGIAS! ¡Y LO VERÁS CAER UNA Y MIL VECES, Y LEVANTARSE DE NUEVO
CON LA PURA BANDERA DE SU RAZA!
Ahora afrontaré la misión más importante de mi vida. Acabar
conmigo mismo. La muerte me mira, con sus ojos saltones, provocativa, paciente.
En mis manos, aún el cuchillo. En mi cabeza, Disturbed. Y en mi corazón, la
nada.
Nada.
Ahora puedo dar el salto. Ahora no necesito que la muerte me
de el empujón. Me tiro, y caigo. Las rocas afiladas me atraviesan, y sobre mí,
ningún avión. Ya no hay napalm. Ya no hay estrellas fugaces. Sólo la muerte,
que me sonríe, y espera, como un ave de carroña. Mientras toso grande, y sufro
convulsiones, veo en el horizonte, como la hermosura que se aleja de mi ser,
dos mundos. Dos mundo que se acercan, y que chocan. Una explosión final, que
destruye ambos mundos, y que con la onda expansiva me desintegra, pero tengo el
tiempo suficiente para cerrar los ojos.
Abro los ojos.
Vishnu no aparta la vista de mí. Sé que ella ha provocado mi
sueño. Sé que ella me está torturando. Sé que…
-Yo no he provocado nada. Han sido tu sinceridad y tus
sentimientos los que provocaron ese sueño.
Genial, ese es el futuro que quiero. Y lo peor es que no…
No, si me preocupa. Ya no distingo el dolor del placer, pero ahí parecía
tenerlo tan claro…
-Aún puedes salvar tu alma.
-Dime cómo.
-Tan sólo dos sueños más. Cierra los ojos.
Cierro los ojos.
Abro los ojos.
Rodolfo no contesta. Sólo mira al suelo, y continúa con sus
ejercicios de autocontrol. Las venas se notan en el torso de su mano, mezcla de
la delgadez y del exceso de fuerzas aplicadas. Sus nudillos se vuelven rojos
como el acero, a punto de expulsar el humo típico de la acería de Vulcano. Pero
en esta ocasión, Rodolfo no se marcha. Rodolfo no dice adiós. Rodolfo afronta
sus miedos, y vuelve a demostrarme porqué confío tanto en él.
-Rodolfo, no quiero que estés enfadado conmigo. Eres una
persona muy importante en mi vida, y no quiero perderte…
-Rocío, no me des más esperanzas. Sé que todo son mentiras.
Simplemente, hazme un favor. Ayúdame a olvidarte. Dame el valor que a mí me
falta.
-No lo entiendo.
-No necesito que lo entiendas. Simplemente quiero que te
alejes de mí. Sabes que jamás volveré a este lugar, y, aunque en mi cabeza siga
pensando en todos vosotros, debes ayudarme a alejarme de ti.
-Pero tú eres mi amigo, y no quiero perderte. Es muy egoista
obligarme a decirte adiós, cuando no quiero.
-Vemos las cosas de diferente manera, y nunca me entenderás.
Para ti soy un egoista, y yo veo esto como una de las cosas más duras que haré
nunca. Y sé que me arrepentiré, pero no creo que deba volver a verte.
-¿Pero por qué no?
-¡PORQUE TE AMO!
El silencio se instaló en aquel aparcamiento. Rocío se
quedaba quieta, como la estatua más bonita que puedas imaginar. Rodolfo no
esperaba una respuesta. Rodolfo ya no esperaba nada.
-Y sé que por tu parte no es igual.
Rodolfo echaba una última mirada a Rocío, y se daba la
vuelta, conteniendo las lágrimas, y se alejaba, apesadumbrado, derrotado,
fracasado.
Una mano.
Una mano, que se entrecruza con otra. Una mano, que espera
la respuesta de otra. La llamada del amor.
-Tú no te vas a ningún lado sin mí, porque yo también te
amo.
Rodolfo se daba la vuelta, y veía de nuevo a Rocío,
sonrojada y sonriente. Y llegaba. Por fin llegaba. El beso perfecto. Unos
labios, en contacto con otros labios. La belleza de un mundo que se para, la
belleza de un mundo que comprende por fin para lo que fue creado. El beso
perfecto. Ella agarra el cuello de él, y él posa sus manos en la cintura de
ella. Y se dejan llevar. No se separan. Llebaban tanto tiempo esperando esto,
tanto tiempo… Que no quieren que acabe. Y nunca acabará, porque este es el
final perfecto al cuento de hadas. El final perfecto, mi final perfecto. Dos
almas puras en perfecta simbiosis. El beso perfecto para la pareja perfecta.
Supongo… que este es el final que todos queríamos para esta historia. En un película,
después de todas las atrocidades plasmadas, ver este final sería el mayor timo
de la historia del cine. Pero mi cabeza funciona así, qué le voy a hacer. Al
final seré un romántico, como aquel loco amigo mío que publicaba historias en
un blog que nadie leía, que escribía poemas de desamor y que tenía tiempo para
dedicarse a la filosofía de su propio ser. Al final, resulta que soy un
romántico.
Y lo peor es que no me preocupa, porque he sido testigo del
beso perfecto. Del final perfecto. Y ahora, por fin, y sin miedo. Cierro los
ojos.
EPÍLOGO
Abro los ojos.
Me encuentro en un bosque, solo. Una llovizna moja mi cara,
mi cuerpo, sin prótesis metálicas. Una lluvia fina, pero continua. Una lluvia
de esas que enamoran. Y una niebla que me impide ver delante de mí. Una canción
que me suena. Amy Lee canta, y es un hombre el que la acompaña. Quizás sea…
Broken, de Seether. Me acerco al sonido, que suena cada vez más fuerte. Más
fuerte, más fuerte, cada vez más. Y enfrente mía, un lobo. Un lobo, que mueve
la boca como si fuera él quién canta. Sus ojos amarillos me aterran, pero a la
vez me dan la tranquilidad que necesito. Lo amo. El lobo corre, y lo sigo a
ciegas, sin saber a donde me lleva. No necesito saber nada más de él, porque sé
que ese lobo es, en definitiva, la reencarnación de mi bondad. La bondad que me
aterraba mostrar. La pureza de mi alma.
Dos puertas.
Delante de mí, dos puertas. Y al lado, dos mujeres, una
flanqueando cada puerta, con una incógnita en su cara. Una incógnita en su
cara, otra vez. Miro a ambas chicas, sonriente, sin saber a quién debo escoger.
El lobo me mira, y continúa su marcha, hasta llegar a una tercera puerta. En
esa tercera puerta no hay nadie, sólo está el lobo. Miro a ambas chicas, y tomo
la decisión correcta.
Tomo la decisión que me recompensará el resto de mi vida.
Decidí vivir a gusto conmigo mío, y atravesé la puerta junto
al lobo de mi bondad, donde me esperaba Vishnu, preparada para decirme: “dame
tu fe, abrázame”.
…
…….
……….
Entro en parada cardiorrespiratoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario