21 de marzo de 2011. Long Beach, California.
-¡Rápido, John! ¡Despierta, que
ya es de día! ¿O es que no quieres bajar a la playa?
¡Mierda! ¡Lo había olvidado! Hoy
era el primer día de la temporada de playa, y quería ser el primero en bañarse.
Pero, ¿Qué hora era? Ni siquiera había salido el sol… Su hermanita Sue estaba
más impaciente aún que él, y eso que John iba con ciertos intereses
premeditados… Se colocó el bañador con rapidez, miró el calendario y después
buscó en el armario su toalla. Acto seguido, se lavó la boca y bajó corriendo
para bajar a la playa, pero no contaba, como siempre, con el “ogro” de la
película.
-John, ¿A dónde te crees que vas?
-A la playa, mamá.
-Así, sin desayunar ni nada…
-Lo siento, he quedado con Jeremy
en 5 minutos, ¡Y no puedo llegar tarde!
John dejó a su madre con la
palabra en la boca mientras bajaba las escaleras del porche a toda prisa. Le
quitó rápidamente el candado a su bici y se marchó calle abajo por la avenida
Downtown Long Beach. Mientras saludaba a varios tenderos que abrían los
comercios, pensó en lo que iba a hacer ese día: bañarse con Jeremy, jugar con
su hermanita Sue, dar un paseo con Lilly… A lo largo de la avenida se encontró
varios barrenderos recogiendo los papeles y los desechos que se habían
depositado en la noche anterior, en la cual se había celebrado una
manifestación de la PETA.
Finalmente llegó a la playa. Dejó
tirada la bicicleta y fue corriendo por la playa mientras se quitaba los
zapatos y la camiseta, hasta llegar al lugar de la playa donde se había
colocado Jeremy. Al verse, los dos corrieron el uno hacia el otro, y tras
abrazarse por la alegría, se fueron los dos al agua, a zambullirse, a intentar
ahogarse…
-¿Has oido lo que está contando
el agente Jacobs?
-No, la verdad es que no. – Respondió
John intrigado - ¿Qué dice?
-Parece que han encontrado una
puerta grabada en la piedra de tamaños monumentales, pero no se sabe lo que
guarda detrás… No se encuentra lejos. De hecho está a lo largo de esta misma
playa. Por allí. – Dijo Jeremy señalando con el dedo índice hacia su izquierda.
Podríamos ir…
-Quizá otro día. Hoy voy a jugar
con Sue y luego me gustaría ver a Lilly un rato…
-Tío, eres un bragas. Siempre
haciendo caso a las tías… ¡Deberías hacer como yo! ¡Soy un alma libre!
-Así te va…
-¡Eh! ¡Eso ha sido un golpe bajo!
Mira, una hora, ¿OK? Sólo te pido una hora.
-Pero, ¿Acaso sabes dónde es?
-¡Claro! Es donde el acantilado,
al lado de la casa del anciano loco…
Tras secarse en las toallas de
forma completamente apresurada, John y Jeremy levantaron sus bicicletas y
comenzaron a rodar a la dirección. El sol comenzaba a salir por el horizonte,
mientras las gotas de rocío se desvanecían con la delicadeza que acostumbran.
Los autobuses comenzaban a circular, y la gente se extrañaba de ver a dos
chavales de dieciocho años a esas horas un domingo. No dejaba de ser curioso el
hecho de que, mientras unas jóvenes trataban de mantenerse en pie tras una noche
de fiesta, ellos iban en su bicicleta a la playa. La de lecturas que se podía
dar a esta situación era algo tan presuntuoso como anodino, y no dejaría de
tener una carga subjetiva dependiendo del que viera la escena y de su estado de
ánimo momentáneo. Tal como la vida misma.
Tras unos minutos bordeando la
playa, continuaron por un camino de tierra con continuaba paralelo a la playa,
mientras la ciudad comenzaba a ascender hasta formar un acantilado. Finalmente,
consiguieron llegar al metido del acantilado, a pesarde que el descenso no era
fácil: tuvieron que bajar por la roca escarpada unos metros hasta llegar a un
viejo sendero que había sido abandonado tiempo atrás. El acantilado había
resistido a la fuerza de los huracanes y del ser humano, y permanecía impasible
ante el devenir del tiempo. Éste formaba una playa de aguas cristalinas
prácticamente inaccesible. A medio camino, Jeremy paró en seco a John, para
poder contemplar con detenimiento la idílica estampa: comenzaba a amanecer, y
mientras en el agua se reflejaban las nubes y las gaviotas que sobrevolaban la
orilla, se podía devisar la roca maciza de la otra pared de la montaña, con
ciertas deformidades que ni a esa distancia podían pasar desapercibidas.
Bajaron lentamente por una encrespada colina llena de rocas y culebrillas,
hasta llegar a la playa, que al parecer era muy poco transitada debido a la
dificultad para llegar a ella. En el extremo más alejado de su posición se
encontraba una casa abandonada, que parecía ser la del anciano loco. Jeremy le
pegó un tirón del brazo a John, que se había quedado obnubilado mirando la casa
abandonada, y a través de un camino entre las rocas, llegaron a la zona. La
puerta…
La puerta tenía unas
inscripciones extrañas, dibujos de animales mitológicos y números al azar. Mientras
veía a un mono con la cola enroscada, a su lado podía entender que se
encontraban una serie de puntos formando tres pirámides, y encima del mono,
podía ver la silueta de lo que parecía un pájaro, acompañado con una secuencia
de unos y ceros, que parecían corresponder a un código binario. John lo miraba
sorprendidísimo todo, mientras Jeremy sacaba de su mochila un libro. Comenzó a
visualizar desde la distancia las secuencias de números y los dibujos de
animales, y se percató de que también había figuras que se replegaban en sí
mismas, como círculos concéntricos con aperturas a modo de laberintos o de
edificios extraños con formas ya en desuso. El color era una especie de
camuflaje con las rocas de alrededor, que no parecía natural en contraste con
la erosión que había sufrido la pared del acantilado. Jeremy comenzó a gritar,
diciendo que había encontrado algo.
-¡Mira, John! ¡Estos dibujos son
como los geoglifos de Nazca!
-¿Geoglifos? ¿De qué estás
hablando? – Preguntó John, que no podía apartar la vista del mono con la cola
enroscada.
-Los antiguos ciudadanos de Nazca
hicieron unas inscripciones en el suelo de varias zonas haciendo figuras de
animales, como aquel mono con la cola enrollada, o aquel cóndor, e incluso
aquel humano con la cabeza abombada, que según el libro es un astronauta.
-Así que el pájaro es un cóndor…
- Comentó para sí John, intrigado por lo que esa piedra podía mostrar. - ¿Pero
a qué te refieres con lo del astronauta?
-Estoy diciendo que esto puede
ser también una construcción de Nazca. ¿Te imaginas? Una tribu de la zona
andina aquí, ¡En California! ¿No es apasionante? ¡Es un descubrimiento único!
Claro, que es poco probable. Debieron atravesar todo el territorio maya y
azteca, y enfrentarse a las tribus tan temidas del norte. Pero esto podría ser
un avance único, que haría cambiar el modo de entender la arqueología
precolombina.
-Jeremy, puede ser cierto, ¿pero
como explicas el resto de figuras, los números separados por barras o los
símbolos extraños?
- No lo sé, pero está claro que
esto no se han hecho al azar, y que toda la historia que conocemos… ¡Puede ser
mentira! ¿Quién puede afirmar que los mayas se extinguieron de forma incierta?¿Qué pruebas hay de que la
Atlántida se hundiera?¿Y qué hay de YonaGuni?¿El Dorado?¿El Santo Grial?¿Te
imaginas que todo ello estuviera aquí dentro escondido?
-Deja de soñar y vuelve al mundo
real. – DijoJohn, que ya empezaba a ver como su amigo comenzaba a delirar. No
era de extrañar: John había subido un escalón que a Jeremy aún le faltaba por
escalar. John no podía evitar pensar que si no hubiera conocido a su novia, no
sería muy diferente de Jeremy en estos momentos, y sabía que eso era lo que le
faltaba precisamente a Jeremy. - Qué falta te hace una novia, de verdad. Venga,
te invito a desayunar.
Los dos jóvenes se dirigieron al
camino por el que habían llegado, pero allí se encontraba el anciano, que lo
había presenciado todo. El anciano se apoyaba sobre un bastón con astillas que
sobresalían y anunciaban que su único soporte estaba a punto de romperse. La
barba le llegaba hasta la cadera, al igual que el pelo que le quedaba, ordenado
a jirones, y que dejaba la coronilla totalmente calva. Su blanco pelo estaba
enredado en nudos, y sus ropas estaban mugrientas y destrozadas, síntoma de que
era un indigente. El anciano comenzó a caminar hacia ellos, con un gesto completamente
apático y hosco. Tras colocarse en frente de los dos muchachos, escupió al
suelo, y comenzó a hablar.
-Habéis entrado en mis dominios y
habéis encontrado la puerta. Os doy mi enhorabuena por demostrar que realmente
esta puerta existe. Lo de aquel agente era sólo un rumor de una bañista con
ansias de fama. No os voy a pedir que guardéis el secreto, dado que en la
naturaleza humana reside el sentimiento de perseguir aquello que se desconoce,
y también el de demostrar siempre lo que se sabe. Lo llaman vanidad.
Simplemente os voy a advertir: si difundís la existencia de la puerta, cosas
muy malas pueden ocurrir en todo el mundo. He oído todo lo que habéis dicho.
¡Madurad! Nada de lo que decís tiene pies ni cabeza. Nunca se ha abierto esa
puerta sin permiso, y nunca se abrirá, porque podría desatarse el caos en la
Tierra. Yo vi la última vez que se abrió la puerta sin permiso, y fue terrible.
Millones de muertos, ciudades asoladas, huracanes… Por todo esto, debéis
guardar el secreto, ¡como si vuestra vida dependiera de ello! Porque sino
pondríais en peligro a toda la humanidad.
-No entiendo qué problema hay en
forzar una puerta. Jeremy y yo no hemos tocado nada y… - Respondió John, harto
de toda la palabrería sin sentido que estaba oyendo esa mañana.
-Mocoso, no juegues con fuego,
porque te quemarás. No volváis por aquí, o tendré que mataros.
John se encaró al anciano, pero
Jeremy se interpuso entre ellos y se llevó a John agarrado del brazo. Subieron
la colina lo más deprisa que pudieron y se marcharon. Después volvieron a la
playa, donde estaban Sue y Lilly esperándoles. Las chicas estuvieron toda la
mañana muy animadas, pero Jeremy y John continuaban dando vueltas a la escena
de aquella mañana. Sin decirse nada, ambos pensaban en lo mismo: en cómo podría
afectarles el que se supiera la existencia de esa puerta, y en cómo podría
afectar al planeta que la puerta se abriera. Después de que Sue y Lilly se
fueran a bañar, John y Jeremy tuvieron una conversación.
-¿Y ahora qué, Jeremy?
-Debemos volver.
-¡Pero nos ha amenazado con
matarnos si volvíamos!
-¿No tienes curiosidad por saber
qué hay detrás de la puerta?
-¡Pero dice que podríamos desatar
el caos en la Tierra!
-Seguro que ahí detrás se guarda
su fortuna y no nos lo quiere decir. Debemos ir… esta noche.
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