domingo, 5 de agosto de 2012

Sin Nombre. Capítulo 1.


Cuando Ramón oyó en las noticias la medida de EEUU de acabar con cualquier símbolo de fascismo en España, no lo dudo en ningún momento. En las últimas dos semanas España había sufrido una situación muy convulsa como ya he detallado en los prefacios. La pérdida del rey, del presidente, la masacre del congreso de manos de Coll Bucher… Ramón sabía que esto podría llegar a pasar, era un hombre muy listo. Al ser profesor de historia, sabía de primera mano los desencadenantes de las guerras, el germen de cada religión. Sabía de primera mano todo lo que debía hacer. Desde unos años atrás había estado pensando unas conjeturas muy extrañas sobre el fin del mundo, y cada vez estaba más interesado en las profecías del nostradamus. Era un libro al que le daba mucha credibilidad. Si, había fallado muchas predicciones, pero… ¿Y las que había acertado? Ramón no era un hombre que se obsesionara demasiado por las cosas, pero algo estaba pasando, el mundo volvía a agitarse, y esta vez, no sólo era Europa.

Cuando los dictadores de Tunez y de Egipto cayeron, Occidente se encargó de celebrar que la democracia llegaba, que por fin el modelo de occidente triunfaba sobre el resto. Su alegría era obvia, ahora podrían explotar a los ciudadanos y sus petróleos a gusto. Pero cuando fue Libia la que se reveló, vieron que no todo era de color de rosa. Y tuvieron que entrar, en un acto de cobardía, por miedo a perder sus ansiados pozos petrolíferos. El petróleo se acaba, y el dinero es el dinero. ¿Hace falta que diga cuanta gente murió? Mucha gente murió, incluidos estadounidenses, hasta que en un acto absoluto de la opulencia estadounidense lanzaron la H3Z. La bomba H3Z es un complejo sistema de explosión del ejército americano. Consiste en un explosivo acolchado con laminas de aluminio y aislantes sonoros frente a caidas, que al chocar en la superficie suelta una especie de gas cegador que afecta a cualquier animal o persona que se encuentre. Esa fase es denominada por los estadounidenses como la fase “Blind Guardian”. El nombre puede ser algo críptico lejos de la sencillez del nombre. El individuo que se vea afectado por el gas de la bomba comienza a experimentar mareos y desorientación en un corto periodo de tiempo, hasta perder la visión. A los 5 minutos de su caida la bomba explota. Ese gas tiene radiación, pero es momentánea, o al menos en las pruebas realizadas así lo señalan, ya que tras 40 días el suelo podría volver a ser habitable. Esta segunda fase es denominada como la de “barrido”. Acaba con toda señal de vida en un corto periodo de tiempo, pero ese gas se deposita en la tierra con mucha rapidez, por lo que ese suelo puede volver a ser habitable tras aproximadamente 40 días. Es curioso, porque la radiación que no es absorbida por el suelo, se extiende por el movimiento de rotación de la Tierra a otras zonas, pero con mucha menos intensidad y con un poder que no hiere al humano. Eso si, su potencia destructiva es increible. Destruye todo a su paso, salvo edificios subterraneos como bunkers o parkings muy bien construidos. Esta tercera fase es denominada como la “capitalista” en paises no occidentales y como la de “precaución” por los estadounidenses. De precaución porque esa explosión evitaba la existencia de posibles malformaciones en humanos que, en la remota posibilidad de sobrevivir al gas, sufrieran malformaciones o enfermedades. En otras palabras, era una eutanasia forzada, una condena a muerte. Y además, así evitarían epidemias al mezclarse supervivientes con cadáveres. Por lo menos epidemias a corto plazo, porque luego llegan las ratas y las aves de carroña, pero ese problema se evitaba con una demolición del explosivo que arrasaba todo a su paso. Absolutamente todo. Y capialista porque la visión de los no occidentales era clara: destruían el terreno para desarrollar las metrópolis del mañana, las nuevas Chicago o los paraisos Hononulu 2.0. Era obvio que en Libia no iban a durar demasiado, y tres H3Z les bastó para causar el caos, hacer que se mataran los unos a los otros, en definitiva, desolando el pais. Y esa es la forma de cómo lo que parecía una guerra civil en la que Gadafi masacraría a su prpio pueblo, se convirtió en un baño de sangre de la OTAN para impedir restaurar una paz que, creáis o no, convenía a occidente. El amigo de Aznar, Gadafi, aseguraba que los extremistas islámicos no se acercarían a Europa, pero ahora, ¿Qué iba a pasar? No había que ser muy listo para darse cuenta de que si a EEUU le había funcionado la táctica, no necesitarían bombas nucleares ni teléfonos rojos. Con una bomba que aturdiera a la población les bastaba. EEUU volvía a ganar, y el, no olvidemos, premio Nobel de la paz Barack Obama se apuntaba el tanto, y colocaba un gobierno de índole dictatorial en el pais a cargo del ya deconocido John Reid Edwards(vicepresidente del gabinete del Partido demócrata en las elecciones de 2004 en la candidatura de John Kerry), para, según el magnate defensor de la paz, reestablecer la paz en un territorio en el que EEUU había sembrado el caos.

Cuando la Nueva Guerra Civil(llamada así por los periodistas, los que se creen la voz del pueblo) estalló, todos fueron obligados a tomar partido: o eras monárquico o eras dictatorial, o bien te abstenías y te consideraban comunista. Esta gran democracia de occidente en la que si no votas al PP eres un rojo y si votas al PP eres un facha ahora nos obligaba a elegir entre la monarquía que tanto se había defendido en la Transición, o volver casi medio siglo atrás con un modelo fascista desfasado y completamente fuera de lugar. Ramón no se dejó llevar por sus sentimientos, y en cuanto se dio a conocer la noticia de la muerte del rey, se puso manos a la obra. Desde hacía unos meses se temía lo peor y había comenzado a colocar en su sótano lo que parecían materiales para un refugio antiaéreo. Pero no contento con el sótano, excavó su propio jardin. Su piscina fue levantada, igual que parte del pavimento de la terraza donde tenía la barbacoa. Y se montó en su propio jardín un búnker(del que hablaremos más tarde) que le había costado mucho dinero. Eso no le preocupaba, su instinto de supervivencia había actuado, simplemente tenía que esperar un hecho que era un secreto a voces. Y que realmente ocurrió, pero de ello hablaremos más tarde.

Qué decir en cuanto al búnker. En primer lugar no era un búnker propiamente dicho, sino un refugio antiaéreo. Ramón había creado en su jardín todo lo necesario para sobrevivir, con 3 habitaciones subterraneas. Una habitación principal con un mini horno para calentar comida, una sala a modo de dormitorio y otra sala que en un principio no sabía cómo rellenar. ¿Un baño? ¿Quién se ocuparía del flujo del agua en un holocausto? El agua estancada del retrete sería otro punto de infección. Pero no le preocupaba un espacio sin utilizar, tarde o temprano sabría cómo rellenarlo. Lo más duro, que era hacer un refugio, estaba hecho. Y lo había hecho con la ayuda mínima.

Cuando las tropas de Corea del Norte intalaron su base en Menorca, era de esperar una reacción de las potencias europeas. Francia debía responder a la pregunta de si quería estar en contra de EEUU, o recibir las cabezas de misiles que les apuntaban desde las costas de Menorca. Y no sólo Francia, sino que Italia, San Marino… hasta el Vaticano tenía una cabeza de misil asignada. Y lo que era más curioso, a Corea no le había costado nada conquistar la isla, sino que gente civil, topos, renunciaban a su nación, traicionaban a sus vecinos, familiares, amigos, por unos ideales. O simplemente se les prometió dinero, propiedades… Eso ahora da lo mismo, porque al llegar Kim Jong II a la isla, los cabezas visibles de la conquista fueron asesinados sin piedad, y con su ejército comenzaba la “limpieza de sangre”. Consistía en asesinar a todos los contrarios al régimen. Nada de esto era una novedad. Hitler lo hizo, la Inquisición lo hizo y Stalin lo hizo. Nada nuevo bajo el sol. Incluso Hitler asesinó a sus partidarios de las SS como cabeza de turco. Ramón no veía nada nuevo, sabía que la III Guerra Mundial estaba a punto de comenzar, si es que no había comenzado. Mientras Corea comenzaba a perfilarse como una potencia seria, los paises no afectados perdían su tiempo en tonterías. EEUU si, tenía tropas en Galicia defendiendo al Príncipe Felipe y a su familia, pero España no era su mayor preocupación de momento. Inglaterra estaba en una guerra con Irlanda del Norte, que a las pocas semanas renunció y se unió a Inglaterra. Alemania volvía a invadir Austria, y mientras EEUU contemplaba impasible un conflicto que ellos habían comenzado. Era obvio que algunos “locos” se manifestarían contra Obama, lo que no era obvio era el hecho de que iba a soltar a sus perros para hacer cargas contra manifestantes. El garante de la paz defendió cargas policiales y asesinatos de civiles en las calles por mantener la paz. Una paz que le iba a costar muy cara.

No nos desviemos. Ramón pasaba 14 horas de su vida metido en el bunker, y sólo salía para trabajar. No tenía visitas, no tenía amigos, su vida era muy simple. Con el bunker había gastado todos sus ahorros, y le iba a ser imposible pagar los plazos, pero estaba seguro de que no iban a durar demasiado los acreedores. Poco a poco Ramón bajó todos los muebles de la casa al bunker, y comenzó a desarrollar su vida dentro de forma total. Terminó por aislarse del mundo exterior. Terminó, de hecho, con su matrimonio. Cuando Helena se dio cuenta de la posible “locura” de la que Ramón era presa, a lo mejor ya era demasiado tarde. Ramón “malgastaba” sus ahorros en el bunker, y con ello, Helena perdía todo el dinero que había conseguido como azafata de iberia. Ramón se justificaba como podía alegando que tal y como estaban las cosas, lo más sensato era esto. Y Helena, pobre de ella, le creía una y otra vez, como una pobre adolescente. Día tras día escuchaba la misma cantinela, que lo hacía por ella, que la amaba y que la quería demasiado como para que una H3Z acabara con ella. Lo que es el amor, seguir ciegamente a una persona aún a sabiendas de lo que te espera es un precipicio. Pero Ramón cometió un error, un grave error.

4 de junio. Helena volvió pronto de trabajar, mientras Ramón continuaba en el instituto impartiendo clases de historia. Tras cambiarse y darse una ducha, comenzó a barajar una posibilidad, comenzó a divagar sobre las razones que llevaban a su esposo a cometer tales actos de locura, como comprar un búnker, y ya no eso, sino el hecho de aislarse del mundo exterior… Comenzó a cotillear en sus cosas, en sus cajones, en su mesilla, en todo donde pareciera que Ramón estuviera metiendo la mano. Sabía que buscaba algo, pero no sabía el qué. Podía ser un panfleto de una secta, que en las últimas semanas aumentaban, debido a la inestabilidad de la sociedad. Sectas que prometían una salvación cada vez más complicada de conseguir, o algunas que prometían un final digno con tus seres queridos. Parecía que la población comenzaba a tener bastante asumida que se acercaba el fin, y que nada les iba a salvar. Finalmente encontró algo que no le dijo nada, pero tras su lectura lo comprendió todo. El nostradamus había acertado en muchas de sus predicciones. Acertó la llegada de Hitler, acertó con el 11S, acertó con la muerte de Don Juan Carlos I, y acertó con el golpe de estado. Helena sabía de todos los rumores acerca de este libro, de hecho se lo compró ella a Ramón por su cumpleaños. Es una larga historia de contar lo del porqué de un regalo tan… peculiar.

Para ponernos en situación, debemos tener en cuenta varios puntos. Ramón era un hombre cambiante en su actitud, y cuando un día decía filete, al día siguiente decía pescado. En cierto modo podríamos indicar que era un hombre en gran medida impredecible, tanto en sus hábitos, como en su comportamiento, o incluso en su temperamento. Podía aguantar la mayor puñalada posible de un amigo y exaltarse en medio de la calle con un desconocido, y esto había ido en aumento desde su viaje de Luna de miel a París. Helena comenzaba a ver en Ramón a una persona completamente distinta del hombre del cual llegó a estar enamorada tan perdidamente. Y en uno de esos viajes al extranjero, Ramón se quedó pensativo mirando ese libro, mostrando bastante interés. Helena no iba a desperdiciar la oportunidad de acertar de esa manera con su chico. Lo que fue un simple regalo casual, se convirtió en la condena de su matrimonio, hasta cierto punto.

Al llegar Ramón, se encontró a Helena con el nostradamus en la mano, y le preguntó si quería que le prestara el libro. Helena le comenzó a gritar, a encolerizarse, a maldecirse a si misma por ser tan estúpida, y por haberle creido.

- ¿Es que te has vuelto loco? ¿No me escuchas ni la mitad de las veces, y tienes que creer al pie de la letra lo que te dice este puto libro?
- Lo primero de todo, tú me lo regalaste! ¿Te crees que yo habría ido porque si a comprar ese libro?
-Vale, he cometido ese error, pero, por Dios, ¿no crees que habría sido mejor… no sé, haberte pagado un psicólogo en vez de comprarte un bunker? ¿Has pensado en el dinero que tendremos que pagar? ¡3 semanas, Ramón, 3 semanas tardaron en construirlo! ¿Te crees que eso va a resistir un impacto de bomba? ¡Te han tomado el pelo!
-¿Ah si? ¿Crees que me han tomado el pelo? Piensa lo que quieras, tengo la mente muy tranquila. Cuando las tropas de Bucher lleguen aquí no me vengas con disculpas. Piénsalo, eh, mírame cuando te hablo. Libia, Corea del Sur, Irlanda del norte… todas han sufrido la intervención gubernamental en su territorio. ¿Crees de verdad que España va a sufrir otro destino? No, no lo va a sufrir.
-Y no crees que, a lo mejor, el mejor favor que le puedes hacer al país es ir a luchar?
-¿Me estás obligando a ir al frente? ¿Pero es que nos hemos vuelto locos? Luchar en el frente por un ideal político es una estupidez, ¡no sirve de nada! Seas comunista, capitalista, fascista, ¡todo lleva a lo mismo! ¡Vamos a morir todos, y nadie en este puto vecindario se da cuenta! ¿No se dan cuenta de que cuando las tropas falangistas abandonen Madrid, la Sierra será lo primero que tomen? ¿Dónde está el Valle de los caidos?
-Ramón… mira… estoy cansada. Estoy cansada de mantener esta onversación cada día. Dices ser apolítico y no haces más que hablar de política… este libro te ha lavado el cerebro por completo… ya no eres el hombre del que me enamoré… creo que lo mejor será…
-¿Me vas a dejar?
-Creo que lo mejor será que nos demos tiempo. Necesito organizar mis ideas, conocer otra gente…
-Eres… ¡no pienso darte ningún tiempo! ¡O lo tomas o lo dejas, pero a mi no me marees! ¡Si me vas a dar largas hazlo a la cara, ahora mismo!
-Ramón, quiero el divorcio.
-Eres una zorra.

Tras eso, Helena le dio una bofetada a Ramón y se fue llorando de la casa, mientras Ramón la gritaba que no la iba a dejar entrar al bunker, y que tenía suerte de que sobreviviera un mes ahí fuera. Definitivamente, Ramón no era el mismo, Ramón había perdido su única relación lejos del trabajo. Puede que estuviera loco, puede que sus ideas fueran extremistas, o impulsivas quizá, pero había algo claro: Ramón se olía algo muy gordo.Durante las siguientes horas estuvo pensando sobre la conversación, sin saber exactamente que era lo que tenía que hacer. Por dentro estaba aterrorizado. Todos lo estaríamos en su situación. Por un lado se sentía aliviado, porque desde que salió el tema del bunker Helena estaba insoportable. Pero por otro lado, se sentía sólo, muy solo. Podría estar realmente perdiendo la cabeza?

Las siguientes noches las pasó sin dormir. Por un lado se lo podía permitir, el curso lectivo había acabado, y sólo tenía que ir al instituto a matar horas realmente, ya fuera corrigiendo exámenes, o preparando los de septiembre, además de esos claustros inútiles en los que los profesores especulan sobre sus alumnos como si se trataran de la camarilla. Pero más alejado de aquello, no era bueno para su salud física ni mental no dormir. Pero estaba defraudado. Defraudado quizá por la circunstancia de que su amor del instituto le hubiera abandonado por el refugio antiatómico. Defraudado porque desde que Helena le regaló ese maldito libro, había perdido progresivamente todos sus contactos. Poco a poco su obsesión se hacía mayor, y hasta especulaba por foros que profecía sería la siguiente en cumplirse. El término más adecuado a referirse a este tipo de gente sería friki, pero realmente su obsesión pasaba la linea del frikismo, pasaba la linea de lo medianamente comprensible o aceptable. Había puesto un candado a un cuarto de la casa, por lo que Helena tenía que hacer la plancha en el salón. Y no se quejaba, apechugaba, comprendía. Una gran mujer sin duda. Lástima que esté condenada, pensaba Ramón. Estaba realmente…

Bien, llegados a este término podemos comenzar a hablar del sujeto protagonista del relato como un enfermo. No era una enfermedad física, ni psíquica. Sólo estaba obsesionado, pero realmente no era algo que llegara a preocuparle, tenía otras preocupaciones, como Helena, el bunker y la guerra. Y esta última razón se acentuó cuando la resistencia de Corea conquistaba de nuevo sin oposición las costas levantinas en su totalidad, colocando una nueva base estratégica en Barcelona. Era curioso ver como, mientras las tropas gubernamentales se mostraban neutrales hasta que los fascistas o los comunistas pudieran acercarse a Galicia o a Portugal, aliada de EEUU desde el comienzo de la guerra. Se limitaban a mirar como Corea ganaba terreno con respecto a ellos, y como los fascistas se limitaban a asesinar en plazas públicas a cualquier cargo del PSOE o de IU. Por no hablar del PCE, que fue exterminado en su totalidad a los pocos días de la toma de Madrid. Era un panorama negro, en el que nadie hacía nada por nadie, en el que todos se encerraban por miedo a que el vecino les delatara. Se cerraban para ellos. Cuando Coll Bucher salía del parlamento con la cabeza de Rubalcaba en la mano, más de uno pensó en que era un farol. No puede ser un farol cuando en una semana ha asesinado a todos los miembros del congreso. Y, bueno, sin oposición ninguna avanzaba hacia la Sierra de Madrid, punto estratégico, pues allí está la tumba de Franco. No había otro motivo más allá de abrirse paso por Segovia o Ávila, simplemente ese era el objetivo, y después, veríamos que pasa.

6 de julio. Ramón lleva 2  semanas sin salir del cobertizo, ultimando los detalles del cobertizo para lo que se puede venir. Obviamente, tiene miedo a la bomba H3Z, quizá la mayor amenaza del planeta ahora, pero también tiene miedo a que los falangistas le hagan una recluta forzosa. Hasta ahora, las tropas de Coll Bucher han tomado Collado Villalba y Alpedrete, y se acercan sin descanso a El Escorial. Ramón lo sabe, ve las noticias a diario, y es por ello que espera el sonido de disparos para aislarse completamente del mundo. Ha llenado de provisiones el cobertizo, podría sobrevivir un mes dentro si todo va bien. No tiene problemas de supervivencia, pues a pesar de estar un poco tocado, sabe perfectamente lo que tiene que hacer para sobrevivir. Había llamado aquella tarde a un técnico de la zona para que mirara una grieta que había encontrado en el techo del cobertizo. Probablemente no sería nada, pero quería asegurar. El técnico llegó dos horas tarde, y se dispuso a analizar la fisura. Se puso a trabajar en ella, y a las pocas horas finalizó la ñapa.

-Son 1000 euros.
-¿Hablas en serio? Sólo has puesto un poco de yeso!
-¿Mire, usted sabe algo de bricolage?
-no, lo cierto es que no.
-¿Sabe usted que hacer acaso cuando hay un desagüe?
-No.
-¿Sabe usted acaso cuanto yeso hace falta para tapar una grieta tan profunda?
-No.
-¡Por eso nos llaman! Ustedes que van a saber… por eso, por no tener ni idea pasa lo que pasa, que hay ladrones que te cobrarían el doble o el triple de lo que le he cobrado yo. Puede sentirse muy afortunado de haber topado conmigo.
-¡Ay, vale ya, ya le pago…! mierda, ahora no tengo dinero, lo gasté todo en el refugio.
-¿Que gastaste todo en esa basura? ¡Te han timado! Eso no aguantará una explosión ni por asomo.
-Mierda… ¿qué hacemos entonces?
-Págueme la deuda dejándome quedarme en el cobertizo.
-¿Pero no acaba de decir que no va a aguantar nada?
-¡Pero no soy tonto! ¡Sé perfectamente que si cae una H3Z todo esto quedará arrasado! Y ahí abajo aún tenemos posibilidades de sobrevivir.
-Bien, de acuerdo. Pero no tengo suficiente comida para sobrevivir más allá de dos semanas, sólo compré para mí.
-Sin problemas, vamos a mi furgoneta y echamos cuentas, y vamos a comprar.
-Perfecto, ¿cómo se llama?
-Carlos.
-Genial, yo soy…
-Ramón, lo he leido en el buzón. Dónde está Helena?
-Ella estará en breves con Dios si no aparece. Tuvimos una discusión y…
-Mujeres… ¡la mía me dejó porque según ella no la ayudaba en casa, y que me pasaba la vida entera viendo fútbol! No hay quién las entienda.

El sonido del timbre rompió la conversación tan “amena” entre estod dos machos alfa. Cuando Ramón abrió la puerta se encontró enfrente a la vecina de enfrente, con Verónica. Era una chica bastante atractiva, de 21 años, universitaria. Vivía en esa casa con otras tres compañeras, con las que compartían gastos y algo más. Más de una vez Ramón tuvo que ir a quejarse del ruido de las fiestas, y con Verónica era con la única con la que se llevaba medianamente bien. No eran amigos, pero en las juntas de vecinos se apoyaban mutuamente en derramas, además de ir juntos a múltiples exposiciones de Historia del arte. A la última a la que fueron fue allá en enero, a una convención del pintor barroco Rubens al Museo del Prado. Tenían practicamente los mismos gustos, pero Ramón tenía unos años más, era más maduro, y más consciente de lo que ocurría alrededor. El caso es que Verónica llamó a la puerta. Tenía una cara bastante preocupada, con los ojos vidriosos, y se la veía nerviosa por el temblor de su voz.

-Ah, hola Verónica… ¿qué te pasa? ¿Dónde están las demás?
-¿No acabas de ver las noticias?
-No, la verdad es que estaba ocupado hablando con un técnico… ¿se puede saber qué pasa?
-Van a lanzar una H3Z, lo acaba de decir la sanguijuela de Coll en una retransmisión… las tropas se están retirando… ¡Y los aeropuertos son un caos! Veníamos mi hermana y yo escuchando la radio desde Barajas cuando han dicho eso.
-Bueno, ya hablaremos de eso. Carlos y yo íbamos a comprar provisiones para pasar los días tras una posible H3Z. No se hable más, os quedáis con nosotros. Tengo un cobertizo que puede que no sea el mejor, pero nos dará unos días para pensar qué hacer.
-¿¡De verdad!? ¡Muchas gracias Ramón!
-Ya me las darás si salimos de esta, vamos a comprar.

Tras las presentaciones pertinentes Ramón, Carlos y Verónica subieron a la furgoneta del técnico y se dirigieron al supermercado. Tras unos instantes llegaron, y se encontraron un panorama desolador. Un tumulto de personas estaban arrasando con el supermercado, el caos era patente. Todo el mundo huía hacia cualquier sitio, y no sabía nadie que hacer. Los llantos de los niños y los golpes de las peleas se podían escuchar claramente. Todos tenían miedo, Ramón el primero, que se maldecía por haberse subido a una furgoneta con un desconocido y con una vecina que le había causado más molestias que alegrías. Pero claro, la moral es de ser agradable, y ahora iba a perder la vida por flaquear en una personalidad que cada vez era más uraña. Ramón propuso volver al cobertizo antes de que fuera tarde, y giraron la furgoneta entre la gente. Era complicado pasar con toda la gente en la carretera. Ramón se desesperaba por momentos.

-¡Pero acelera, cojones!
-¡Es que hay mucha gente! No quiero atropellarles!
-¡Vuelve a apretar el clackson!
-¡Voy… no hacen nada!
-Genial, déjame a mi.

Ramón se colocó al volante, y aceleró, metió primera y después segunda, y… ¡comenzo a pasar sobre la gente! Tras los primeros atropellos la gente comenzaba a apartarse, pero Ramón también intentaba esquivar a la gente que estaba tumbada en el suelo, por lo que en muchas ocasiones sin hacerlo adrede invadía la acera, atropellando por consiguiente a varios transehúntes. La imagen era un poema, una estampa al caos. Verónica comenzó a ser presa del pánico.

-¿Pero que haces?
-¡estás viendo toda la destrucción que hay a los lados! ¿¡Qué más da un poco mas!?
-¡Ramón, estás loco! – Espetaba Carlos mientras miraba por la ventanilla una violación a una indigente.
-¡Quizá, pero tengo un cobertizo que nos va a salvar la vida!
-Te repito que…
-¡Abrocháos los cinturones que vamos a tomar un atajo!
-¿Qué vas a hacer?
-¿Conoces esta zona? ¡Bajando una colina empinada llegamos al vecindario recortando casi veinte minutos!
-¿Vas a saltar?¿¡ Estás loco!?

Y saltaron. Y volaron. Las pulsaciones de los tres subían tan rápido que parecían imposibles de controlar. Los tres vieron su vida pasar por delante. ¿Iban a morir por no esperar 20 minutos? ¿Iban a ser tan temerarios ahora? Pues lo eran, ya estaban en pleno vuelo. Verónica no hacía más que lamentarse y llorar, mientras que Carlos le decía a Ramón que era un hijo de la… El morro de la furgoneta tocó el suelo, y comenzaron a dar vueltas de campana, llevándose por delante una farola y a dos niños que jugaban al balón. Finalmente, la pared de una casa amortiguó el golpe. Tras unos minutos, Carlos consiguió salir de la furgoneta. Ramón salió también por el lado de Carlos, porque la furgoneta había caido de lado, dejando impracticable la zona izquierda para salir. La que peor había quedado era Verónica, que estaba inconsciente y llena de heridas.

Tras examinar a Verónica y ver que no había demasiadas complicaciones para sacarla, comenzaron a ello, hasta que… ¡Carlos vio el motor de la furgoneta en llamas! Ramón se apresuró a romper la ventanilla y sacar a Verónica por ahí, y les dio tiempo a saltar antes de que la furgoneta explotara. La furgoneta salía por los aires con la explosión,  atravesaba una de las ventanas de la casa, y se quedaba con medio cuerpo fuera, a punto de caer. Ramón y Carlos se apresuraron en coger a Verónica y entraron en el bunker, mientras que la furgoneta caía de nuevo al suelo, quemando unas plantas. Ya dentro del bunker tumbaron a Verónica en una cama y la comenzaron a curar las heridas, y en algunos casos, a ponerla puntos con cualquier cosa que hubiera, hilos, por ejemplo. No era una escena agradable de ver.

- Ramón, en serio, estás mal de la cabeza.
- eh, yo no te obligué a quedarte aquí, no me toques la moral.
- casi nos matas…
- ya tendremos tiempo de hablar de eso. Bien, vamos a ver contigo. ¿Tienes heridas?
- una en el codo y algunos cristales clavados en la pierna, pero no es nada.
- vamos a ello.

Tras curarse ambos las heridas, pusieron un rato la radio. Ninguna cadena sintonizaba. Ninguna. Los llantos y las explosiones eran la tónica fuera, pero dentro del cobertizo la realidad era diferente. Ellos estaban teóricamente salvados, o por lo menos, su esperanza era esa. Verónica despertó al poco tiempo. Comenzó a observar su cuerpo lleno de vendas, y se preguntó que hacía allí. Tras unos instantes, se levantó, y caminó hacia donde estaban Carlos y Ramón, en la casa, fuera del bunker, contemplando la situación de caos en el vecindario. Al verla se alegraron. Comenzaron a hablar.

-¿qué tal?
-bueno… todavía me duele mucho.
-es normal, el impacto ha sido muy fuerte.
-supongo, si… ¿me acompañáis a casa? Quiero coger un par de cosas.

Los dos hombres asintieron y se preocuparon por el estado de Verónica, por si podría ser capaz de caminar sin dificultad. Tras un vistazo rápido, decidieron emprender el rumbo a la casa de Verónica, y comenzaron a caminar hacia lo que sería un cambio en la mentalidad de cada uno.

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