sábado, 2 de febrero de 2013

Sin Nombre. Capítulo VII


            Verónica se levanto a toda prisa, a punto de tropezarse con su propio pie, y se abrazó con mucha fuerza a Ramón. El tiempo que llevaba esta joven esperando aquel abrazo no lo sabía nadie. Claudia sonreía ante la escena, probablemente la más tierna en lo que llevaban de cautiverio en ese búnker. Carlos asentía la cabeza, señal de complicidad con la pareja de vecinos, apoyada con una sonrisa de oreja a oreja. Verónica abrazaba hacia su cuerpo a Ramón con tanta intensidad que facilmente podrían haberse confundido el término de un cuerpo y de otro. Verónica comenzaba a darle besos en la mejilla, y a decir entre sollozos lo preocupada que se encontraba y el miedo que tenía de no volver a verle vivo. Ramón expresaba tímidas carcajadas, intención de mostrar la complicidad con la joven, y finalmente se separó, para coger aire, y para descansar un poco.
            -Pensámos que no te volverías a levantar… - Dijo Carlos con la voz algo temblorosa, como si estuviera viendo a alguien que acabara de resucitar.
            -Realmente hará falta algo más que un simple golpe en la cabeza para acabar conmigo… Estuve mucho tiempo desmayado, pero perdí la noción del tiempo…
            -Aproximadamente unos quince días… - Se apresuró a decir Claudia. – Pero realmente no lo sabemos. Estoy empezando… - decía mientras se levantaba, echando una sonrisa mezquina a Bucher. – a perder la noción del tiempo yo también.
            -¿Y por qué está ese atado a la silla?
            -Pensamos que era mejor así. – Respondió Carlos con la mayor tranquilidad del mundo. – Y si te soy sincero, es mejor. Intentó robarnos las armas, ponernos a unos en contra de otros, y mira a Laurita de una forma muy rara…
            Ramón miraba a Bucher, que no apartaba la mirada, y ni se amedrentaba ante un hombre que había acabado con todo su poder en una muestra clara de desafío. Ramón le sonrió irónicamente, y se sentó en el sofá, mientras no quitaba ojo al general. Movía el cuello de un lado a otro, de arriba abajo y en formas circulares, haciendo sonar todas y cada una de las articulaciones, y consiguiendo que Claudia pusiera muecas de dolor a cada sonido. Finalmente, Ramón se acomodaba entre los cojines y procedía a dar parte de la situación.
            -Realmente, después de lo que Carlos me dijo, es un auténtico milagro que esto siga en pie. La grieta de ahí – dijo señalando a la grieta tapada con yeso por el manitas – parecía que acabaría por sepultarnos a todos. Por suerte no ha sido así. Es extraño que en quince días no os hayáis hecho ninguna pregunta acerca del cómo saldríais de aquí si yo moría. Mientras yo estaba desmayado en esa cama, debo decir que un montón de pensamientos han rondado por mi cabeza. Había una serie de voces que me atormentaban y que trataban de contradecirme conmigo mismo, que trataban de ponerme en contra de otras voces, y que trataban de ponerme literalmente nervioso y de volverme loco. He pasado miedo, aunque realmente, una de las voces que me hablaban, era el propio miedo… - Dijo, mientras se metía con ahinco el dedo índice en la oreja – Aún me siguen pitando los oidos por la explosión… Esas voces me hicieron repasar todo lo ocurrido en mi vida, paso por paso, hasta llegar al momento actual, y sólo cuando obtuve una revelación, me permitieron salir del estado en el que me encontraba.
            -¿Y cual era esa revelación? – Preguntó Claudia con interés.
Ramón se quedó pensativo, mirando al suelo, mientras sus manos comenzaban a temblar, debido al esfuerzo que debía suponerle todo aquello. Las gotas de sudor comenzaban a caerle por las mejillas, y las venas comenzaban a marcarse a sobremanera en el dorso de las manos. Comenzaba a verse de nuevo preocupado a Ramón, que tímidamente esbozaba una sonrisa. Incorporaba el rostro para mirar a los demás, y comenzó a hablar de nuevo:
            -Es algo acerca de mi vida, del cómo he tratado a mis semejantes, y a mí mismo… Es una conclusión acerca del cómo debo encauzar mi vida a partir de ahora. Creo que algo dentro de mí me ha dado una segunda oportunidad, una nueva oportunidad de hacer algo grande, y voy a aprovecharla. Cuando salgamos de este búnker, va a ser complicado saber a dónde iremos. Realmente será muy confuso todo. Probablemente seremos los únicos seres humanos con vida en kilómetros a la redonda, pero no sabemos si han lanzado más bombas en el pais o si la gente ha decidido huir de la radiactividad. Aquí, aunque tenemos el riesgo de derrumbe por la grieta, podemos decir que estamos a salvo. Cuando salgamos de aquí no lo estaremos. Puede que nunca volvamos a estarlo al salir de aquí. Lo que si que sé, es que deberemos permanecer unidos para nuestra propia supervivencia.
            -¿Nuestra propia supervivencia? – Repitió Verónica con interés. - ¿A qué te refieres?
            -Me refiero a que no estaremos expuestos a todos los peligros del mundo. A animales que no hayan muerto por la radiación, a otros animales que estén hambrientos, a minas que hayan puesto en una guera, a un sinfín de posibilidades de exterminio. No sabemos lo que está pasando ahí fuera, y ni siquiera sabemos si fuera podremos volver a probar bocado. Deberemos aprovechar cualquier cosa para nuestra supervivencia.
            -Me intriga saber cómo demonios aguantaste tanto sin comer ni beber y sin atención médica… - dijo Carlos intrigado.
            -Oh, eso… Supongo que habrá sido un milagro o algo parecido… Creo que en los tiempos que corren, esto ha sido una llamada a la esperanza, y debo estar agradecido a lo que esté ahí arriba, por traerme de vuelta al mundo de los mortales… Aunque igual hubiera sido mejor haber acabado con todo.

            El silencio se hizo en la habitación. Varónica y Claudia se mirabansorprendidas y a la vez intrigadas por las palabras de Ramón, al cual no le quitaba ojo un incrédulo Carlos, que parecía molesto con la explicación de Ramón. Bucher llevaba ya tiempo callado y sin intentar escabullirse, lo cual suponía un alivio para todos los presentes. Tras unos instantes de silencio, Laurita se despertó, y entró por el umbral de la puerta a la habitación donde se encontraban los adultos. Laura comenzó a llorar al ver a Ramón despierto, tal vez por la impresión, o tal vez por miedo al creer que estaba muerto; y se abrazó inmediatamente a Verónica, que trataba de consolarla. Ramón se reía tímidamente, y Bucher plasmaba su mirada de nuevo en Laurita, que le miraba de reojo con recelo. Carlos se percató de esto y sugirió de forma inquisitiva y sin lugar a réplica que las tres chicas abandonaran inmediatamente la habitación, para dirimir ciertos temas con el general. Las chicas obedecieron, y Carlos dio un sonoro puñetazo en la pupila derecha a Bucher, que caía hacia atrás, golpeando su cabeza contra la pared, y comenzando a sangrar. Carlos lo reincorporaba, y le quitaba con violencia el esparadrapo de la boca. Bucher dio un sonoro grito, que fue respondido con otro puñetazo, esta vez en la boca del estómago. Ramón se levantaba y se interponía entre los dos, agarrando el brazo de Carlos y obligándolo a sentarase en el sillón. Carlos obedeció a regañadientes mientras no quitaba ojo al general, que escupía al suelo un poco de sangre. Ramón observabó esto, pero decidió no darle demasiada importancia.
            -Bien… ¿Alguno de los dos piensa decirme qué ha pasado?
            -Ese gilipollas – se apresuró a decir Carlos – ha intentado ponernos a Claudia y a mí en contra. Ha intentado robar las armas para tener el control del búnker, y ya has visto como mira a la niña.
            -No te pienses cosas raras con la niña, bastardo – se apresuraba a decir el general – pues ya sabes que sólo tengo ojos para ti.
            Carlos se levantaba de nuevo, pero Ramón le interceptaba el brazo antes de soltar un nuevo golpe al militar. Carlos, tras unos instantes de tensión, se volvía a sentar.
            -En mi defensa diré… - Comenzó a decir Bucher – que necesitamos un mando fijo. Necesitamos a alguien que lidere a este grupito hasta la salida, necesitamos a alguien que consiga cuidar de todos y que nos proporcione alimentos o por lo menos un lugar para sobrevivir sin depender de si esa grieta cede o no. Y dado que Carlos claramente no puede controlar su genio, la historia se reduce a Ramón o a mí.
-¿Qué hay de Claudia y de Verónica? – Inquirió Ramón.
-El día en el que me deje gobernar por una mujer, tendréis mi permiso para arrancarme las pelotas con tenazas ardiendo.
-Créeme que para eso te queda muy poco – se apresuró a decir Carlos – en cuanto salgamos de aquí pienso ser yo quién te las corte con un cristal roto.
-Calma. A los dos. – dijo rapidamente Ramón – Vamos a llevarnos bien. Bueno, creo que ya es hora de que alguien nos diga el porqué de todo este lío, ¿No es así, Bucher?
-Si, militarzucho de tres al cuerto, mi parte está cumplida. Ya tienes toda la información de esa dichosa grieta, así que ahora te toca a ti cascar el porqué has provocado todo este desorden.
-Es justo. Lo único que pido es que lo escuchen todos. Incluida la niña.
Ramón se acercó a la otra habitación a avisar a las tres chicas, que se sentaron en el suelo en la parte más alejada del general.
-Bien, a cambio de mi información – dijo Fulgencio – deberéis soltarme.
-Es justo – dijo Ramón mientras los otros tres adultos le miraban de forma asesina.
-Es difícil de entender, pero espero que tratéis de verlo de forma imparcial, y no pensando que yo soy el asesino y el destructor de la libertad.
-Empieza ya – dijo Claudia de forma desafiante.
-No aceptaré tu sutil consejo, niñata…
-¡Empieza ya! – Dijo Carlos en un grito más propio de un oso que de un ser humano.
            Bucher lanzó su mirada a Carlos, que estaba de pie en el sillón, dispuesto a lanzarse encima suya si la situación lo requería así. Ramón no se había sentado en todo este momento, y comenzaba a inquietarse ante la posibilidad de volver a separarles. Claudia miraba complacida la escena, mientras Verónica trataba de distraer a Laurita para que no viera la posible agresión. Ramón pidió de nuevo a Carlos que se sentara, pero esta vez no obedeció. Esta vez se bajó del sofá, y se acercó a Bucher de forma pausada. Se arrodilló para estar a su altura, y acercándose a su oido comenzó a hablarle.
            -Mira, hijo de puta…
            -Mira, hijo de puta… - Dijo Bucher en tono más alto, para que lo oyeran todos.
            -¡Escúchame bien lo que te voy a decir, payaso! ¡O comienzas a largar por esa boca todo lo que tienes que decir, o te juro que no esperaré a que estemos fuera de la vista de la niña para cortarte el cuello! ¡Y si crees que es un farol, te recuerdo que tengo en mi posesión armas con las que puedo atravesarte la cabeza!
            -¡Basta ya! – Dijo Ramón a pleno pulmón – Siéntate y cállate. Calláos todos, y con un poco de suerte, hasta podremos enterarnos de porqué estamos aquí. ¡Puede que incluso nos de pistas para poder sobrevivir cuando salgamos!
            El silencio se hizo de nuevo en la sala. Carlos esta vez miraba de forma muy destructiva, si se puede decir así, a Ramón, que le aguantaba la mirada y con ello el envite. Verónica miraba de forma interesada a Carlos, mientras que Claudia sonreía de forma desafiante al general, que no apartaba la vista de la niña, que a su vez escondía su rostro tras la niña.
            -Tienes pelotas, albañil… - Dijo el general tranquilamente – y tienes mucha suerte. Te prometo que tu comportamiento te haría caer en pocas horas ahí fuera, y eso si hubieras tenido la suerte de sobrevivir a las explosiones causadas por las bombas. También te diré algo: que desde el momento en el que estamos los dos aquí, somos compañeros, te guste o no. ¿Crees que a Ramón le hace gracia que yo esté aquí? ¿Crees que a mí me gusta haber acabado aquí dentro con un loco y tres mujeres? No, pero ten claro que no nos quea otra que cooperar. Y parece que Ramón comienza a tenerlo claro. Tal vez tú también necesites un golpe en la abeza.
            -Como vuelvas a levantarte – dijo Ramón al ver el amago de Carlos – de amordazaré a ti y soltaré a Bucher. Tú eliges. Y ahora, continúa, Bucher.
            -Gracias… Bien, nuestras informaciones dicen que la radiación de la bomba dura 40 días, en los que va desapareciendo de forma lenta pero continua. Ramón tenía esa información, lo que me hace sorprenderme acerca del cómo lo sabía… Pero lo cierto es que el creador de esta bomba es una persona muy hábil. No es una carga muy potente la que se encuentra en el explosivo, pero es lo suficientemente potente como para destruir una ciudad entera. Es una explosión en linea horizontal, lo que explica que el bunker siga casi intacto. Por otro lado, la dispersión de la radiactividad no es del todo cierta. Desaparece la gran mayoría, pero una parte no desaparece, sino que se va moviendo por la rotación de la tierra. No es una carga letal ni perjudicial apenas, pero si es cierto que si se ha lanzado en más lugares aparte de en Libia y España, podríamos estar hablando de un holocausto nuclear. Y si eso ocurre, estamos en un grave problema.
            -¿Hay alguna posibilidad de que el lanzamiento de bombas se haya parado?
            -Sinceramente, no. No si los informes que tenía en mis manos se han producido.
            -¿Qué decían esos informes? – Preguntó Claudia con la seriedad que solía faltarla.
            -Si mis informes son ciertos, podríamos estar hablando del fin de la raza humana tal y como la conocemos.

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