-Cierra los ojos y relájate. Siente cómo todo a tu alrededor
se vuelve neutro, tranquilo, inerte. Piensa en algún momento bonito de tu vida,
y visualízalo como si lo estuvieras reviviendo. Cuando cuente hasta diez, te
sumirás en un sueño profundo, que nos ayudará a indagar más a fondo en tu
problema. Diez… Nueve… Ocho… Siete… Respira hondo…seis…cinco… Siente como el
vacío se sume en tu alrededor…tres…dos…uno…
Y allí estaba yo, tumbado en aquel diván inerte, con ese
extraño que se hacía llamar hipnotizador, con un montón de papeluchos a los que
mentaba como diplomas en las paredes, con una foto de dos niños y una mujer que
quiero pensar, era su familia y aquel suelo enmoquetado. Y, tras sumergirme en
ese dichoso sueño forzado, vuelvo a la realidad. Mi realidad.
El futuro.
En este mundo tengo 22 años. Soy una persona medianamente
feliz. Tengo un curro estable, una familia que, a pesar de los altibajos, se
mantiene unida; unos amigos que me respetan y que me adoran en su presencia… Y
a pesar de todo, siempre he añorado algo. Eso. Siempre me ha perseguido, como
una gran losa que se posa en mi espalda y oprime mi caja torácica hasta
reventarla en mil pedazos. Me veo, como en tercera persona, al borde de un
acantilado. La muerte, a mi espalda, agarrándome del hombro e incitándome a
saltar. Y en el horizonte… la nada. Nada.
Sólo un puñado de estrellas.
La nada.
Y de repente, la luz.
Quizá me esté precipitando a los hechos, y deba comenzar
desde un… in medias res. Todo comenzo hará unos meses. En mi entorno realmente
iba todo genial. Todos mis amigos eran felices, unos en mayor o menor medida.
Estudiaban lo que querían, eran felices con sus parejas y alguno hasta podía
permitirse el lujo de presumir de un trabajo. Yo no me quejaba, iba detrás de
una chica y hacía progresos. Hasta que me dio por soñar… esto. Y a partir de
ahí todo fue en declive. Mis amigos perdieron sus empleos, sus novias, otros se
distanciaron… Y yo, harto de ver la inmovilidad de mi ser frente a aquella
muchacha que me tenía encandilado, decidí cortar por lo sano. Ese sueño…
Llevo 3 meses viniendo a este hipnotizador, y no veo ningún
tipo de avance. Por suerte, uno de mis amigos del gimnasio es amigo suyo, y me
lo deja gratis. Aún así, me supone un engorro levantarme cada mañana y perder 2
horas de mi vida en… esto. Mierda, no sé quién está más enfermo, si él por
dedicarse a esta tomadura de pelo o yo por necesitar este tipo de gilipolleces.
Pero no me enrollo.
Me encuentro en una fiesta, con una copa de Red Bull con JB
en mi mano, mientras suena ese rap coreano tan famoso. A mi alrededor, mis
amigos, rememorando frases de Padre de Familia con unos porros y un barril de
Heineken en la barra. Uno de mis amigos comienza a hacernos fotos y a sacarle
información a otro amigo mío, hasta que confiesa: se metió una zanahoria por el
culo cuando tenía 13 años, y después tuvo el valor de comérsela. Esta escena la
revivo noche tras noche.
Comienzo a tener miedo de irme a dormir.
Y entonces, ella. Aparece una mujer de espaldas en la otra
punta de la barra y, mientras mis amigos me arengan, me acerco a ella. Morena,
rubia, pelirroja… cada noche tiene un peinado y un color diferente. Pero al girarse…
La incógnita. Su puta cara es un signo de interrogación. Dios, por qué me haces
esto?
Caos.
Mi cabeza se vuelve una maraña de pensamientos. ¿Dónde
estoy?¿Dónde está la chica incógnita?¿Por qué suena Disturbed en mi cabeza,
cuando estaba en un local dubstep? Todo cambia. Tras un fondo blanco, me
encuentro ahí, en el precipicio, con las manos ensangrentadas y la ropa
rasgada. Arrodillado, y sollozando. A mi lado, una pistola. Los he matado. A
todos. Incluida la chica incógnita.
Todos.
Caos.
Y llega la muerte. Me mira, con sus ojos saltones llenos de
malicia y miedo. El miedo que yo siento. Mi reflejo. Me aterroriza ver en lo
que el sueño me ha convertido, así que aparto la mirada y miro al horizonte.
Las estrellas. Y de repente, la nada. Caigo al precipicio, con las piedras
afiladas. Y mientras me desangro, veo a lo lejor una explosión, como de bomba
atómica, mientras unos aviones me rocían napalm. Pero no me muero. Y veo a lo
lejos una mujer de ocho brazos, que me susurra al oido: dame tu fe, abrázame.
Abro los ojos.
El hipnotizador no está. A cambio, dos hombres armados hasta
los dientes me apuntan con subfusiles de asalto. Al parecer, mi sueño
desentraña mucho más de lo que quiere parecer. Una 3º Guerra Mundial, provocada
por mí. Por mi deseo irrefrenable de causar el mal ajeno. Dicen que me van a
observar, y que experimentarán con mi mente.
Caos.
Me sumo en un sueño de narcóticos y esterilizantes, y al
despertar, encuentro mi cuerpo tullido en la camilla de un quirófano. Mi pierna
izquierda está a medio cortar, y mis brazos han desaparecido, por el contrario,
tengo dos tubos interconectados. Genial. Ahora soy una puta rata de
laboratorio. Espero que al menos me hagáis una última mamada, lameculos
yankees.
Me hacen mirar a una luz… y vuelvo a nacer. Dios santo… No
recuerdo nada… Han borrado mi memoria… No me puedo ni mover sin un irrefrenable
dolor, y mi cabeza se encuentra… vacía. Ante mis ojos pasa… Un cerebro. Qué
cojones está pasando? ¿Por qué no he muerto? Un oficial se empeña en hablarme,
pero no le entiendo… Cosas de quitarme el puto crebro, ¡Gilipollas! Pero…
Detrás suya… Una incógnita. Ahí está… Ahí está la mujer incógnita. Lo que me
lleva a pensar si realmente estoy despierto o no.
Caos.
Supongo que este es el precio que debo pagar… Por confiar en
la raza humana…
Sólo espero que esa mujer de 8 brazos me salve la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario