martes, 14 de agosto de 2012

Preludio II: Long Beach(parte 2)


-John, te noto ausente hoy… ¿Qué te pasa?
-Es… es Jeremy. Me preocupa. Lo que pasa es que es algo que… no sé si puedo contarte.
-Puedes confiar en mí. Estamos juntos en esto, y además es algo sobre tu mejor amigo. Prometo que no voy a decir nada.
-Creo… creo que no vale con que me lo prometas, es algo más que todo eso. Es algo que si cuento puede… déjalo, no importa.
-John…
-Ahora tengo que irme, pero prométeme que mañana me llamarás.

John se ponía los pantalones vaqueros mientras echaba un vistazo al cielo estrellado. La playa vacía se veía preciosa a estas horas, y el sonido de las olas daba un ambiente tranquilizador, una tranquilidad sólo interrumpida con el choque de las olas en la arena. La luna reflejada en la arena reforzaba ese sentimiento de paz que allí se instauraba. John cogió su chaqueta y se la anudó a la cintura, y mientras levantaba la bicicleta balbuceó unas palabras a Lilly.

-Por cierto… ¿Sabes de alguna amiga tuya que podría interesarse en Jeremy? Quizá eso estaría bien.
-Estás muy raro, John… Supongo que lo hablaré con las chicas.
-Vale, con cualquier cosa dime. Te quiero.

John echó un último vistazo a su niña. Por un instante se paró el tiempo mientras contemplaba los ojos verdosos de la joven, sus pómulos rosados y sus rasgos aniñados y semiorientales. El poco viento que aparecía lo hacía para dejar volar el cabello castaño de Lilly, que se encogía de frío, esperando un abrazo de John. Pero no lo obtuvo. John rapidamente emprendió la marcha hacia su casa, inmiscuido en sus pensamientos acerca de su mejor amigo. ¿Por qué se había obsesionado con aquella puerta? Sólo era eso, una puerta… O quizás no. Pero aún así, eso no era motivo para que Jeremy se hubiera encerrado durante tres días en su cuarto. Su madre ya estaba preocupada, y John… John ya lo estaba antes de todo esto.

Al llegar a casa subió inmediatamente a su cuarto. Ya eran las 3 de la madrugada, y obviamente el resto de la familia estaba dormida. Tras subir las escaleras de roble y andar casi de puntillas por un parquet ya levantado, consiguió llegar a su habitación sin crear demasiado escándalo por el camino. Tras abrir sigilosamente la puerta, se acercó a su teléfono móvil que había dejado cargando. Contempló varias llamadas perdidas y un mensaje de… Jeremy. El mensaje era claro: “mañana t spero n l acantilado a ls 5. Ven solo”. John no contestó al mensaje. Todo esto le superaba, y sabía que sólo le iba a traer problemas. Pero no podía dejar tirado a su amigo, y menos cuando comenzaba a fraguar la idea de que su amigo fuera… un friki. Pero tomar decisiones en caliente no es bueno, así que decidió dormir y esperar a ver que pasaba.

25 de abril de 2011. Long Beach, California.

El frío se volvía a apoderar de California. Los días de playa tan buenos de la semana anterior pasaban a ser un mero espejismo ante el brusco bajón de las temperaturas. Las calles comenzaban a mostrar la actividad típica de un viernes. John se hizo el remolón, tras unos instantes de acurrucarse entre las sábanas decidió comenzar el día, y bajó a la cocina. Tras saludar a sus padres y a Sue, desayunó lentamente mientras veía pero no veía la televisión. Tras tomarse el tazón de cereales decidió que hoy no iba a ir a clase, por lo que subió a su cuarto a mirar internet. Entró en Facebook y rapidamente se percató de algo extraño: había amenazas de muerte en el perfil de Jeremy. Había muchas personas que le estaban amenazando por “meter las narices donde no le llaman”, “inmiscuirse en asuntos que no son para niñatos” o “crear conspiraciones contra el gobierno”. John decidió llamar a Jeremy, pero no respondía al teléfono. Tras meditarlo de forma rápida pero profunda, decidió hacer algo que había negado exactamente la noche anterior. Y para ello debía verla.

Tras ducharse y vestirse, se fue rapidamente a casa de Lilly, que le esperaba tal y como le había prometido. John estaba muy preocupado, al borde del llanto, porque su mejor amigo estaba en un lío muy serio.

-John, estás llorando…
-¿Te acuerdas de que no te pude contar algo ayer?
-Si…
-¿Te has conectado a Facebook?¿Has visto el perfil de Jeremy?
-No… ¿John, qué está pasando?
-El domingo fuimos al acantilado, donde se encuentra la casa del anciano loco…
-¿¡Qué demonios haciáis allí!?
-Jeremy le había oido a un agente decir que había una puerta extraña allí, así que fuimos a comprobarlo. ¡Pero yo no quería! Cuando llegamos vimos la puerta, y tenía inscripciones muy extrañas… Jeremy sacó un libro y comenzó a relacionar muchas cosas.
-No entiendo…
-Había unos animales que se parecían a los geoglifos de Nazca, y unos números que parecían mostrar una secuencia. Además había símbolos geométricos extraños…

Lilly se quedó pensativa mirando a John, que no sabía realmente lo que tenía que hacer.

-¿Y qué tiene que ver Jeremy en todo esto?
-No lo sé… al irnos, nos encontramos al anciano, que nos dijo que no debíamos decir lo que allí habíamos visto, porque si esa puerta se abría se desatarían cosas terribles en la Tierra, y que necesitábamos permiso.
-¿De quién?
-No lo sé, y mucho me temo que buscando quién debe dar ese permiso es por lo que Jeremy está en esa situación. Pero el viejo dijo también que él vio abrirse la última vez la puerta sin permiso, y que ocurrieron cosas terribles. Ciudades que fueron arrasadas por una bomba, una raza casi exterminada…
-La 2º Guerra Mundial… John, ¿Sabes lo que significa eso? ¡Podríamos estar hablando de la caja de Pandora! Imagina que salimos de la prefiguración del mito… ¡Eso explicaría todas las catástrofes ocurridas! ¡Alguien las desata abriendo la puerta!
-Creo que no es así el mito…
-Quiero ver la puerta.
-No, quiero mantenerte al margen. Te quiero demasiado como para perderte a ti también.
-Y yo tengo demasiada curiosidad como para que vayas tú sólo a ver la caja de Pandora y a ver a Jeremy. Primero vamos al acantilado.

Tras intentar durante media hora de convencer a Lilly de que no era buena idea, finalmente accedió a enseñarle la puerta. Lilly se pegaba a John en muchas ocasiones y aprovechaba para obtener su ración de mimos. Tras una hora de trayecto andando, por fin llegaron. John ayudó a Lilly a bajar el acantilado, y finalmente, mostró a Lilly la puerta. La famosa puerta. Impasible como el tiempo, permanecía allí, bajo los rayos de sol que sólo aumentaban su belleza. Lilly se quedó maravillada ante la puerta, que le parecía algo realmente precioso. John miraba a la puerta con recelo mientras vigilaba la salida por si se acercaba el loco. Se descuidó un momento, pero estuvo rápido aún así.

-¡No la toques!

Lilly se quedó pasmada ante el grito de su chico, que corría hacia ella. Lilly miró los ojos de John, llenos de miedo. Comprendió al instante que su chico no lo estaba pasando especialmente bien, y decidió que se fueran. John respiró tranquilo, y comenzaron la vuelta a casa. Pero alguien les obstruía el paso.

-Jeremy!

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