miércoles, 15 de mayo de 2013

In Medias Res II: J'ai Fait Une Promesse(parte VI)


-Dame tu fe, abrázame.
Una voz de ultratumba resonó en toda la sala, mientras la leña que se encontraba en la chimenea volvía a encenderse. El editor comenzó a acercarse al fuego, para calentarse, pero Tobías se mantuvo en su lugar. Tobías comenzó a sonreir de forma sarcástica, mientras los últimos rescoldos de la voz desaparecían. Alberto buscaba por todos lados la voz, sin encontrar un objetivo aparente. Su rostro estaba desencajado en una expresión de pánico digna del mejor cuadro de Zdzislaw Beksinski.
-Hoy los dos comprenderéis vuestra misión.
La voz de ultratumba volvió a resonar en toda la sala, mientras un ruido ensordecedor hacía crujir las vigas de madera de la casa. Unas virutas comenzaban a caer del techo poco a poco, mientras que los ceniceros y los jarrones terminaban por caer de las mesas.
-¿Mi misión? – Preguntó asustado Alberto, que no se separaba de la chimenea.
-Alberto, el miedo que tienes pronto se esfumará. Tan sólo tienes que creer.
-¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?
-En su momento fui un siervo fiel de aquel al que vosotros llamáis Dios. Pero cuando salí de mi ceguera, era demasiado tarde para enmendar nuestro error.
-¿Nuestro?
-La raza humana ha vivido entregada a Dioses que siempre consideraron perfectos. Y no lo eran. El miedo a que los sacerdotes lo perdieran todo cuando Ellos nos abandonaron provocó la idolatría a seres falsos.
-¿Quiénes son ellos?
Tobías permanecía inmóvil, escuchando atentamente lo que Ántimo tenía que decir. A él todo esto le comenzaba a resultar extrañamente familiar.
-Para entender lo que os debo decir debéis olvidar todas las teorías que os han enseñado. Debéis olvidar el creacionismo, y debéis olvidar el evolucionismo. Del lugar de donde vienen la razón está un nivel por encima de la ontología que hemos tratado durante todo este tiempo. Hubo un tiempo en el que Ellos gobernaban la Tierra, convirtiéndonos en aquello que siempre desearon ser. Su civilización acabó abocada a la destrucción por la frivolidad y por la frialdad que mostraron… Y su planeta fue destruido.
-¿Su planeta? ¿Estás hablando de extraterrestres?
-¿Todavía creéis que nosotros, unos simples humanos, somos los únicos habitantes con uso de razón en todo el universo? Ese es el gran problema de la raza humana, y por la cual será destruida. Nuestro egoismo hedonista nos condenó a todos. En el momento en el que osamos probar el fruto prohibido nuestra soberbia hacia nuestros padres se convirtió en nuestra espada de Damocles. El momento en el que bajaron aquellos soldados del caballo de madera, afloró en nosotros la necesidad del engaño y del fraude. El momento en el que dimos más valor a lo material que a lo espiritual condenamos a nuestros hijos. Ellos están defraudados por el comportamiento de su creación. Y por ello acabarán con todo. El miedo que sientes ahora se esfumará, pero antes debes comprender algo.
De la nada, el fuego de la chimenea se elevó por el aire, y formó en el techo unos números:
21122012
Ántimo decidió en ese momento colocarse delante de un espejo, del cual brotó su reflejo. Tan angustiado como la última vez que vivió. Tan asustado como en aquel exorcismo. Tan demacrado por las vejaciones. El iris de sus ojos era de un color gris mortecino del cual no emanaba nada confiable. Las arrugas marcadas en su rostro, unidas a las manchas que deja la senectud, hacían una imagen inquieta y grotesca. Sin duda, algo importante tenía que mover a Ántimo para haber vuelto.
-Su mundo – Continuó Ántimo mientras Alberto se acercaba al espejo – fue destruido de una forma cruel. Ni siquiera ellos eran independientes a otros seres. Y su rebelión y traición provocó todo esto. Su planeta fue destruido en mil pedazos, que aún hoy son observables. Todo lo que tenían se esfumó, y sólo sobrevivieron unos cuentos. Ellos no querían morir, por lo que probaron lo que aquí hemos llamado siempre el elixir de la eterna juventud. Pero una vida sin sentimientos y sin amor es una vida vacía, y por ello se arrepienten aún hoy en día de haber probado ese elixir. Por ello depositaron a sus hijos en La Tierra, y les enseñaron a valerse por sí mismos. Querían saber qué era lo que pasaba si se partía de cero, si no había conciencia del pasado. Y afloraron los instintos animales.
-No lo entiendo. – Ántimo posó su mirada en Alberto, cada vez más congestionada por el terror que le suponían aquellas palabras. Se negaba a creer en todo aquello como una solución viable.
-¿Crees que Adán y Eva existieron realmente? No estoy aquí para cuestionar eso, pero sé que ahí empezó todo. Y todo debe acabar ahí. Ellos llegaron a un planeta que tenían pensado colonizar, pero tras la destrucción del suyo, se vieron obligados a reemprender su civilización en este. Y nosotros, egocéntricos, la llamamos La Tierra. Ilusos…
Tobías se levantó, finalmente, no sin la ayuda del brazo de aquel rasgado sillón. Se acercó a Alberto, y se agarró a su brazo, con firmeza, pero a la vez con debilidad. Alberto le agarró del brazo con la otra mano, y le sirvió de punto de apoyo durante unos minutos, que para él se hicieron eternos. Pero, poco a poco, la oscuridad de la habitación comenzó a disiparse. De forma tenue, la luz iba entrando en la habitación, conforme las ideas ganaban fuerza en su cabeza. Conforme los nuevos conocimientos se iban asentando y ganando credibilidad en sus concepciones más primitivas y arraigadas. Sólo en ese momento, cuando aceptara esa teoría como cierta, la luz se iría. Al ver Ántimo a Tobías, su rostro fue sometido a un cambio radical. Parecía rejuvenecer, tanto que las manchas y las arrugas de la edad desaparecieron de inmediato. El pelo volvió a aflorar de la cabeza de aquél arzobispo muerto hace mucho, y su boca esbozó una mueca que parecía una sonrisa.
-Tobías, pensé que te quedarías ahí toda la vida.
-Ganas no me faltaban, Ántimo, ganas no me han faltado…
La voz de Ántimo seguía siendo tan potente como antes, a pesar de ese cambio radical en el rostro. Algo no iba bien.
Pero no iba a pararse ahora en ello. Álberto quería muchas más respuestas de las que había recibido. De golpe y porrazo, toda su existencia resultaba vana y falsa. Era reticente a aceptar aquello como se lo contaba Ántimo, pero si dudaba de él, ¿Por qué no de todos los teólogos, historiadores, filósofos, arqueólogos y políticos que había leido durante tantas y tantas ediciones? Su pensamiento iba más allá: ¿Por qué no tomar a sus propios padres como mentirosos? Si aquella teoría era cierta, toda la humanidad había vivido engañada durante miles de años, y lo peor es que era por culpa suya.
-Durante mucho tiempo, Ellos convivieron con nosotros. Vieron el desarrollo de unos homínidos, y sin intervenir de forma exagerada en ellos, comenzaron a mostrarles el camino. Les enseñaron a ser bípedos, a hacer lascas, a manipular la madera, y la piedra. Aquellos homínidos sólo eran animales, pero Ellos comenzaron a domesticarles, para hacerles a su imagen y semejanza. Aquellos homínidos tardaron en aprender, pero con el tiempo, su capacidad de comprensión y su agudeza se desarrollron de forma más rápida. Ellos les mostraron el fuego, y aquello supuso una auténtica revolución.
-Eso no puede ser. – Inquirió Alberto, impaciente.
-¿Tienes pruebas de lo contrario?
-No hay restos de Ellos que confirmen tu teoría. – Alberto esbozó una sonrisa triunfante, pensando que su argumento era completamente irrefutable, pero no era así.
-Estás rodeado de ellos.
La cara de Alberto volvió a cambiar a un tono que dejaba entrever la oscuridad y la confusión en la que se encontraba. ¡Aquello era imposible!
-El homo Sapiens desciende del homo erectus. Debería haber un eslabón en medio, que justificara el salto cuantitativo entre una especie y otra. – Sugirió Tobías, a pesar de que conocía muy bien la respuesta. Una respuesta que aterraría a cualquier prehistoriador.
-Y tampoco hay restos, ¿Verdad? – El tono de Ántimo dejaba entrever el desafío al que estaba sometiendo a Alberto.
-De ser así, ¿Eso justifica la locura que estás defendiendo?
-Ellos usaron sus conocimientos para convertirnos en lo que somos. Nos diferenciaron de los animales. Pero hubo un error. Alguien nos dotó de algo que no debía.
-¿El qué?
-La razón y los sentimientos.
-No lo entiendo. ¡Ellos eran fríos y neutros! ¡No querían convertirnos en algo como ellos, sino mejorarse con otra especie!
-Y con ello nos volvieron a condenar. Ningún ser humano debería pasar por el desengaño amoroso, o por el dolor que supone perder a un ser querido. – Tobías lo dijo con la solemnidad que le ofrecía su ya envejecido cuerpo. – Y sin embargo, lo sufrimos. Aquel que lo hizo, nos dio la capacidad de ser felices, pero también nos dio la carga de sufrir pena. Y nuestro cuerpo es débil, y nuestra mente está imperfecta, y dormida.
-El ser humano tan sólo usa un 5% de su capacidad derebral. – Dijo Ántimo. – Y el resto está dormido. Y está dormido aposta. Es por ello que no me crees.
La oscuridad de la habitación desapareció de golpe. Las persianas parecían no haberse bajado nunca, y de los cristales volvió a aparecer la luz del sol del mediodía. Todo parecía en su sitio. Los jarrones estaban igual que hace una hora, como si no se hubieran caido. El fuego de la chimenea había desaparecido. Aquel sillón seguía tan magullado como siempre. Y sobre la mesa se situaba La Constitución de la Anarquía. Cuando Tobías y Alberto miraron al espejo, Ántimo ya no estaba. Pero ellos notaban su presencia en la sala.

Con la ayuda de Alberto, Tobías volvió a sentarse en ese sillón, mientras Alberto hizo lo propio en el sofá contiguo, sin perder de vista aquel condenado libro. De pronto, aquel libro dejo de darles tanto miedo.
-Ese libro es la prueba de todo lo que os he dicho. – Ántimo volvía a hablar, pero esta vez, su voz no inspiraba pavor, sino confianza y paz. – Represena todos los miedos que están en vuestra mente. Cuando Ellos vinieron a por mí, liberaron mi mente, y pude usar toda mi capacidad, al igual que Ellos. Por ello escribí este libro, porque una vez fui humano, y porque conozco los miedos y las limitaciones de un solo hombre. Ese libro es el miedo del humilde, y la fuerza del orgulloso. Aquel que sea ambicioso, verá lo plasmado, verá sus miedos, y los usará en su beneficio. Porque ese libro te dice cómo debes vencer a ese miedo. Por ello se llama La Constitución de la Anarquía. Hace que liberes la mente de tus miedos, te vuelve completamente libre. No entendáis por anarquía lo que os han enseñado, porque la propia naturaleza del ser humano hace que eso sea imposible. Pensad que la anarquía sólo puede residir en la mente, y en el corazón. Ese libro te hace libre intelectualmente, y por eso da tanto miedo. Son tus miedos los que te impulsan a vencerles, y con esa victoria te vuelves poderoso, y te hace caer en la soberbia. El hombre no puede permitirse leer ese libro, porque significaría el fin de la raza humana.
-Si… Imaginad a todos los hombres con su soberbia y su orgullo siempre a la luz. Sería imposible la convivencia. – Dijo Alberto, mientras abría una página al azar. Pero ahora, ese libro estaba en blanco. Ya no había nada. - ¿Cómo puede ser esto?
-Porque ese libro nunca contuvo nada. Sólo lo que tu mente quería que vieses. Por eso estamos aquí. Tobías lo descubrió y vio en ello una amenaza. Tú pensaste igual. Y ahora no lo veis como tal, sino como el siguiente paso de la evolución humana. El problema es que nuestro uso de razón nos hace egocéntricos. Nos creemos más que nadie, y eso hace que ese libro sea un arma en contra de los demás. Por ello, ese libro no puede caer en manos inciertas.
-¿Entonces, por qué nos lo has dado? – Preguntó Alberto, inocente como un niño.
-Porque vuestro fin está cerca, sea como sea, y sólo así podréis intentar hacer algo por salvar al resto.
-¿Y si nos negamos?
-Negáos si os atrevéis, y Ellos vendrán a por vosotros. Ellos ya están aquí, en La Tierra. Ellos me han traido aquí. Estoy cumpliendo una misión, y ellos están cumpliendo otra ahora mismo. Hay un hombre con el que están experimentando. Están haciendo cosas atroces con él. Por ejemplo, han manipulado su mente, haciéndole totalmente dependiente a una máquina. Pero además, han sustituido sus extremidades por armas. Él será el arma de mañana, y Ellos estarán ahora mismo con él, para hacerle reaccionar.
-Pero si tienen su mente manipulada, ¿Cómo van a hacerle entrar en razón?
-Ellos forman parte de la misión.
Tanto Tobías como Alberto se miraron con el gesto más sorprendido que pudieron esbozar. Era una pregunta obligada.
-¿Cómo pueden permitir dejar que un hombre sufra de esa manera? – Tobías fue el que se atrevió.
-Todos necesitamos un mártir. Vosotros asesinásteis al suyo hace 2000 años.
-¿Jesucristo era uno de Ellos? – Gritó Alberto.
-En cierto modo. Si y no. Era el siguiente paso en la evolución humana, pero no era uno de ellos. Pero da igual, esa oportunidad la perdimos, ya está muerto. El caso es que ese hombre será nuestra arma contra aquellos que le hacen daño. Es la Misión Sin Nombre. Y esta conversación forma parte de ella.
-Nosotros custodiaremos el libro, pero… ¿Qué ganamos con ello? – Alberto se arrepintió al instante de hacer la pregunta.
-Es por esto por lo que estáis condenados. Uno de vosotros morirá mañana. El otro será el líder de la revolución que salvará al ser humano. Y se salvará por sus acciones. Nos tenéis de vuestra parte.
-Ántimo necesita un cuerpo, y yo me he ofrecido voluntario.

Tobías se echó a llorar.

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