martes, 23 de octubre de 2012

In medias Res I: imitando a Chuck Palahniuk(parte II)



Imaginen por un momento vuestro cuerpo desnudo sometido a una temperatura extrema, 40 º bajo cero, por ejemplo. Cierren los ojos y respiren hondo. Imaginen ese frío. Frío. Frío. Sientan como se entumece cada músculo de su putrefacto cuerpo consumista, y sientan como comienzan a perder extremidades debido a la congelación hasta que mueren. Así me siento yo en esta puta mesa de quirófano. Así me siento yo cada maldito día de mi vida. Así me siento yo desde que esas ratas trajeadas me atraparon.

Desde aquel día me tienen amarrado a una mesa de quirófano. Sin piernas, ni bazos. Sin cerebro, ni nada que se asemeje a un estómago. No duermo. No como. En los lugares donde se encontraban mis rodillas han colocado unas prótesis metálicas de lo más extrañas. En mis brazos hay dos tubos interconectados, supongo que para no perder más sangre de la cuenta. En el lugar donde antes tenía la polla, me han colocado una placa metálica. Me duele mucho. Hace unas horas de mi ombligo comenzó a salir una sustancia amarillenta parecida al pus y entré en parada cardiorrespiratoria. Sigo preguntándome cómo sin cerebro puedo formular esta serie de pensamientos cortos.

En ocasiones me inyectan sueros en el cuello, para que no me muera supongo. En ocasiones esos sueros me producen dolores indescriptibles. En ocasiones me producen placeres jamás vividos. Comienzo a preocuparme realmente del hecho de que en algún momento no llegue a distinguir entre el dolor o el placer. Pero eso no es lo peor. En ocasiones, esos sueros me indicen en un sueño profundo, del que no puedo despertar. Quizá no quiera despertar. Por muy macabro que sea el sueño, siempre es mejor que la realidad que me rodea. Mi realidad…

Despierto. Me encuentro tumbado, en un suelo arenisco, cerca de… Una plaza de toros. Me levanto, sacudo el polvo de mi chándal y comienzo a mover mis extremidades recién estrenadas. El poder de la mente, es capaz de asimilar tu realidad más cercana e incorporarla a experiencias anteriores. ¿He dicho mente?¿Olvidé recordar que me quitaron el puto cerebro? Vaya, ya estoy dentro de la plaza.

Desde dentro se ve todo muy… extraño, si, esa es la palabra. Una plaza de toros… cuadrada. Si me oyera cierto colega se pondría la máscara de MR.Crujidor y comenzaría a gritarle a cada anciano discapacitado al oido que probara las nuevas natillas. Si, cuadrada. Comienzo a pensar que tanto suero me está empezando a afectar, y que esto son meros delirios. La arena de la plaza está perfectamente dibujada, como si estuviera preparada para una corrida de Jesulín. Pero esta gente ha venido a los toros. Bueno… ¿Por qué no podemos combinar ambas?
Tubos.
La gente hace cola esperando su turno para la descarga.
Tubos.
En el otro extremo, en pendiente descendente, mujeres desnudas esperan la salida del ser de los efebos.
Tubos. Tubos, como mangas de pastelero, como los famosos guantes antiradiación que tienen en las centrales nucleares para apartar los residuos. Me imagino tocando el tubo, esa es la textua perfecta. El mejor deslizamiento para el ser. Para el ser de los humanos.
¡Oh!¡Querida postmodernidad arraigada en el pensamiento de estos individuos! ¡Oh, consumismo exacerbado que lleva a estos cabezas huecas a hacer cola(nunca mejor dicho) para tener una mínima alegría en sus insulsas vidas, vestidos con telas con cocodrilos o caballeros incrustados! ¡Oh, iluso de mí, por creerme el más hegeliano y renunciar a las posesiones materiales que por cultura nos son alienadas! Mi ser inconformista, auspiciado en el cuerpo de un simple mortal, condena la tauromaquia como el que más. Aunque no deja de ser gracioso el hecho de que el placer sexual se refugie dentro del templo de los conservadores. Dentro del templo de la sangre, de la violencia sin razón.
Tubos.
Finalmente, todo se reduce a tubos.
Como los tubos que conectan mis hombros.
El ser del primer extraño llega a la boca de la inconsciente.
Tubos.
Y, finalmente, reguljitan el final de nuestra pequeña muerte, para depositarlo en lo más profundo de su tráquea.

No hay sólo hombres. Mujeres, ancianos, incluso niños. Todos tal y como el creador más patético imaginable nos soltó en este mundo hostil. ¡A la mierda la teología ontológica! ¡Cabrón! ¡Lo has bordado! ¡Has creado a un ser lo suficientemente estúpido como para encariñarse con una prenda de vestir, y lo suficientemente estúpido como para descargar su furia sobre un tubo! Espero que estés orgulloso de tu mojón.
Niñas.
Hay niñas, jugando con tubos. Hablan a través de él, se ríen de la voz que les produce la distorsión del tubo. Niñas jugando con un tubo. No ven lo que sus hermanas mayores hacen con esos tubos con los que ellas hablan y escuchan. Yo no arrimaría esa oreja. No pongas el culo ahí, el pedo no va a sonar de forma diferente. No creo que ese tubo sea para mear, o quizá si… Depende de la mente enferma de cada uno. Un bukkake de voces y de escatologías de niñas de 11 años. Niñas vestidas jugando con tubos. Alguna podría intuir lo que se les va a venir encima. Pronto, esos niños inocentes que están colados por las preciosas pecas de aquella pelirroja de la faldita a cuadros, las recubrirán con la alienación que su padre le obligó a transmitir a través de ese tubo que se usaba en otros tiempos para recoger residuos.
Niñas.
Y tubos.
Supongo que ya se avisó cuando murió aquella chavala por culpa del monster: las bebidas espesas pueden producir la muerte.

Una plaza de toros cuadrada.
Tubos.
Niñas, y tubos.
Y suena la campana. Una rendija se abre. Y sale un toro. Sale un toro…
Si, durante mi corta vida me he dedicado a condenar la tauromaquia, pero jamás dije nada sobre la antropomaquia. Mi mandíbula está a punto de desencajarse por la ironía que supone la justa venganza del toro. Brazos, piernas, cocodrilos manchados con la sangre de su portador. Pierdo la voz, de la fuerza de mi carcajada. Las mujeres adosadas a los tubos siguen impasibles, mientras los toros poco a poco destruyen todo rastro de vida humana en las colas. La máxima degradación del ser humano se plasma. La total decadencia de la sociedad queda visualizada en un halo de vísceras, esperma e ironía. Dulce ironía. Seguro que si ahora mismo conservara la polla estaría eyaculando de placer… o de dolor.

Despierto. Una comitiva de hijos de puta a mi alrededor quiere hablar conmigo. A uno lo conozco, me trajo hasta aquí y se encarga personalmente de administrarme los sueros del sueño. Si pudiera levantarme…
La mujer de 8 brazos. ¡Ahí está! ¡Detrás de ese perro! ¡Sálvame, por favor! No… no puede ser… No veo su cara… Lo único que me daba esperanza se difumina. Su cara es una puta incógnita. La esperanza me abandona de nuevo. Mi única salida se convierte en mi delirio. En el delirio de la mujer incógnita. Cuando me desangraba en aquel acantilado en mi sueño, era lo más feliz que he llegado a sentirme. Esa autorrealización al ver como mis amigos eran felices, y ese sentimiento de impotencia cuando todo se desmoronó. Todos están muertos ahora. No lo tengo seguro, pero lo sé. Algo me da esa certeza. Mi cerebro desapareció, pero mantengo ese recuerdo. Muertos…
Caos.
Mujer, en aquel acantilado me lo pediste. Yo te di lo único que me quedaba de pureza. Ahora te pido que me lo devuelvas.
Dame tu fe, abrázame.

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